Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, agosto 25, 2010

Historia de Sangre: Retorno

Historia de Sangre ©2007 Jorge Araya Poblete
Registro de Propiedad Intelectual Inscripción Nº 160719

Capítulo XXII: Retorno

Veinticinco años habían pasado desde la salida de Blood de Slabcastle. El castillo seguía al cuidado de un administrador ya maduro, que había vivido toda su vida en el lugar, al servicio del extraño sabio del cual no habían tenido noticias. Algunos decían que el hombre era descendiente del primer anciano que siglos atrás había llegado donde uno de los primeros dueños del castillo, y que había sido el fundador del pueblo; pero eso estaba en la nebulosa de las leyendas de la ciudad junto con la historia del monstruo comehombres que creó la ciudad de la nada, y la lucha épica entre el monstruo del bien y del mal supuestamente acaecida en la plaza del otrora pueblo. El trabajo del administrador no consistía exclusivamente en la limpieza y manutención del castillo y sus alrededores, sino también en vigilar y guiar las consultas de los visitantes a la edificación, y preocuparse de que los libros que eran pedidos se devolvieran a tiempo y en las mismas condiciones en que estaban antes del préstamo. Fuera de todo aquello, también debía lidiar con el consejo de gobierno, que tenía planes de apoderarse del castillo para usarlo como nueva sede; la férrea defensa del administrador permitió aclarar las dudas acerca del testamento o contrato de herencia, y el eventual modo de llevarlo a cabo.

Una tarde de verano una imponente figura se acerca por el camino principal y entra a la ciudad. Su estatura y sus duras y extrañas facciones despertaron miedo en los niños y sorpresa en los jóvenes. Algunos de los mayores reconocieron en ese hombre los rasgos de la familia Blood. El hombre venía a pie, y traía consigo una carreta tirada por dos caballos completamente cubierta, lo que aumentaba la curiosidad de los habitantes de la ciudad. Sin inmutarse frente a nadie, se dirigió hacia la sede del consejo. En ella exhibió una serie de documentos que acreditaban que era el heredero del castillo de la losa, luego de lo cual se dirigió hacia su propiedad. Al llegar a las puertas, el administrador lo vio y le abrió prestamente.
-Buenas tardes, soy el…
-Buenas tardes mi señor. ¿Qué tal estuvo el viaje?

Blood no podía engañarlo, él mismo lo había dejado al partir veinticinco años atrás, indicándole que lo reconocería por una pequeña cicatriz en la mano izquierda, que fue justamente lo primero que miró el hombre al recibirlo. Por supuesto para el resto él sería el hijo del anterior dueño, que volvía a la ciudad para reclamar su patrimonio y si lo decidía, para continuar por la senda de su padre. Luego de las preguntas protocolares acerca de los destinos de algunos de los conocidos, del desarrollo de la ciudad en su ausencia, y las contrapreguntas sobre los lugares conocidos y la experiencia ganada, Blood empezó a recorrer su reducto original. Desde que entró al castillo, más bien desde que pisó la losa que lo sostenía y que había sido su origen, se sintió revitalizado. El cansancio que lo había acompañado los últimos cinco años desapareció en el instante en que llegó a la extraña losa, y un verdadero nuevo soplo de vida lo invadió cuando entró a su castillo. Fue grato darse cuenta que el castillo estaba tal cual como lo había dejado veinticinco años atrás. Ver sus libros por doquier en las condiciones en que los había dejado, limpios y en orden, le demostraban que la herencia familiar del anciano que le dio conocimientos a cambio de vida no se había diluido. Gente como él y su familia serían necesarios para apoyar su nuevo proyecto, que más de algún detractor tendría en el consejo gobernante. Pero primero había que interiorizarse de los cambios vividos (o sufridos) por su ciudad los últimos veinticinco años.

