Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, diciembre 26, 2007

Desidia (y más...)

La desidia invadía al soldado. Botado en medio de la selva con el dedo en el gatillo de su fusil veía cómo la vida y la muerte jugaban a su alrededor como quien ve una película vieja con muertos de mentira. Las balas silbaban sobre su cabeza; de tanto en tanto escuchaba el golpe sordo sobre los cuerpos ó cascos de sus compañeros de tropa, viéndolos caer sin posibilidad de sobrevivir más de algunos minutos. Mientras el resto intentaba sobrevivir y avanzar entre las filas enemigas, él sólo esperaba botado a que la vida le diera una señal para volver a combatir, o por lo menos una razón para querer seguir en ella y no dejarse en manos de la muerte.

Dos años llevaba combatiendo una guerra que no era suya. Dos años llevaba luchando contra sus convicciones, obligado por sus superiores y sus enemigos a matar. Ya era una simple sucesión de cadáveres frente a sus ojos antes de dormir (o al menos de intentarlo). Dos años en que la rabia había pasado a pena, en que la pena había pasado a frustración, y en que la frustración había terminado en desidia. Ya las órdenes pasaban a ser irrelevantes: daba lo mismo esperar tres días bajo la lluvia, atacar y asolar pueblos desmilitarizados ó avanzar entre el fuego de francotiradores. A veces se preguntaba si antes de esos dos años había vivido algo, y si al terminar la guerra habría futuro… lamentablemente recordaba tener pasado. Recordaba a la novia que lo abandonó, a los padres que no lo querían, a la depresión, al día que decidió escapar de esa desidia entrando al ejército como recluta para esa guerra, sin saber que esa desidia lo acompañaría.

De pronto escucha el ruido de golpe seco en un cuerpo y su pierna pareció arder como con un fierro al rojo vivo. Inmediatamente vio teñido de oscuro su pantalón. Si no llamaba al personal médico moriría desangrado. Pero su vieja compañera le impedía hacer nada; eso y la anemia lo acercaban cada vez más rápido al final. Ni siquiera fue capaz de dispararse para apurar su muerte…



Estimadas víctimas: los invito a votar en el concurso MCH30 Awards en la categoría Mejor Blog 2007 por este blog en el afiche de la barra lateral (que los lleva al blog de las organizadoras). Y por favor, consideren mi lema de campaña:

VOTA POR MI SI SABES LO QUE TE CONVIENE

miércoles, diciembre 19, 2007

Infiel

La muchacha había cumplido su cometido, había engañado a todo el mundo con una pueril historia de un amigo que la visitaría para conocerla, el cóctel y la conversación que tendrían, todo para no despertar sospechas. Una vez que se deshizo de los incautos y las inoportunas, apagó todas las luces de la casa y se puso su transparente baby-doll negro. De pronto la puerta sonó: tres golpes, tal y como lo habían pactado con su furtivo amante. Abrió rápida y fugazmente la puerta, tirando hacia sí a quien golpeó la clave de acceso; al verlo por primera vez le pareció más alto que en la foto, pero no le dio mayor importancia. Sin mediar palabras lo atrajo sensualmente a sus aposentos. Allí, con la cama abierta y rodeada de pequeñas velas rosadas, se dispuso a abordar a su circunstancial hombre, tomando la iniciativa. Cuando intentó empujarlo a la cama, él resistió el movimiento y la lanzó a ella a dicha situación: al parecer esta vez ella jugaría el rol de víctima. Su amante desconocido se dejó caer sobre ella, acercando su invisible rostro a su grácil cuello. De pronto, algo raro vio aparecer en el borde del mentón de su visita: al pasar su mano, la piel del rostro de su original amante cayó sobre ella desatando un desaforado grito. Antes de sentir su cuello partido en dos, vio el rostro ensangrentado de aquel que no creyó su historia...

