Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

lunes, octubre 29, 2007

Noche de Halloween

Para empezar y para aquellos que no lo sepan, estaré sin internet domiciliario a lo menos por dos semanas (que podrían llegar a tres), por lo que mi comunicación con ustedes se llevará a cabo en este período con el gentil auspicio del internet de mi empleador, en días hábiles y en horarios de oficina hasta que pueda solucionar mi problema de conexión.

Esta historia ya es un clásico de Doctor Blood para Halloween, de hecho quienes me siguen hace tiempo ya la conocen. Para los visitantes más nuevos, este es un espeluznante relato de la noche en que los muertos se apoderan del mundo de los vivos; para darle más ambiente, además de dejarlo en el formato escrito de siempre también lo encontrarán en audio por si lo quieren escuchar por mi dulce y tierna voz. Feliz Halloween a todos…

Halloween


Por fin, la noche esperada. Estoy libre otra vez. Un maldito año encerrado esperando la única noche en que quedo en libertad absoluta de rondar como y donde quiera. A menos que ella aparezca…debo darme prisa, si salgo rápido de la tumba tal vez no lo note, y pueda hacer de las mías por esta sola noche en el año. La ciudad luce igual, quizás más iluminada pero sólo eso… las mismas calles, los mismos cuellos, los mismos huesos… ¡ah, qué festín me daré!, ríos de sangre y entrañas bañando las alcantarillas, alaridos de dolor apagados por falta de garganta, mirada de incertidumbre e incredulidad en las cabezas que ruedan por los suelos, hedor a muerte por doquier…

-Adolfo…- ese nombre, en la penumbra, retumba junto a un batir de alas.

-Adolfo…- su voz, malditamente tierna, dolorosamente dulce, endemoniadamente acogedora. No, maldición, no otra vez. Ese engendro de luz que sale a cazarme cada vez que logro escapar de la cárcel de la perfección. Su vuelo me sobrecoge, el pensar en que me busca sólo para... ¿protegerme? ¡Maldita sea, cree que me busca para protegerme!

Sigo avanzando, al correr de las horas mis alimentos empiezan a intentar volver a sus casas. Esta vez trataré de ser más fino, de no dejar huellas, de dejar pocos restos y tan irreconocibles, que la comida del próximo año no tenga pie para sufrir por los que ahora saciarán mi apetito. ¿Qué hay en el menú? Ancianos…no, poca sustancia, poca sangre, y quedo con mucha sed. Hombres… de pronto alguno opone resistencia, creo que no, estoy algo agotado esta noche. Mujeres…si no gritaran tanto serían un buen plato. Niños…hay que comer muchos para saciarse, y a esta hora ya están escondidos en sus guaridas…. creo que este año serán…


-¡Adolfo!- no puede ser, me encontró. Su sola presencia me ciega, su luminosidad, su bondad, su amor… ¿porqué no me odias para poder destrozarte?, ¿porqué no me atacas para defenderme? ¡Responde, ángel del bien, no me mires con tu nauseabunda bondad, no abras tus endemoniadas alas blancas para cubrirme del viento…deja de sonreír!


-Adolfo…- tu pálida mano se acerca a mi remedo de piel, sé que si logras tocarme habrá acabado todo; tu asquerosa ternura terminará por prender la chispa de la dulzura en mi ser, y me quemará desde dentro, acabando con todo el espanto que he logrado. Los espectros que debían protegerme huyeron, saben que tu cercanía es sinónimo de ascensión, y sólo quieren descender.
Ya no queda más que esperar el desenlace: maldito ángel, esperaste el lugar propicio, me seguiste sin dar señales de vida y luego me arrinconaste… llegó la hora, tu prístina piel se acerca a mi cianótica carne y gris esqueleto, y no puedo huir… por favor engendro celestial, hazlo rápido para no sufrir, para no sentir tanto bien en mi ausencia….

-Adolfo, amor, despierta. De nuevo te quedaste dormido en tu computador. Ya, vaya a disfrazarse, rapidito para ir a pedir dulces mira que tus amigos están por llegar.


-Sí mamá…

miércoles, octubre 24, 2007

Columpio

El niño se mecía lentamente en el columpio del patio. Las tardes de primavera eran especiales para poder mecerse, y el movimiento en sí le permitía desconectarse del mundo que lo rodeaba. Era tan relajante ver la casa ir y venir frente a sus ojos, que podía estar tardes enteras sin que nadie notara su presencia bajo el árbol de donde colgaba el simple juego. Varias veces lo habían catalogado de autista, por el placer que experimentaba con el cíclico vaivén, y por lo desconectado que parecía estar de cualquier estímulo. Pero él no sabía de nombres raros, sólo de ir y venir en el columpio.

Sus padres parecían no quererse… de hecho se odiaban, y él odiaba ese odio. Prefería mecerse todo el tiempo que ellos se peleaban; así, al volver, intentaba convencerse de vivir en una familia normal y feliz. Con el paso del tiempo el odio crecía y las peleas se hacían más largas. Así, el pequeño pasaba cada vez más horas en el columpio. En algún instante su inocente mente llegó a pensar que el árbol era su casa y el columpio su propio patio, exclusivo para él, donde nadie podía subir sin su permiso.