La ciudad estaba convertida en un bastión oxidado de la cultura de las épocas pasadas. Otrora había logrado mantener su status de ciudad cultural gracias a sus primeros habitantes, y luego había generado una nueva veta del saber con la llegada del arte con los retornados; pero esta inclusión de manifestaciones artísticas trajo consigo una mirada algo despectiva respecto del conocimiento formal, lo que llevó a la aparición de charlatanes que hicieron tocar fondo a la ciudad como centro de desarrollo del conocimiento. Así pues, el contacto con esa realidad exterior terminó por destruir las bases morales de la ciudad original. En los últimos años se estaba retomando la senda inicial, pero el daño ya estaba hecho: los potenciales nuevos habitantes se negaban a permanecer en un lugar tan ambiguo, y los que habían salido no encontraban sentido a lo que veían al volver y decidían nuevamente partir. De a poco los miembros más viejos del consejo empezaron a retomar las riendas de la situación y el control de la ciudad. La propuesta no era restringir nada ni a nadie, sino dar a cada uno su lugar en la sociedad; que el artista hiciera arte y el científico ciencia, y que ambos respetaran el ámbito del otro, así como cada negociante se dedicaba a su negocio y no interfería en el de los otros. Esto llevó a que se generaran sectores dentro de la ciudad donde imperaba una u otra tendencia; alrededor del castillo se mantuvieron los grupos de pensadores formales, tras de éste los grupos más progresistas, y en los alrededores de ellos y cerca de los límites de la ciudad, los artistas y pensadores más radicales. De este modo, cuando Blood volvió a su castillo, ya existían incipientes barrios dentro de Slabcastle.

Pero había algo más que fue traído por los retornados a la ciudad. Desde que todo salió de la losa, nadie se había interesado en alguna cosa que no fuera tangible. No había cuestionamientos en cuanto a la vida, la trascendencia o la muerte, y qué podía haber luego de ella. Nadie se había preocupado del soplo interno que podía mover cada cuerpo, ni siquiera se habían planteado el cuestionamiento acerca de su presencia o ausencia. Nadie había pensado en cosas no demostrables, superiores o inferiores, buenas o malas, capaces o no de entrar en conflicto entre ellas, que tuvieran algún grado de injerencia en la realidad cotidiana. Pues bien, junto con el arte llegó una tendencia de pensamiento que hablaba de seres superiores con el poder de crear y hacer el bien, y seres inferiores con el poder de destruir y hacer el mal. Dichos seres eran los responsables de todo lo que existía, existió y llegaría a existir. De sus conflictos nacían los conflictos de los humanos. Del influjo de los seres superiores brotaban las virtudes, y del hedor de los inferiores, los defectos. De la influencia de los seres inferiores nacía el mal, y de la acción directa de los seres superiores nacía el bien. La realidad no era más que un reflejo de las influencias de estos seres, y el humano no tenía posibilidad de cambiar nada sin el consentimiento o intervención de ellos. El ser humano debía obedecer o padecer, y había intermediarios entre estos seres y los humanos que decían lo que había que hacer o dejar de hacer. Este fue uno de los focos de conflicto inicial, que se solucionó cuando se formaron los sectores dentro de la ciudad.

De ese modo, Blood llegó a una ciudad distinta a la que había dejado, más cosmopolita, con más ideas de diversa índole circulando. Ya no era el bastión del conocimiento que solía ser, pero podría volver a serlo si es que aún lograba influenciar a la gente a su alrededor. El problema de Slabcastle es que había estado aislada demasiado tiempo, y estaba viviendo los procesos de choques interculturales muy a destiempo en relación a las otras ciudades, y a muy alta velocidad. Pero una vez que dichos procesos terminaran y todo decantara, él estaba seguro que el resultado final sería más que provechoso. Sólo faltaba dejar a cada cual con sus ideas, y guiar a los diversos grupos hacia un objetivo común que respetara las diferencias pero que no inhibiera la identidad de ciudad que tanto les había costado lograr. El momento era el adecuado, el cambio que pensaba gatillar se enmarcaría en el cambio general que su ciudad vivía.