miércoles, diciembre 12, 2007

Nombre

La muchacha estaba decidida. La vida se había ensañado demasiadas veces con ella, sin que hubiera sido capaz de de encontrar causas, responsabilidades o culpas de su parte. En tan solo veinticinco años todo lo posible de ocurrir le había ocurrido. Sus padres fallecieron cuando tenía ocho años. Unos tíos se hicieron cargo de ella, quedándose con toda su herencia. Su primo había intentado violarla a los catorce, y cuando lo contó no le creyeron y la echaron de la casa. Deambuló por las calles y puentes de la ciudad por cinco años, conociendo de hambre, sed, frío, abusos y drogas. Pero a los veinte años un quiebre en la espiral le dio algunas esperanzas. Conoció a un joven obrero que se enamoró de ella y le ayudó a salir del pozo de cinco años en que estaba hundida. A los veintiuno se casó y a los veintidós nació su hija: el vivo reflejo de su padre, la persona capaz de devolverle la vida a ese cuerpo ya casi sin alma. Pero el destino le tenía preparado el remate final, como si le hubiera permitido levantarse un poco sólo para que la caída fuera más violenta.

El día del tercer cumpleaños de su hija prepararon con su esposo una pequeña celebración. Mientras él adornaba la mediagua y la niña jugaba a esconderle las cosas, ella salió a comprar la muñeca que su hija le había pedido. Al volver de la tienda vio con espanto dos carros bomba que intentaban apagar los escombros de su mediagua; cuando preguntó le dijeron que nadie había sobrevivido, pues ella había cerrado con llave por fuera por error.

El dolor del alma era inconmensurable. Toda la felicidad que había conseguido en tres años desapareció de una plumada; la vida ya no tenía sentido, y su mente no soportaba tanta culpa ni dolor.

La muchacha estaba lista, con seguridad roció su cuerpo con bencina y encendió un fósforo: las llamas rápidamente la consumieron. Extrañamente luego de morir carbonizada en el sitio eriazo, su mente seguía sintiendo el mismo dolor. Al amanecer notó cómo sus cenizas cobraban vida, se unían unas con otras, y retomaban su forma anterior. Ahora entendió que el sufrimiento terminaría cuando debiera y no cuando ella quisiera. Ahora también entendió el porqué del nombre de hombre que su padre le puso: Fénix…

miércoles, diciembre 05, 2007

Gotera

Esa noche sería horrible. Ya eran las tres de la madrugada, y aún no lograba conciliar el sueño. Es cierto, había sido un día agitado, pero por lo mismo debería estar más cansado; pese a todo, no tenía esperanzas de quedarse dormido. De pronto, lo que faltaba para completar el cuadro: una gotera. Primero con baja cadencia y volumen, luego más rítmica y amplificada por el silencio de la madrugada, el continuo martilleo empezó a ocultar el tictac del reloj, pues más encima estaba sobre el vaso de agua en su velador. Sabía por lo demás que podía correr el vaso para eliminar el ruido, pero eso no solucionaría el problema, sólo lo ocultaría, y terminaría por echar a perder la cubierta del velador.

Cuatro de la madrugada. De fondo sentía el cantar de algunas aves en el patio de la casa… y la gotera. En diez años viviendo en esa maravillosa casona de dos pisos nunca había tenido problemas, y justo ahora tenía que aparecer dicha gotera. Pese a ello no tenía reparos con su casa: acogedora en invierno, fresca en verano, era comprensible que no fuera perfecta, algún defecto debía tener. Y lo más extraño de todo era que su dormitorio estaba en el primer piso… recién en ese instante se dio cuenta que la noche estaba despejada y estaba en el primer piso, a un piso y una mansarda del cielo. Una rápida mirada a su vaso despertó el temor: en vez de transparente el agua estaba roja. Sigilosa pero raudamente se puso de pie, tomó un palo y subió al segundo piso. Calculó cuál sería la habitación que estaba sobre su dormitorio (nunca se había detenido a pensarlo). Con cuidado entreabrió la puerta, y vio con horror un cuerpo decapitado desangrándose en el piso. Por fin pudo respirar con calma: había devorado la cabeza de su novia y dejó olvidado el resto…