Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, diciembre 27, 2006

Feliz año nuevo

El hacker había terminado su arduo trabajo, luego de cuatro meses de investigación, múltiples ensayos, diez procesadores y cinco servidores inutilizados, tenía por fin en sus manos el virus perfecto. Su código estaba inserto en una de las actualizaciones del último software de reproducción de archivos multimedia, presente en todos los sistemas del planeta dada su gratuidad y su calidad sin límites. Casi no había alcanzado a terminar a tiempo, sólo un chispazo de genialidad le permitió terminar el archivo, subirlo a todos los servidores posibles e infectar todos los computadores del mundo conectados en red. Una vez hubo respirado satisfecho, se bañó y bajó al primer piso de la casa a compartir la celebración. En realidad no era un fanático de las fiestas, pero esa se enmarcaba exactamente con su celebración interna, por tanto había que aprovecharla.

El ruido de la música era ensordecedor, y el sonido de los bajos retumbaba en su abdomen descuidado. Cuando lo vieron, una exclamación de sorpresa brotó espontáneamente de los asistentes. Su hermana se acercó y le entregó una copa de ponche.

-¿En qué estabas loquillo? Si te demoras 2 minutos no llegas al abrazo de año nuevo.
-….
-¿Te pasa algo?
-Te quiero flaca…
-¿Fumaste algo? ¿O tienes una botella escondida allá arriba?
-Es en serio. Es que nunca te lo digo y quería hacerlo antes de…
-Espera, faltan 30 segundos-, de fondo, las voces de los asistentes inician la cuenta regresiva.
-Flaca, hice algo malo…
(-¡20, 19, 18…!)
-¿Qué hiciste ahora, otro virus? Ya te dijo el juez que era la última que…
(-¡13, 12, 11…¡)
-Flaca, este es el definitivo, con este todos los computadores del planeta colapsarán y la vida dejará de ser…
-Oye loco, eso era para el 2000 y no pasó nada…
(-¡7, 6, 5…!)
-Es que descubrí algo…
-¿Qué?
(-¡3, 2,…!)
-Descubrí cómo retroceder todos los relojes de los procesadores, y como ya no hay sistemas de protección…
-¡¡FELIZ…….

Que tengan todos un sangriento 2007, son los mortales deseos de su antropófago amigo Doctor Blood…

miércoles, diciembre 20, 2006

Conferencia

La videoconferencia llevaba ya 2 horas. La lacónica voz del relator recitaba conocimientos tal como si estuviera leyendo un libro de texto. El poder contar con ese especialista gracias a la tecnología, sin que él saliera de su universidad situada a miles de kilómetros de distancia del centro de conferencias, era un lujo. La oferta había captado la atención de muchos profesionales, y pese al alto precio, habían debido aumentar los cupos y conseguir un auditórium más grande para que todos pudieran asistir. Además, uno de los puntos del programa era demasiado llamativo: ofrecían una técnica de control mental aplicable en cualquier instante e infalible, el cual sería demostrado durante la conferencia.

Pero luego de 2 horas de escuchar esa lacónica voz, muchos se cuestionaban su asistencia y la veracidad del programa. De pronto el relator se calla, la pantalla se pone en blanco, y durante algunos segundos varios estímulos luminosos se aprecian vagamente. Luego de esa falla técnica el relator se reconecta y su conferencia sigue por 1 hora más.

Era la hora del almuerzo, el cual estaba incorporado en el precio de la conferencia, por lo cual nadie salió del centro de convenciones. Cuando volvieron a la sesión de la tarde, la sala había cambiado: habían colocado 4 cámaras de video en las esquinas del salón.