Dos semanas después de su retorno, la gente de los alrededores de la losa empezaron a notar movimientos raros en el castillo. Blood y el administrador estaban midiendo y marcando la losa ubicada al norte del castillo, más cerca del límite externo que del mismo castillo, lo que hacía pensar en una nueva construcción más que en una ampliación… de hecho pensar en una ampliación era ridículo, dado el tamaño del castillo y los escasos habitantes que tenía. Se había elegido un lugar extraño: la losa estaba bastante más alejada de la cantera que usaban los habitantes del pueblo para proveerse de materiales de construcción que el resto de la ciudad, hubiera sido más fácil y más cómodo un sitio alejado… de todos modos el nuevo dueño tendría sus razones, a lo mejor era una promesa que le había hecho a su padre… además, nadie entendía el sentido de una nueva edificación en ese lugar en particular, así que había que esperar a ver qué pasaba. Por lo menos la gente veía en la incipiente construcción la posibilidad de trabajo extra que nunca estaría de más. Para el solo hecho de transportar las rocas de la cantera a la losa, y viendo el tamaño de la superficie que estaban marcando, se necesitarían a lo menos unos 20 hombres y varias carretas. Durante una semana, dueño y administrador marcaron el suelo de lo que fuera que estaban haciendo, mientras revisaban planos detallados traídos por el joven Blood. Al terminar esa semana ambos hombres, con la ayuda de gente de confianza del administrador, tendieron grandes paños sujetos de altas varas de madera para cubrir por completo el perímetro de la zona. Esa misma noche, los habitantes de la ciudad fueron despertados por una seguidilla de violentos golpes que provocaron una suerte de pequeño temblor, cuyo origen al parecer era la zona cubierta de la nueva construcción. A la mañana siguiente, y al remover las varas con los paños, los habitantes vieron una gran pila de piedras con forma de ladrillos acumulada en la zona de construcción, de características similares a la de la misma losa. Conociendo la personalidad del padre del nuevo dueño, imaginaron que al preguntar por algo así al joven recibirían la misma respuesta que la del progenitor: un frío silencio y una aún más gélida mirada…

miércoles, agosto 18, 2010

Historia de Sangre: Desafío

Historia de Sangre ©2007 Jorge Araya Poblete
Registro de Propiedad Intelectual Inscripción Nº 160719

Capítulo XXI: Desafío

La primera travesía de Blood sería la más compleja y significativa de todas. Ella demostraría su capacidad de adaptabilidad al mundo externo y condicionaría sus decisiones a futuro. Ya no era sólo saber de todo un poco y de algunas cosas bastante, había llegado el momento de aplicar dicho conocimiento en la vida real. Además, marcaría definitivamente su relación con las nuevas generaciones de habitantes de Slabcastle, su ciudad. Por fin vería si era capaz de convencer a todos que era quien no era, y si le permitirían recobrar su castillo a su regreso. El castillo de la losa… realmente era el mejor nombre para la ciudad. Era una pena que nadie supiera la importancia de dicho nombre en su existencia. Pero todo eso se vería en su momento, su objetivo por ahora era salir, aprender y sobrevivir.

En los dos primeros pueblos que visitó en su periplo no encontró grandes diferencias con el suyo. Gente de diversas condiciones que luchaban por sobrevivir, desempeñando oficios, comiendo, viajando, durmiendo, naciendo y muriendo día a día. Y era este tópico, el de la muerte prematura, el que captaba la principal atención de Blood. Hasta en sus ya viejos libros los conocimientos médicos estaban más avanzados que en dichos pueblos; al parecer las novedades se quedaban en las ciudades y centros de enseñanza, y no bajaban a las personas que los necesitaban para sobrevivir. La estructura era simple, había un hombre docto en conocimientos que miraba de lejos a los enfermos y gracias a los relatos de ellos mismos o sus familiares dictaban rancios diagnósticos de memoria en forma de aforismos, que funcionaban casi como una ley sagrada dictada desde el más allá; dicho aforismo contenía en sus líneas el “tratamiento” a seguir, el cual era una rara mezcla entre vagos conocimientos y mucha magia. Por otro lado había otro individuo sin estudios, que estaba encargado de mantener vivos a los ciudadanos mientras el docto se dignaba aparecer; éste hacía las veces de cirujano, odontólogo y examinador de pacientes según la guía del docto y sólo si él lo solicitaba, para lo cual era guiado a la distancia por un largo bastón en manos del conocedor. Cuando no ejercía estas labores, se dedicaba a la barbería y la peluquería.

Así pues, su primera meta era ayudar a las personas a vivir un poco más y algo mejor. Dado que el docto no estaba disponible para un forastero con rasgos y porte de leñador, cazador o guerrero, debería empezar por los barberos. Ellos, que estaban en contacto continuo con la gente, serían los depositarios de lo que les alcanzara a entregar antes de tener que marcharse. Sus resultados fueron disímiles: en el primer poblado fue desestimado por los barberos y expulsado por los ciudadanos; al parecer su leyenda era conocida en esa zona pese a que nunca había cazado por allí. En el segundo poblado la recepción fue mejor, los barberos empezaron a escucharlo y a aplicar lo que él les enseñó con bastantes buenos resultados. El problema era que los médicos empezaron a cuestionar su accionar, basados en que no respetaba los aforismos clásicos, y movidos por la notoria merma en sus ganancias. Al parecer ahí estaba la raíz del problema, en la formación del docto. Por ende, si quería generar cambios a largo plazo, debía buscar donde ellos se formaban.

