Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, junio 28, 2006

Oficina

Estímulos, estímulos por todos lados circundan su escritorio. Música, voces, órdenes, retos, cuchicheos. De fondo una impresora bota hoja tras hoja de un eterno documento que nadie leerá. El repique persistente de los teclados ya ni se escucha, es parte del ambiente. Olor a café, piernas bien formadas, y sonrisas (algunas fingidas), completaban el cuadro. Día a día la escena se repetía, algunos con más trabajo, otros más relajados.

Su escritorio quedaba al centro de la oficina, recibiendo, como vía de paso, todo lo que en ella ocurría. Una mañana, no llegó. Su ausencia pasó inadvertida, un día, luego otro y otro más; parecía que nunca hubiese existido. A los tres meses apareció, a su mismo escritorio y oficina, y nuevamente nada, parecía simplemente parte del inventario.

Nuevamente desapareció y, y sólo una persona preguntó por su ausencia, aunque más bien fue por cortesía: como era de esperar, no obtuvo respuesta. El día continuó normalmente, y justo antes de cerrar, se cortó la luz. Quedaron los faxes a la mitad, los impresos inconclusos, los archivos sin respaldar, los hervidores a medio hervir. Además, el silencio de la radio y los teléfonos, y la oscuridad; así era en julio, todo oscuro pese a ser aún de día.

De pronto un grito suena en un rincón, junto con un brusco y seco golpe. Varios acuden a ver, y sólo encuentran el cadáver de una de las secretarias. Con espanto, en la otra esquina de la oficina otra de las secretarias ve una sombra, que acalla su temor con la misma violencia del primer asesinato. Así, uno a uno todos van muriendo, convirtiendo la clásica alfombra café en una roja y pegajosa piscina...

Llega la nueva mañana, y el inadvertido reaparece, luego de haber ido a su control final terminando su quimioterapia. Entra, y no encuentra a nadie. Nota la alfombra algo más oscura, algo húmeda, y todos los documentos y trabajos a la mitad. De pronto, una mano toca su hombro: ella, quien preguntó por él el día anterior. Su sonrisa dulce y trato amable, ocultan el bate ensangrentado en su otra mano. Por fin, todo el personal lo toma en cuenta...
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miércoles, junio 21, 2006

Brisa

Una tenue brisa se siente, tímida, silenciosa, casi inexistente. Por días la quietud del clima ha sido pasmosa, sólo las nubes sobre la ciudad flotan sin nada que las perturbe. Los días previos habían sido normales: una ciudad colapsada, contaminada atmosférica y acústicamente, vehículos avanzando a 4 km/h por los embotellamientos. Bocinazos, atropellos, insultos, choques, asaltos, muertes, todo a la vez y a la vez todo desapercibido en la vorágine cotidiana. Calles llenas, malls llenos, estaciones de metro llenas, edificios públicos llenos, juzgados llenos, postas y hospitales llenos, todos cansados, enojados y disconformes. Noches de fiesta y jolgorio, discotecas, pubs, restoranes, bares, clandestinos, moteles, prostíbulos, borracheras, pendencias, asaltos y asesinatos... Y toda esta normalidad, de un día para otro, fue reemplazada por silencio y tranquilidad, por vacuidad.

La tenue brisa se intensifica y poco a poco se hace notar. Corre con más fuerza por la ciudad, suena, mueve cosas, aire, papeles, plumas... cosas...

Y la brisa sube y sube, y de poco empieza a empujar hacia el norte la gran nube que cubre la ciudad, llevándose todo el peso de su densa realidad, pues no es agua lo que lleva sino muerte y destrucción; la que una vez estuvo encapsulada en un cilindro de no más de 200 litros, ahora abarca cientos de metros cúbicos de lo que alguna vez fuera aire y vida, ruido y contaminación, fiesta y pudrición, existencia humana al fin y al cabo. Así, lentamente se despejan los escombros de Nueva Sodoma, y la nube radiactiva migra arrastrada por la que fue brisa, y ahora es huracán...
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miércoles, junio 14, 2006

Oportunidad

A lo lejos las voces cantan y ríen, mientras los brazos aplauden y abrazan. Él, que adora los abrazos y tiene mejor voz que nadie, se sienta a la distancia a ver la alegría del resto, odiándola, envidiándola, finalmente olvidándola. Su alma no encarnó para disfrutar, su voz no canta y sus brazos no abrazan. Su vida entera gira en torno a la venganza, contra el mundo, sus seres queridos, sus amigos, enemigos, esposa, ex-esposa, amantes permanentes y ocasionales... contra el mundo en general y todos en particular.