La última pelea había sido terrible, empezó al anochecer y no parecía tener fin. El pequeño escapó por la ventana del dormitorio al patio, y empezó a columpiarse. A medida que oscurecía el niño temía cada vez más que esta pelea nunca terminara. Era la primera vez que escapaba a su columpio de noche; sin darse cuenta vio salir el sol, esconderse y volver a salir.

La pareja había tenido una pelea horrible, que duró casi hasta el amanecer. Luego de levantarse al día siguiente se dieron cuenta que no podían seguir peleando, que debían hacer las paces si querían seguir siendo familia. Decidieron irse el fin de semana lejos de todos, para poder limar todas sus asperezas. Cuando volvieron tres días después, recordaron que no habían encargado a nadie a su hijo…

El niño se mecía lentamente en el columpio del patio. Su cuerpo inerte se balanceaba con el viento de la primavera; su alma por fin podía vivir dentro del árbol y su columpio…

miércoles, octubre 17, 2007

Casa

Las jóvenes risas inundaban las oscuras y semiabandonadas salas. El guardia los miraba con recelo y envidia: ya había olvidado cuando la risa brotaba espontáneamente de su boca. Tal vez era cuando su pelo no era cano ni su piel marchita; o cuando la vida aún era vida. El pequeño edificio fue alguna vez un hogar de ancianos abandonados, donde iban a parar todos los que ya no producían ni tenían medios para no estar en ese encierro. La mayoría de las veces funcionaba como la última morada de esas vidas no deseadas por el “sistema”.

El guardia había llegado de joven al hogar, y había envejecido con él. Había visto llegar por sus medios y salir en cajones austeros a cientos (no sabía si miles) de abuelitos que sólo añoraban su pasado; eso que en un principio lo sumía en depresiones e insomnios, con el paso de los años curtió su alma. Mal que mal, ya existía una verdadera rutina de los cajones, con carpintero incluido. Pero ya hacía 10 años que no llegaban ancianos. Lentamente el flujo empezó a disminuir, hasta que el último de ellos murió y dejó la edificación en su cajón. De ahí en adelante el guardia seguía recibiendo su sueldo, pese a no tener a quién cuidar. En un comienzo se esmeraba por mantener todo limpio; a los dos años dejó de preocuparse.

Hacía ya dos días que el grupo de jóvenes ocupaba la casa. Una mañana de invierno el guardia los divisó pero no dijo nada: total, nadie venía nunca y si no hacían destrozos, no habría problemas. Terminando su turno escuchó el silencio: abruptamente las risas habían desaparecido. Sin darle mayor importancia y pensando que los jóvenes estaban durmiendo, se fue.

A la mañana siguiente volvió a escuchar el silencio. Ahora sí algo preocupado decidió entrar: avanzó lentamente por el derruido pasillo con su luma en ristre. Al llegar al cuarto de los jóvenes, notó que la puerta estaba como nueva, y se veía luz desde el interior. Al entrar vio las paredes y el cielo limpios. En el suelo, que también parecía renovado, estaban los cadáveres envejecidos de los jóvenes, cuya energía usó la casa para volver a la vida…

Daos una vuelta por El patio trasero, si os interesó el prólogo del post anterior.

martes, octubre 09, 2007

Segundo aniversario

Dos años atrás nació en mi mente la idea de un blog de pruebas para ensayar novedades para ideas vagas. Al poco tiempo este blog de pruebas se convirtió en mi alter ego y me llevó a incursionar en un género desconocido para mi escasa experiencia literaria hasta ese entonces, el terror.

Debo reconocer que esto de los blogs me ha reportado algunos logros importantes. El sangriento Doctor Blood me ha dado la oportunidad de descubrir que se pueden hacer muchas cosas en la vida, he logrado editar una antología con todos los cuentos de algo más de un año de posts. Pero el principal logro de Blood fue permitirme conocer gente valiosa, algunos de los cuales estimo y respeto, y otros a los que inclusive me atrevo a llamar amigos. Gracias por estos dos años de amistad y compañía virtual, y en algunos casos real.

En la invitación que dejé en mi último post, los amenacé con una sorpresa de cumpleaños; bueno, para no seguir aburriéndolos con este discurso mamón, dejo con ustedes mi regalo:


Prólogo

El viejo profesor estaba terminando su clase. Llevaba años enseñando en la misma universidad. Muchos pensaban que era parte del inventario de la casa de estudios, pues estaba ahí desde antes que cualquier otro profesor o funcionario. Sus clases eran bastante densas por la complejidad de los temas que dominaba, pero su gran conocimiento le permitía entregar a los alumnos la información necesaria y de un modo que, luego de un tiempo prudente de maduración, era útil y comprensible para su futuro.