Si bien es cierto el objetivo de su accionar ya estaba planteado, faltaba definir el cómo. Si llegaba a las escuelas donde se impartía el conocimiento diciendo “eh, aquí vengo a traerles la verdad que anula todo lo que ustedes saben”, lo más seguro es que no recibiría exactamente una bienvenida. Debía empezar de a poco, sembrando una pequeña semilla que diera grandes frutos en no mucho tiempo; desde su punto de vista los barberos seguían siendo el terreno preciso para sembrar esa semilla. En la tercera ciudad que visitó encontró lo que estaba buscando. Era una ciudad bastante grande, a orillas del mar, con un puerto no menos conocido ni influyente que el de ciudades cercanas a la capital del reino; esto hacía que tuviera un gran flujo de personas de distintas partes del mundo, con distintas costumbres y necesidades. Por la gran extensión de la ciudad, tenía a su haber varios médicos y barberos; todos eran relativamente jóvenes, y por la gran cantidad de gente que debían ver no se generaban competencias por enfermos, sino más bien existía un marcado déficit. De a poco Blood se hizo amigo de uno de los barberos, al cual comenzó a entregar sus secretos; cuando éste vio que todos daban resultados, y que la gente empezaba a llamarlo a él con más frecuencia que al resto, decidió hablar con los otros barberos de la región para compartir con ellos dichos trucos. En un mes, el primer aprendiz presionado por sus pares habló con Blood para ver la posibilidad de que les enseñara de modo más formal sus conocimientos. Así, empezó a dictar clases de la incipiente medicina en una de las barberías y en alguna de las plazas cuando el clima lo permitía. De noche…

A los pocos meses los médicos notaron el extraño cambio en la salud de la población y se contactaron con los barberos para interrogarlos acerca de las extrañas técnicas que estaban aplicando. En un principio responsabilizaron de todo a los extranjeros que venían en los barcos que atracaban día tras día en su puerto, y que traían novedades de ultramar. Pero a poco andar uno de ellos no pudo guardar el secreto y terminó revelando la verdad.

Blood llegó a la barbería, la cual ya se encontraba cerrada a esa hora y dispuesta para iniciar las clases correspondientes. Al entrar, se encontró con tres hombres vestidos con largas togas negras y tres soldados armados. La sorpresa fue mutua: los médicos y los soldados esperaban ver entrar a un viejo y enclenque hombre con anteojos y larga barba, y en vez de ello apareció un gigante que parecía cualquier cosa menos un erudito.
-¡¡Dios mío!!-exclamaron a coro.
-Buenas tardes señores… doctores, oficiales…
-…ehhh… ¿usted es el… Doctor Blood?
-Sí, podría decirse que sí- al escuchar su modo de hablar los soldados y los médicos por fin pudieron respirar.
-Doctor, queríamos conocerlo-su interlocutor era el más viejo de los jóvenes médicos.-Los barberos nos cuentan que usted los ha estado instruyendo en… una nueva forma del arte médico…
-Doctor, mi intención no ha sido importunar a nadie, sólo entregar mis conocimientos de la ciencia médica a sus barberos. Estos hombres son bastante inteligentes, aprenden con facilidad, y aplican lo que aprenden en las personas de manera bastante estricta. Si lo que estoy haciendo está mal, díganmelo por favor.
-Doctor Blood-interrumpió el oficial-, no puede ejercer sin licencia en esta ciudad.
-Lo imagino oficial, es por eso que no he ejercido, sino sólo educado a su gente en esta ciencia.
-Doctor, no sé de dónde venga usted, y sinceramente creo en sus buenas intenciones, pero es complicado intentar enseñar una medicina fuera de los cánones clásicos.
-Puede ser, pero dichos cánones clásicos están pasados de moda. Sé que vuestra principal preocupación es la salud de la gente que vive y pasa por su ciudad, y es por eso que les ofrezco esta oportunidad. La medicina que hacen es mala, miran al paciente de lejos, no tocan, no se preocupan más que de cuál aforismo recitar según la ocasión. Eso puede ser muy efectista, pero ya no tan efectivo.
-¿Y se supone que toquemos a los pacientes, como un vil barbero?
-¿Qué pensaron cuando me vieron llegar?
-… que un gigante de circo se había escapado y entrado a la barbería-espetó uno de los soldados.
-Y luego de escucharme, ¿sigo siendo el gigante de circo?
-….
-¿Cómo entonces pueden calificar de viles a los barberos? ¿Acaso a los médicos los afeitan los condes o los duques?-un amago de risa se ahogó en la barbería.
-Por supuesto que no-contestó el aludido- pero eso…
-¿Y cuando el barbero te afeita no te toca la cara?-las facciones de Blood cambiaban lentamente de simpatía a apatía.
-Claro que sí, pero…
-¿Y cuando te acuestas con prostitutas no las tocas enteras?
-… no es lo mismo, es decir…
-¿Y por qué quienes te llaman entonces, no merecen que los toques para conocer mejor su sufrimiento?
-Doctor-interrumpió el oficial-, no soy quien para cuestionar sus argumentos, pero nuestros médicos estudiaron en afamadas universidades y tienen el respaldo de esas instituciones para sus conocimientos.
-Oficial, entiendo y respeto eso. Lo que yo estoy haciendo es cambiar por completo la forma, y modernizar un poco el fondo.
-Sus cambios a la forma son radicales, doctor-respondió el médico que había iniciado el diálogo.-Y más encima usted enseña exclusivamente a barberos. Disculpe pero ellos no tienen argumentos para rebatir sus eventuales errores.-La cara de Blood cambió nuevamente a empatía.
-Buen punto el que ha tocado doctor. Pero está en un error, yo no enseño sólo a barberos, enseño a quien quiera aprender. Si para usted no es una ofensa, no tengo ningún problema en compartir mis conocimientos con todos ustedes.

