Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, noviembre 28, 2007

Klaus

El monje Klaus estaba despertando de una horrorosa pesadilla; de solo pensar en la sarta de herejías que había soñado se atemorizaba nuevamente, y pensaba en todas las oraciones de penitencia que le daría su abad. La noche anterior había sido horrible, hervía en fiebre y tos. Un barbero cirujano lo había venido a ver, y entre sueños le escuchó decir algo de una peste en el pulmón; pero luego el abad sentenció que era el justo pago por sus pecados no confesados. Entre el dolor de cabeza y el sudor no lograba conciliar el sueño, y cada vez se ahogaba con más facilidad. Pasada la medianoche y escuchando la lluvia caer, logró conciliar el sueño para caer en su fatídica pesadilla.

Klaus se soñó morir, sus pulmones no aguantaron y se ahogó en su propia sangre. A la mañana siguiente su cuerpo fue rápidamente sepultado en tierra no santificada, fuera de los límites de la abadía y del pueblo, para no propagar la enfermedad que sus pecados le habían otorgado. Luego de pasar todo el día bajo tierra, fue visitado de noche por un extraño individuo. Era increíble pensar lo que la fiebre era capaz de inventar en una sola pesadilla: pero lo que su sueño le deparaba definitivamente era obra del demonio. El hombre que visitó su tumba desenterró su cadáver. Cuidadosamente, y mientras recitaba algunas frases en un idioma similar al latín pero incomprensible para él, vació una botella en su boca entreabierta que contenía un viscoso líquido amarillento. En ese instante sus ojos se abrieron y pudo observar un horrendo color gris en su piel, que hacía juego con su viejo hábito. Al levantarse sintió un desmedido deseo por atacar personas y comer cabezas. Raudamente se dirigió al convento y con salvajismo y agresividad atacó y mató a todos los habitantes, para luego quebrar sus cráneos y engullir sus cerebros. Al terminar el festín macabro se recostó un rato… y despertó agotado de su maldita pesadilla.

Klaus se levantó, no sentía tos ni ahogos. Al llegar al salón del convento descubrió con horror los cadáveres descerebrados de todos sus compañeros. Al mirar sus manos descubrió la horrenda mezcla de rojo y gris que delataba su nueva realidad. Y lo peor de todo es que aún tenía hambre…

miércoles, noviembre 21, 2007

Teléfono

La joven estaba tensa en su escritorio, la incertidumbre la estaba matando pero sabía que tenía que conservar la calma; de hecho para eso le pagaban, para esperar una llamada que tal vez nunca llegaría. El destino era extraño y a veces hasta burlón: ella que vivió toda su niñez y juventud al aire libre, en un campo maravilloso lleno de flores y animales domésticos, ahora estaba confinada a trabajar en una oficina de 9 metros cuadrados sin ventanas y con un gran computador como su contacto con la realidad. Y el teléfono. Pero el teléfono casi no contaba, ella llevaba 3 años trabajando en esa oficina y nunca había sonado. A veces lo levantaba para asegurarse que fuera de verdad y no sólo un adorno más de ese calabozo sin adornos que llamaba “trabajo”.

La joven había sido elegida 3 años atrás al terminar sus estudios como una alumna de excelencia, avezada en todo lo que a tecnología se refiriera, y con una paciencia y sangre fría excepcionales. Que esa oficina le ofreciera trabajo al salir de sus estudios era un verdadero privilegio, y más aún con un sueldo de más del doble de lo que sus compañeros de promoción podrían siquiera soñar… pero ya con 3 años en la rutina del tedio su mente aspiraba a nuevos desafíos y su alma, a una vida normal.

