Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, marzo 25, 2009

Antisocial

Sentado en la ladera del acantilado el joven disfrutaba del silencio. Con tranquilidad observaba la grandeza de la creación divina, esa que fue forjada a punta de cataclismos y lluvias de rocas estelares, y que había dado como fruto lo que todos llamamos hogar. Donde quiera que su vista viajara veía inmensidad, y por fin podía gozar en soledad y silencio de todo aquello.

Toda su vida había sido tratado de antisocial, cosa que también compartía y le servía de autodefinición, pues sólo quería estar en silencio y soledad. Pero todos sus esfuerzos eran en vano: la sociedad lo rodeaba y lo asfixiaba, y los ruidos lo estaban volviendo loco. Cada vez que quería leer o escribir, alguien empezaba a hablar a su lado, o ponían música a todo volumen, o prendían televisores, computadores o lo que fuera que no le permitiera concentrarse. Cada vez que intentaba sentarse a pensar un poco, o inclusive cuando intentaba meditar mientras caminaba, era interrumpido por gente que empezaba a conversarle acerca de temas que no le interesaban, o por algún encuestador que no aceptaba un no por respuesta. Así, su vida se sumía cada día más en la angustia de estar en una sociedad que no lo toleraba, y que no permitía que él viviera su libertad sin hacerle daño a nadie.

Sentado en la ladera del acantilado el joven disfrutaba del silencio. Luego de liberar un arma biológica en todo el planeta que acabara con la mayoría de los habitantes de las grandes ciudades, no había modo de que lo interrumpieran, más aún en la soledad del acantilado: por fin había obtenido su libertad. De pronto escucha pasos y voces: un grupo de cuatro excursionistas lo había divisado desde lejos y lo ubicaron para contarle la tragedia que habían escuchado en sus radios portátiles. Un tiro en la cabeza de cada uno lo devolvió a su estado ideal.

miércoles, marzo 18, 2009

Hojas secas

Las hojas secas caían de los árboles de la plaza, separadas de las ramas que las cobijaban por la brusca corriente de viento que apareció de improviso. El mismo viento que las separó las impulsó a varios metros de distancia, como asegurándose de no darles la posibilidad de quedar cerca de quien les dio la vida. Así se sentía el anciano que miraba las hojas volar: separado de todos aquellos lugares que lo habían cobijado y que le habían permitido sentirse con algo de vida, por el brusco viento de la realidad.

Los ancianos son una raza especial. No viven de sus logros del día a día, sino de su pasado. Viven de recordar, de contar sus recuerdos, de adornarlos, de sentirlos, de leerlos… y de volver a recordarlos. Y el anciano de la plaza no era distinto al resto de los de su raza. Mientras veía las hojas volar lejos de los árboles, sentado en el banco de la plaza, recordaba la familia que formó, los sacrificios para poder casarse, la lucha titánica por tener un hijo, educarlo, criarlo y entregarlo a la vida como un hombre de bien; recordaba con pesar la muerte de su esposa, la necesidad de ayudar a su hijo en sus momentos de crisis, la decisión de vender la casa para reducir gastos… También recordaba el infame momento en que su único hijo decidió dejarlo en un asilo para que no molestara; por lo menos ahí aprendió que ya no era una persona sino un anciano, y pudo asumir su función en la sociedad: recordar. Finalmente, recordaba el día maldito en que su hijo le avisó que ya no le pagaría más el asilo, y que tendría que ver qué hacer para sobrevivir…

Las hojas secas volaban lejos de los árboles que las cobijaban. Luego que terminaron de volar por la violenta explosión que hizo desaparecer la casa de su hijo que quedaba frente a la plaza con toda su familia dentro, el anciano comprendió que ya no le quedaba más por recordar y que, por ende, había dejado de pertenecer a su nueva condición…

miércoles, marzo 11, 2009

Modo correcto

En la cómoda oscuridad de una noche de verano, el joven adolescente se dirigía a su hogar. Luego de seguir los consejos de su padre y actuar en conciencia, podía volver a su casa con la tranquilidad que da el hacer las cosas del modo correcto.

El quinceañero era hijo de un matrimonio que se había quedado en la época “new age”. Ambos progenitores vivían de trabajos remunerados como cualquiera, pero fuera del horario laboral vivían en comunión con la naturaleza y en equilibrio con la conciencia cósmica del planeta. Él era el menor de tres hermanos, y desde pequeño había sido educado de modo de racionalizar cada cosa que le ocurría y de buscar soluciones acorde a dicho raciocinio. De ese actuar había logrado nunca tener problemas en el colegio y, sin ser un alumno brillante, destacar como un líder positivo dentro de su generación. El muchacho pololeaba con una niña de su edad hacía ya medio año, y se sentía pleno dentro de lo que puede llamarse plenitud a los quince años.

Aquella tarde decidió salir a pasear hacia un barrio del que todos sus amigos hablaban como el lugar de moda para la juventud, pero al que nuca le había interesado ir. Era un barrio lleno de bares y discotecas, donde cada cual hacía lo que quería sin meterse mucho con quienes lo rodeaban; ello estaba muy lejos de lo que él conocía como entretención, pero no lo criticaba pues a nadie hacían daño. A medio andar divisa, a la entrada de una discoteca, a su mejor amigo besando apasionadamente a una joven. Cual no sería su sorpresa al acercarse y ver que la pareja de su amigo era su polola, quien le había dicho que esa noche no saldrían pues tenía un terrible dolor de cabeza…

En la cómoda oscuridad de una noche de verano, el joven adolescente se dirigía a su hogar. Luego de seguir los consejos de su padre y actuar en conciencia, podía volver a su casa con la tranquilidad que da el hacer las cosas del modo correcto. Sólo lo perturbaba no haber podido quitarse toda la sangre de sus manos, luego de matar de sendos piedrazos en la cabeza a su amigo y su polola: la muerte de ellos había sido justa, pues si ambos habían destrozado su alma, debía pagarles del mismo modo para mantener el equilibro cósmico…

miércoles, marzo 04, 2009

Exorcismo

-In nomine Patri, et…
-¿Qué haces, viejo?
-Calla demonio… et Fili, et…
-¿Qué onda? De verdad no entiendo.
-Silencio demonio, no te hagas el tonto, te estoy exorcizando para sacarte del cuerpo de mi nieto… et Spiritu Sactus…
-¿Ah? Oye tata, córtala poh. O sea, que le haga al hardcore trash, use ropa negra y vez en cuando me vuele no quiere decir que esté…
-¡¡Que te calles, engendro del infierno!! No dejaré que acabes con el alma de mi nieto.
-¿Qué es esa agua que me estás salpicando, tata?
-Maldición, ni el agua bendita te domina, maldito íncubo.

-Hola abuelito, ¿qué estás haciendo con mi hermano?
-Estoy salvando su alma inmortal de las garras del demonio hijita, no te acerques.
-Bueno tatita.
-Hija, ¿para qué es esa daga? ¡Noooo!

-¡¡Pero qué mierda le hiciste al abuelo, asesina del demonio!!
-Jajajajaja pobre viejo idiota, nunca quiso entender que no hay que parecer demonio para serlo…