Un murmullo llenó la habitación al escuchar esas últimas palabras. Antes que afloraran reacciones y sentimientos ofensivos y dañinos, el médico que guiaba la conversación respondió:
-Bien Doctor Blood, me parece una excelente idea. Yo seré su primer “alumno”…
-Colega… yo no le enseñaré a usted, nosotros compartiremos conocimientos y ambos saldremos sabiendo más, se lo aseguro.
-Pues bien, está todo zanjado-comentó el oficial-, nuestra presencia aquí ya no es necesaria. Ustedes preocúpense de sus conocimientos, que nosotros partiremos mañana al alba al pueblo vecino. Ha habido una serie de desapariciones y nos pidieron ayuda para capturar a quien sea que esté metido en esto. Doctor Blood, trate de no salir de noche, no queremos que haya víctimas en nuestra ciudad.
-No se preocupe oficial, no es tan fácil raptarme… por mi peso y por mi estatura…
-Claro, claro. Buenas noches a todos.

Blood había logrado lo que quería. Sabía que el médico se había ofrecido de “alumno” para intentar desenmascararlo si es que era un impostor, pero no tendría problemas en demostrar lo contrario. El gran ganador en dicha conversación había sido él. Estuvo a punto de ponerse agresivo con el médico que intentó ofender a los barberos, pero supo controlar la situación. Además, una nueva palabra se había sumado a su léxico, una que había escuchado y leído un par de veces, y que probablemente se transformaría en una nueva meta en su vida: universidad…

miércoles, agosto 11, 2010

Historia de Sangre: Renovación

Historia de Sangre ©2007 Jorge Araya Poblete
Registro de Propiedad Intelectual Inscripción Nº 160719

Capítulo XX: Renovación

Luego de un par de siglos de encierro, en que el mundo que estaba más allá de los límites de la losa frenó un poco su espíritu destructivo y ambicioso, las cosas habían cambiado bastante para el pueblo de Blood. De partida ya no eran pueblo, sino ciudad. Los límites se habían ampliado y gran parte del bosque que rodeaba al sitio original había sido talado, aplanado y construido. Las casas ya no eran simples y de madera: la piedra había desplazado a los otros materiales de construcción, y la madera se usaba para construir muebles y detalles de las nuevas edificaciones, además de servir de combustible para cocinar y calentar los hogares; las construcciones eran grandes, funcionales, resistentes y bastante similares unas con otras. La ciudad ya estaba en contacto pleno con sus alrededores, y estaba en proceso de diversificación: si bien es cierto la primera fuente de ingresos era el conocimiento -por lo cual el flujo de estudiantes era continuo en toda época del año- ya algunos de los habitantes más jóvenes estaban usando los conocimientos adquiridos para generar productos. Se estaba pasando del saber por el gusto de saber, al saber como medio para obtener una mejor calidad de vida.