La joven estaba tensa en su escritorio. Había hablado con su jefe directo acerca de sus intenciones de renunciar, y éste la había dicho que consultaría a los mandos superiores y le daría una respuesta, que obviamente recibiría por teléfono. De pronto, el aparato sonó: la cara de alegría de la joven era indescriptible, recibiría la confirmación de su renuncia, y había terminado con la duda de 3 años. Al levantar el fono, una voz desconocida le dio un código numérico: al parecer no había alcanzado a renunciar antes de activar las ojivas nucleares y lanzarlas contra el enemigo…

miércoles, noviembre 14, 2007

Operario

El viejo operario estaba enrabiado. Hacía unas pocas horas había llegado un trabajador nuevo para hacer su mismo trabajo en otra de las máquinas, y desde su aparición se había convertido en el centro del interés y la atención de todos. Claro, como él llevaba ya 29 años en el lugar era casi una máquina más, que todos pasaban por alto por la fuerza de la costumbre. Él era un hombre solo, falto de cariño, con una familia que había formado por accidente cuando le salió un hijo y que lo tenía sólo como sostén económico. Por eso es que había tomado su trabajo como su verdadera familia, y por ello era la rabia que sentía al saberse desplazado.

El joven operario estaba enrabiado. Desde que había llegado a ese maldito lugar, donde tendría que trabajar para mantener al hijo de la mujer con que se acostó ebrio y no se cuidó esa borrosa noche, había sido atosigado y mirado como animal de circo. Había tenido que abandonar sus estudios para empezar a sostener a su familia por descuido, dejando de lado sus sueños e ilusiones. Al parecer la industria era una fábrica de monotonía y fracaso: sino, no se explicaba el porqué de tanto interés por un recién llegado.

El viejo operario miraba al joven: parecía ahogado entre tanto abrazo y saludo falso, tal y como él se sintió al llegar a la industria. Parecía verse en un espejo, 30 años atrás…

El joven operario miraba al viejo: temía estar mirando su futuro, pero pensaba que definitivamente sería así. Parecía verse así 30 años adelante…

De pronto y por un impulso invisible, ambos hombres se acercaron en silencio y se dieron la mano. En ese momento sus almas se intercambiaron: la joven alma en el viejo cuerpo supo que ya no sería acosado y podría terminar sus días lejos de todo y de todos, con una jubilación que haría el trabajo por él. La vieja alma en el joven cuerpo volvió a sentirse el centro de la atención de todos y se dispuso a encarar un nuevo destino, acaso distinto al anterior…

martes, noviembre 06, 2007

Cortinas

Mientras el sol y el calor entraban por todos lados a la casona, el dueño de casa intentaba mantenerse en la sombra. El sol lo incomodaba sobremanera, pero de solo pensar en poner cortinas al interminable número de ventanales que tenía o contratar a alguien que lo hiciera, prefería buscar la única habitación que no tenía ventanas y que le podía asegurar la tranquilidad, soledad y aislamiento que necesitaba para sentirse bien: el subterráneo. Para él el subterráneo era el lugar ideal: nadie lo veía ni él a otros, no importaba si era día o noche pues todo dependía de la iluminación en el techo, estaba aislado de los sonidos de la cada vez más ruidosa civilización… pero como todo lo bueno, su subterráneo tenía un “pero”: el olor.

Un cuarto sin ventanas, con una sola puerta de entrada, y sin suficiente ventilación, era una realidad difícil de pasar por alto. Los olores se concentraban en el subterráneo, y hacía un par de semanas ya no le permitían pensar ni disfrutar tranquilo de sus distracciones. Si quería seguir haciendo su vida tendría que empezar a tomar un poco más en serio el aseo y el espacio disponible en el subterráneo. Era realmente desagradable tener que utilizar tiempo, energía y dinero en arreglar el espacio para su vida fuera del trabajo; pero mientras antes empezara, antes terminaría ese martirio y podría seguir nuevamente haciendo lo que de verdad le gustaba.

De pronto, una idea iluminó su cabeza: podría utilizar partes de los desechos del subterráneo para hacer cortinas para sus ventanales, y con las ventanas cubiertas tendría un espacio aislado de la luz mientras ordenaba definitivamente su adorado subterráneo. Sin pensarlo dos veces puso manos a la obra: sacó de su maletín de instrumental el cuchillo más afilado que tenía, y se dispuso a despellejar los cadáveres de sus alumnas en vías de putrefacción apilados en el subterráneo para usar sus jóvenes pieles de cortinas y luego botar los restos para poder seguir asesinando…