El viejo profesor… muchos le decían “el viejo”, pero a sus espaldas. Pese a su aparente avanzada edad, su presencia imponía demasiado respeto. Era cierto, se notaba el paso de los años, aunque nadie sabía su edad (y no se atrevían a preguntar algo así); pero sus más de dos metros de estatura, más de ciento quince kilos de peso, su larga cabellera y su falta de abdomen abultado, era más que suficiente para mantener a raya al capitán del equipo de rugby y al de lucha olímpica juntos. Además, su mirada espantaba al más valiente: sus ojos verdes y la expresión seria y dura al mirar alejaban a los bromistas y a los que preguntaban por preguntar.

A los sesenta minutos clavados de su llegada al auditórium, el viejo profesor dio por terminada su clase de ese día. Algunos aplausos (que detestaba) cerraron su intervención. Luego de ello vino el esperable barullo propio de la salida de los más de cien jóvenes presentes en su exposición: ellos sabían que las clases del “viejo” eran preguntas seguras en todas las pruebas del año, y una parte más que respetable de los exámenes de primera y segunda oportunidad. Por otro lado, muchos de los conocimientos del profesor no estaban en los libros, por tanto era imposible arriesgar tanto al faltar a sus clases o no tomar buenos apuntes.

Cinco minutos después el auditórium había quedado vacío. El viejo profesor guardaba su computador portátil y el proyector… aún recordaba cuando daba clases con la vieja máquina de diapositivas con sus carros redondos llenos… y cuando daba clases con la máquina de carros rectos… y cuando daba clases con esos viejos modelos anatómicos de cadáveres de muertos no reclamados… y cuando daba clases con modelos pintados en tela por artistas altruistas que regalaban su trabajo a los médicos del futuro… y cuando enseñaba de pueblo en pueblo a los barberos para que supieran qué hacer frente a alguna emergencia cuando el médico no estuviera, antes de llegar a la universidad… Pero también recordaba cuando no enseñaba, cuando su vida estaba dedicada a sí mismo, cuando su responsabilidad era nada, y sus pecados muchos y repetidos… tal vez por eso había construido esa universidad, para purgar en parte sus culpas… no, a todos podía engañar pero jamás a sí mismo. Esa universidad era la mejor pantalla para seguir con su vida real, para seguir saciando sus instintos que eran la base de su vida. Esa universidad que estaba situada al lado del castillo donde vivía había sido parte de su morada original, y por sus características era el lugar indicado para ocultar su secreto. Esa universidad albergaba su pasado y sus memorias. Esa universidad fue su primer castillo… cada clase que daba era un cúmulo de recuerdos que llenaba su espíritu. Cada auditórium, cada sala, cada oficina, todas y cada una de las habitaciones habían sido sus creaciones… cada piedra de los cimientos había pasado por sus manos… cada detalle había nacido de su cabeza… y más aún, cada material había pasado por su conciencia antes siquiera de haber formado parte de su proyecto…


¿Qué, no se entendió? Pues bien, si quieren saber de qué se trata hagan click AQUÍ, y de ahí conversamos. Saludos sangrientos…

miércoles, octubre 03, 2007

Guerra santa

El viejo guerrero afilaba pacientemente su espada. Eran cientos las noches previas a alguna batalla en que había hecho el mismo proceso. Sentado a la luz de la luna o de una fogata acariciaba una y otra vez la hoja de acero con la ya gastada piedra de afilar. Cada vez que la piedra recorría la hoja pensaba en los cuellos y extremidades cercenados, en los torsos atravesados, en la sangre que resbalaba hasta el cubremano y la contaminaba. Sí, él luchaba por su fe, eliminando infieles a diestra y siniestra, y siempre que terminaba una batalla quedaba empapado en sangre contaminada. Pero no importaba, el agua limpiaba esa sucia sangre y eliminaba todo rastro de pecado de su ser; valía la pena el sacrificio de sangre para que su dios venciera al del rival.

Pero la batalla que venía era diferente. El general les avisó que un grupo de su misma fe estaba dando problemas, y el líder religioso ordenó que fueran atacados y eliminados. Esta sería la primera vez en que blandiría su espada contra alguien de sus mismas creencias. Pero si el general y el líder lo ordenaban, era por algo. Y mientras imaginaba la sensación de matar a uno de los suyos, terminó de afilar su arma y se dispuso a dormir.

A la mañana siguiente, al despuntar el alba, todo estaba listo. Atacarían en silencio, tratando de eliminar a la gran mayoría sin combatir, y luego daría cuenta de los que alcanzaran a despertar. Cuando estaban por llegar, los perros del campamento empezaron a ladrar con furia, lo que acabó con la sorpresa. Rápidamente el guerrero se adelantó, pues le habían ordenado matar al jefe del campamento. La contienda fue brevísima, al tercer golpe había dejado sin guardia al capitán, al cual atravesó en el corazón para no hacerlo sufrir. Al sacar la espada y elevarla para atacar al siguiente, la sangre del capitán resbaló por la hoja y llegó a su mano. En el instante en que la tocó, su mano y luego su cuerpo empezaron a arder, víctima de la sangre impíamente derramada…


Quedais todos invitados el martes 9 de este mes, al crepúsculo, a visitar este humilde blog, so pena de fenecer por inasistencia, y de perderos la sorpresa de cumpleaños que os tengo.