Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, diciembre 30, 2009

Antejardín

La dulce ancianita regaba las plantas de su antejardín. Todas las mañanas y por ya más de sesenta años se levantaba al alba, y antes de desayunar tomaba la envejecida manguera llena de minúsculas filtraciones y empezaba con su querido ritual de regar las plantas. Nada había para ella más grato que regar esas floridas plantas que alegraban y adornaban su jardín, dándole un marco de bellos y frescos colores a la desgastada fachada de su ya desvencijada casa. Junto a ella su viejo perro le daba de vez en cuando algún tirón a la manguera para hacerse notar; en la puerta de la casa la vieja y amarillenta gata simplemente miraba a ambos y se acicalaba con el mismo cuidado y pulcritud de siempre.

Tal como todas las tardes la ancianita, su perro y su gata entraban temprano y cerraban todo con llave para pasar el resto de la vida de cada día juntos al interior del hogar. En la acera del frente el joven vecino miraba la escena con nerviosismo. Sabía que en el barrio todos adoraban a la ancianita, y que si alguien llegaba a saber que intentaría entrar a robar, lo más seguro es que lo matarían en el acto; de hecho él mismo quería y respetaba mucho a la ancianita, pero una semana sin cocaína ya lo tenía al borde de la desesperación, y al no haber nada para robar en casa de sus padres, debía echar mano a algo simple de conseguir y vender. Recordaba haber entrado alguna vez a la casa de la viejita de visita con su madre, y ver con asombro un juego de cubiertos de plata; seguramente su venta le aseguraría una cantidad suficiente de dosis como para no volver a delinquir en una semana.

De madrugada, cuando ya no había almas en la cuadra en vigilia, puso manos a la obra. Sin mayor problema pasó la reja de la casa, que estaba cubierta de una gruesa y tupida enredadera florida. Al dar el primer paso en el jardín algo se levantó con fuerza en el suelo, lanzándolo contra la enredadera de la reja. Al intentar enderezarse, notó que las ramas de la enredadera lo envolvían con fuerza y rapidez; una mueca de espanto se dibujó en su rostro cuando las blancas flores se abalanzaron contra sus carnes.

La dulce ancianita se levantó temprano como siempre a regar sus bellas plantas junto a su perro y su gata. El avanzado deterioro de su vista le impidió ver que las blancas flores que cubrían su reja habían tomado un bello color carmesí…

miércoles, diciembre 23, 2009

Incertidumbre

El viejo empresario estaba decidido, luego de quebrar no quedaba más que terminar con su inútil existencia. De chico su padre le había enseñado que el empresario debía producir contra viento y marea, y que si no era capaz de producir simplemente no era tal. Luego de veinticinco años luchando contra las adversidades de la economía, de sus rivales, de su familia y de la vida como tal, la empresa heredada de su padre, y que había sido creada por su bisabuelo cien años atrás, quedaba en manos de acreedores que sólo buscaban rematar todo para conseguir liquidez al corto plazo. No quedaba salida alguna a la vergüenza frente a la sociedad que lo conoció opulento y prepotente, sólo debía morir y desaparecer dignamente de la realidad. Pero había un problema: tenía miedo de morir.

Al otro lado de la casa, en el comedor, hacía una hora el resto de la familia se había reunido para conversar la situación. La conclusión a la que habían llegado era la misma: dada la pérdida de status social y económico, lo único digno para la dinastía era desaparecer. El hijo mayor había conseguido la cantidad suficiente de pesticida para matar instantáneamente a todos los miembros de la familia; luego de repartirlo todos lo ingirieron a la vez, muriendo en el acto.

Luego de un largo rato tratando de encontrar qué hacer, el viejo empresario recordó que vio en una película de terror a un hombre amarrar el gatillo de un arma a la puerta de su oficina, y cuando su secretaria abrió la puerta, el arma se percutó y le voló la cabeza. Era dentro de todo una buena idea, y de hecho la única que tenía. Luego de revisar detenidamente las cosas que tenía a mano tomó una lienza, cargó su escopeta de dos cañones y la montó de modo tal que cuando alguien de su familia abriera la puerta del dormitorio acabaría con su vida instantáneamente. Ya faltaba poco para la hora de almuerzo, así que en cualquier instante lo irían a buscar. Sólo quedaba lidiar con la incertidumbre del momento fatal…

miércoles, diciembre 16, 2009

Ustedes y nosotros

Ustedes los dioses ascienden con júbilo, gloria y pompa entre sus celestiales reinos, gobernando la vida de los mortales con dura justicia y compasiva severidad; nosotros los demonios nos movemos entre nuestros infiernos y pecados en silencio, y pululamos entre los humanos en su dimensión, tratando de mantenerlos de nuestro lado, como fuere en el principio y como nunca debería dejar de ser.