Su caro terno y fina camisa envuelven el odio de su vida anterior. Por alguna extraña razón no olvidó al nacer, y era consciente de dos vidas. Por fuera, adusto caballero de aire noble y estampa elegante, empresario recién electo presidente de la república más poderosa del planeta, de fácil sonrisa y modales refinados; por dentro... el recuerdo de haber sido esclavo un siglo atrás, huérfano, violado cuando niño, sometido a brutales castigos porque si, porque no y porque tal vez, recogiendo las inmundicias físicas (y de las otras) de sus dueños, quemado al sol, inundado por las lluvias, embargado, trabajado en todo lo imaginable, constantemente hambriento, y finalmente muerto en una cacería, como trofeo...

Cuando niño su familia creía que todo eran juegos e imaginación, y no entendían su sufrimiento y desadaptación. Con los años aprendió a disimular, a jugar al hijo del gran señor con alma de esclavo, y lo logró.

Luego de las celebraciones propias del triunfo en las elecciones con su círculo de cercanos, aparentar frente a los adeptos y rivales, y pagar las correspondientes coimas por "favores concedidos", decide recorrer lo que será su lugar de trabajo por los siguientes cuatro años... según creían todos...

Tranquilo pero decididamente se dirige hacia las oficinas de seguridad, varios pisos más abajo. Con un par de llaves magnéticas activa un computador, ingresar las claves y luego de dos o tres confirmaciones libera todo el arsenal nuclear disponible sobre el mundo: llegó la hora que todos supieran qué se siente ser avasallado por alguien con poder, sin razón, y porque sí...
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miércoles, junio 07, 2006

El saco

Arrastro mis pasos por la larga avenida que atraviesa la ciudad. La oscuridad oculta mi dolor, impidiendo a los pocos que transitan a esta hora ver las lágrimas que pudieran haber corrido por mi rostro, ahora inmutable. Tras de mi, colgando de mis brazos y en un gran saco, arrastro el peso inerte que como condena se me asignó. Tanto es el tiempo que llevo recorriendo con este peso que ya perdí la cuenta; he llegado a pensar que nací con el, pues no tengo conciencia de no haberlo arrastrado en algún período de mi existencia.

Los años van pasando, dejando huellas por todos lados. Ya estoy entrecano, las arrugas empiezan a aflorar (junto con el abdomen que crece con mayor velocidad), las fuerzas disminuyen, el peso aumenta, las ganas son escasas... y el saco cada día pesa más.

Cuando lo pienso y hago memoria, el saco ha cambiado junto conmigo. Cuando niño era liviano y de colores, casi me arrastraba en los juegos, y era yo quien debía frenarlo para no corren tanto y poder estudiar. De joven, seguía de colores vivos, sobrio pero de colores vivos; pesaba más pero aún era tolerable, y en más de una ocasión me arrastró a alguna fiesta, o hacia alguna amiga, pero como siempre lograba contenerlo; había cosas más importantes que hacer, y el tiempo no me sobra (ese es otro saco, que siempre pasa vacío...).

Con los años el saco se puso oscuro, pero aún con cierto brillo. Su peso aumentaba pero mis fuerzas alcanzaban. El saco me guiaba hacia nuevos desafíos, hacia riesgos controlables que podrían desencadenar cambios en mi existencia; como siempre logré atajarlo: nada hay mejor que la estabilidad.

Y he aquí que con los años termino arrastrando un inerte y gran saco gris, que ya no se mueve hacia ningún lado sino sólo si yo lo arrastro; que ya no cambia de colores pues los agotó todos, y no los aproveché; que ya inclusive dejó de aumentar de peso, pues tarde vi que el saco llevaba todas las esperanzas y sueños no cumplidos de mi vida, todos los proyectos inconclusos, las metas no batidas, los ideales que no se hicieron realidad; y ya no puede hacerse más pesado, pues las esperanzas, sueños, proyectos, metas e ideales se me acabaron. Queda entonces la conformidad que seguirá pesando lo mismo por toda la eternidad...
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