Al empezar la sesión de la tarde, el famoso relator anuncia la demostración práctica de la técnica de control mental. De nuevo la pantalla se pone en blanco y se aprecian los repetidos estímulos luminosos. Terminado ello, la pantalla se pone negra, y la voz lacónica del relator ordena, en el mismo tono: “mátense entre ustedes…”

Una vorágine incontrolable de odio invade las cabezas de los asistentes. Todos ellos, con sus instintos y limitados conocimientos de lucha y asesinato, empiezan a golpearse, tironearse, machacarse, estrangularse. Rápidamente la sangre empieza a correr de los cuerpos más viejos y débiles. La escena se hacía cada vez más y más dantesca: cuerpos no entrenados (casi dejados de lado) tratando de hacer algo que no sabían… las muertes eran verdaderas torturas interminables… finalmente a uno se le ocurrió usar el cordón de sus zapatos para estrangular a los demás… una vez hubo terminado con todos, la pantalla negra habló: “mátate”… el hombre buscó el soporte de un foco en la pared, y usando su cordón, se ahorcó…

Terminada la sesión, la pantalla dividida en 4 se apaga en la pequeña sala contigua al auditórium. Los agentes del gobierno se felicitan: por fin habían conseguido el arma perfecta…

miércoles, diciembre 13, 2006

Carroñeros

ACTUALIZACION: Estimados lectores, antes de dejarlos con el cuento de la semana, quiero invitarlos a conocer mi nueva sección : Relatos de Sangre, Podcast de Terror, que aparece en la sidebar a vuestra derecha. En ella pueden escuchar algunos de mis cuentos relatados con mi dulce voz. Espero que los disfruten. Ahora sí, los dejo con el cuento...
Carroñeros.
Vuelan cabezas… se azotan contra el suelo, algunas suenan sólidas, otras huecas... ruedan por el piso, algunas uniformes, otras dan botes con sus narices... algunas dejan rastros de saliva, otras no dejan rastros, pero de sangre... nada. Mientras tanto el asesino se aleja, todavía arrastrando su hacha... limpia de sangre. El borde de la hoja se desliza por el pavimento, dejando una huella cubierta de chispas y un surco tras de sí. El cansancio se dejaba ver en la cara del hombre: el número de cabezas y el peso del hacha hacían mella en él, pero lo que más lo cansaba era el ritual...

El asesino venía de una familia de expertos en el uso del hacha, cerca de 20 generaciones lo precedían. De hecho su arma, fabricada de una sola pieza de acero que conformaban mango y hoja, tenía más de 500 años y nunca había salido de la familia. Su niñez había sido normal, salvo por el hecho que todas las noches debía "jugar" con un hacha, guiado por su padre. Para él era un juego más, en el que se hacía noche a noche más diestro.

Cuando llegó a la adolescencia, en su cumpleaños 14, su padre lo llevó a un lugar extraño, donde todos vestían igual, de modo casi divertido. Allí, lo hicieron combatir con un hombre mayor, obviamente más hábil que él, quien lo venció sin mayor dificultad. Terminado el combate, le pusieron una de esas tenidas divertidas. Un anciano se adelantó, le hizo beber un líquido viscoso... y se encontró al día siguiente en su cama, con un terrible dolor de cabeza, y a sus pies, el hacha de la familia.

Esa tarde su padre lo sacó a pasear, y a comprar ropa en la tienda de moda. Mientras caminaban y su padre le explicaba la tradición familiar y el objetivo de la ceremonia de la noche anterior, un hombre de la mano de una mujer pasa al lado de ellos y los mira con temor. Al mirarlo, el joven ve a su alrededor un extraño halo negro, y una sensación de odio irrefrenable lo invade. Su padre lo contiene, y le cuenta el secreto final; su familia pertenece a un linaje de "carroñeros": asesinos encargados de matar asesinos sin alma... y sin sangre. El brebaje que le dio el anciano activó en su vista la capacidad de distinguir a estos seres...

Veinte años habían pasado desde su iniciación, y su currículum era extensísimo. Estaba considerado como el mejor de los mejores, y por ello el anciano le encomendó una especial misión. Los asesinos sin alma se iban a juntar en su propia ceremonia de iniciación, y era la oportunidad de liberar al planeta de cientos de ellos de una sola vez. Ya antes se había intentado, pero extrañamente la ceremonia se suspendió el mismo día, como si alguien los hubiera delatado.