Ustedes los dioses lo comprenden todo, pues todo salió de ustedes; se alegran de todo, pues de la alegría nacen nuevas ideas; aman a todos, pues el amor es el motor que mueve vuestras creaciones; lo perdonan todo, pues en el perdón basan la posibilidad de seguir creciendo como reino de bien y prosperidad. Nosotros los demonios no comprendemos muchas cosas, pues la bondad sin interés no es comprensible racionalmente; no nos alegramos, pues la realidad está basada en el sufrimiento y el dolor (pero sin embargo dicho dolor y sufrimiento nos causa algo comparable a la alegría); no amamos, pues el amor no es más que el odio sin refinar, y nosotros tendemos a nuestra perfección; no perdonamos, pues el perdón sin redención no existe, y nuestro pecado llamado existencia no es redimible.

Ustedes los dioses tienen un séquito inconmensurable de seguidores, que tienen fe en vuestra existencia gracias a los dogmas que gobiernan dicha creencia. Nosotros los demonios tenemos pocos seguidores, y quienes nos siguen lo hacen con la certeza de nuestra realidad basado en lo que sus ojos ven en la línea de tiempo que llaman vida. Sí, esa es la verdad, ustedes los dioses se sustentan en algo insustentable, nosotros los demonios existimos por antonomasia… ¿no será acaso que nosotros somos la única realidad en este universo de lo tangible, y ustedes no más que un constructo de las mentes débiles de los humanos que necesitan un soporte extrasensorial para darle sentido a sus patéticas existencias? Y si ello fuere así, que ustedes no existieran sino sólo nosotros, ¿no deberíamos acaso ser los dioses, simplemente por ser superiores a los humanos por el solo hecho de no tener corporalidad…?

miércoles, diciembre 09, 2009

Imagen

Bajo el ala de su sombrero de fieltro el joven avanzaba calle abajo en la noche. La lluvia que caía violentamente y la pobre iluminación de la calle, junto con su negro impermeable le daban un aspecto de viejo patético que llamaba la atención de los pocos transeúntes que se atrevían a salir esa lluviosa noche. Una estela de misterio lo envolvía, cosa que lo tenía sin cuidado, a él sólo le importaba llegar luego a su casa a descansar luego de un arduo día de trabajo. Le parecía divertido notar la reacción de la gente al verlo, de hecho no era infrecuente que algunos hasta cruzaran a la acera contraria para no cruzarse en su camino.

La lluvia se hacía más intensa, lo que dificultaba su marcha y hacía más tenebrosa su imagen cortada por las tenues luces de la calle. Le costaba algo entender la reacción que causaba en la gente, de hecho encontraba hasta entretenido el hecho que el color de su ropa y el sombrero le confirieran, en la mente de quienes lo veían, casi poderes mágicos o inclusive malignos. Él sólo salía todas las mañanas al despuntar al alba a su trabajo, luego de lo cual volvía a su hogar para dormir y empezar su rutina al alba siguiente.

Bajo el ala de su sombrero de fieltro el joven cavilaba acerca de su imagen mientras se acercaba a su hogar. Luego de terminar una agotadora jornada de guiar almas malvadas hacia las puertas del averno a pagar sus pecados en la muerte eterna, lo único que anhelaba era llegar a su tumba a descansar sus putrefactas carnes hasta el día siguiente…

miércoles, diciembre 02, 2009

Agotamiento

La vieja escritora estaba sentada impávida frente al monitor de su computador. La hoja en blanco del procesador de texto gastaba su cansada vista luego de horas de estar en el mismo estado, tal y como estaba su mente: sin expresión. Al parecer estaba llegando el temido momento en que cada autor se enfrenta a la realidad dolorosa de la creación humana: el agotamiento final.

Ella ya había pasado por períodos normales de sequía creativa (algo completamente esperable en cualquier escritor), en los cuales escribía verdaderas basuras que a poco andar terminaban borradas de su disco duro y de su mente. Pero ahora la historia era diferente, nada salía de su cabeza capaz de plasmarse en una hoja de algún futuro libro. Si bien era cierto la vida la había premiado y con lo que había ganado en su vida ya no era una necesidad económica el escribir, sí lo era para su alma.

La vieja escritora seguía impávida frente a la pantalla de su computador. El sufrimiento era enorme al tener su cabeza llena de ideas para crear y no poder sacarlas de sí para entregarlas al mundo: el infarto cerebral la había dejado paralizada esa mañana, y no sólo le impedía escribir sino que hacer cualquier movimiento. Lamentablemente sólo paralizó su cuerpo, dejando intactas su mente y su respiración…