Pero esa noche nadie los delató. El asesino con facilidad dio cuenta de los guardias, y entró al lugar elegido. Cual tromba se lanzó a decapitar a todo aquel que se interpusiera frente a él, hombres, mujeres, niños, todos asesinos sin alma. El festín de cabezas y cuerpos cayendo era dantesco. Al llegar adelante fijó su vista en el aura negra del líder, que estaba de espaldas y arrodillado. Al levantarlo para ver sus ojos en el instante final, su corazón casi estalla de dolor al reconocer a su padre.

-Termina tu labor, y limpia el nombre de la familia que yo ensucié...

Con sus ojos llenos de lágrimas giró bruscamente con el hacha en ristre, y limpió el nombre de su familia para siempre...

miércoles, diciembre 06, 2006

Argolla

Con la calma que da la ira, la tristeza y la certeza de hacer lo correcto, se prepara a cumplir la orden del tribunal pero a su modo...

Ella era una joven tranquila, madura, que vivía con su madre por opción propia: una enfermedad crónica había dejado postrada a su progenitora, lo que le facilitó la decisión. Tenía una hermana ocho años menor, que se había casado adolescente, y que tenía dos pequeños hijos. Sus vidas en general transcurrían sin mayores sobresaltos.

La hermana mayor había armado su vida completa en casa de su madre. Para poder cuidarla a tiempo completo había aprendido joyería, por lo que tenía un taller armado en su dormitorio, capaz hasta de fundir metales para poder crear piezas exclusivas. Si bien es cierto no le sobraba el dinero, a lo menos alcanzada para hacer su vida y la de su madre más llevaderas.

La hermana menor vivía su vida aparte. No se preocupaba de su madre, y envidiaba a todo el mundo y por lo que fuera. Además era rencorosa y vengativa: no perdonaba a su hermana por haberse quedado con su madre y hacerla quedar a ella como la mala de la película.

Con el tiempo la salud de la anciana se fue deteriorando, requirió hospitalización porque su corazón ya no daba abasto para sostener su frágil equilibrio llamado vida; el hospital pudo mantener el equilibrio durante nueve días, falleciendo al décimo...

La hermana mayor se encontraba desolada, hacía ya un mes que su madre había muerto y su presencia rondaba por los rincones de la casa. Sólo guardaba con ella un recuerdo invaluable: la argolla de matrimonio de su madre. La joya llevaba cuatro generaciones en la familia, era de oro macizo, y que lo único que realmente le interesaba, no por su precio sino por su valor...

Una mañana tocan a la puerta. Un receptor judicial le entrega una citación al tribunal, de parte de su hermana, por la herencia. Como mujer ordenada prepara todos los documentos existentes para proceder a la repartición de los bienes: daba igual, ella tenía la argolla y era lo que importaba.

Cuando llegó, el abogado de su hermana fue conciso y preciso: lo único que su defendida quería era la argolla. Con estupor vio cómo se esgrimía su soltería y la posesión del resto de los bienes como argumentos económicos, y la imposibilidad de visitar a su madre mientras vivía como argumento humano... con horror vio que el juez, sin mediar palabra de ella, fallaba a favor de su hermana, y ordenaba entregar la argolla. Los ojos de la joven mostraban placer: ella sabía que la venganza era un plato exquisito cuando se servía frío.

Presa de la ira, pero sin mediar comentarios, se prepara a ejecutar la orden del tribunal. Pacientemente vigila a la menor, y observa que todos los días toma locomoción en el mismo paradero, a los pies de un viejo edificio de cuatro pisos.

Esa mañana sube a la azotea con la argolla y algunas herramientas. Al llegar su hermana, ella ya había fundido la argolla. Cuando se acerca a la muralla deja caer la gruesa gota de oro hirviendo, la cual atraviesa el cráneo de su hermana, enfriándose dentro del cerebro del ahora cadáver:

- Ahí tienes tu argolla…
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