Blood no era un caso aparte respecto de los cambios, aunque para su apreciación, los que a él le competían eran definitivamente para bien. Luego de su frustrada primera salida y de la formación del consejo de ancianos, su participación en las decisiones de la ciudad empezó a diluirse. Discretamente dio un paso al costado para permitir que los humanos comenzaran su proceso de autodeterminación, mientras él seguía aprendiendo todo lo que pasara por sus manos. Pasados algunos años muchos jóvenes empezaron a migrar a otros lugares, buscando horizontes distintos. Con el tiempo, un poco menos de la mitad regresó trayendo las tan ansiadas novedades para el desarrollo del saber. Pero además de traer libros e instrumentos de incipiente ciencia para enseñar a los ávidos lugareños, trajeron una forma de conocimiento algo distinta: el arte. Además de todo lo esperado venían representaciones en tela, piedra y madera de acontecimientos y realidades, y artefactos que producían sonidos agradables al oído. Junto con ello, libros que traían en sus páginas relatos ficticios, cuyo único fin era distraer y entretener a los lectores. La diversificación estaba comenzando.

Junto con los libros, obras de arte y artefactos, los jóvenes que retornaron trajeron ideas. Ya no bastaba simplemente dejar que un consejo de ancianos sabios guiara la ciudad, también era necesaria la presencia de la juventud en dicho consejo. Pero no era simplemente que los mismos ancianos definieran quién debía entrar a su grupo, los jóvenes planteaban que era la gente la que debía elegir; los ancianos accedieron, y con el paso del tiempo el gobierno pasó a manos de las mayorías. Pese a dicho cambio, el origen de la población seguía siendo el mismo, y por tanto todas las decisiones seguían pasando por la razón: las personas eran otras, pero el norte seguía siendo el mismo.

Otra de las ideas que traían los retornados era la identidad grupal. Cada vez que llegaban a algún lugar, dicho lugar tenía un nombre, tal como el de una persona; y los habitantes de dicho lugar adquirían dicha identidad grupal, se sentían representantes y representados por su sitio de origen. Ellos también sentían dicha identidad, la vivían, era ella la que los había llevado a retornar (de hecho mas bien era la que los había llevado a salir para mejorar luego su pueblo natal) y querían tener ahora un nombre que los identificara, del cual sentirse orgullosos y que poder llevar a todos lados. Las ideas eran muchas, y todas daban vueltas en torno a la idea de conocimiento y sabiduría; de pronto, uno de los consejeros les recordó que el origen y centro original de la ciudad era el castillo y su dueño. Así, el siguiente debate se centró en homenajear con el nombre de la ciudad a Blood y su castillo. Luego de muchas controversias el aludido fue llamado a dar su opinión. Blood agradeció el intento de homenaje, y planteó su sugerencia: dado que el verdadero origen de todo había sido la losa que dio pie al castillo, el nombre que a él le gustaría debería tener relación con la losa que dio origen al castillo. Luego de muchas deliberaciones se atendió la petición de Blood, y para incluirlo tangencialmente en el homenaje se usó el idioma en que estaba el nombre del dueño del castillo. Desde ese día la ciudad se empezó a llamar Slabcastle, el “castillo de la losa”.

Para Blood, mantener su secreto empezaba a hacerse cada día más complicado. Ya no quedaban habitantes de las primeras generaciones, los que habían heredado el secreto estaban bastante viejos, y su credibilidad estaba pasando a un segundo plano: era imposible para sus descendientes creer en la historia de un sabio hombre de día que se transformaba en una bestia antropófaga de noche. Por tanto, decidió empezar a desaparecer por períodos moderados de tiempo para luego volver como el “descendiente” de sí mismo. De un u otro modo cumpliría con su viejo anhelo de recorrer otras ciudades para compartir conocimientos, y ver si aún podía seguir aprendiendo. Por otro lado, quería ver si lograría ser capaz de enseñar lo suyo a desconocidos. Era un objetivo bastante grande, pero lo que le sobraba era tiempo. Además, ahora salía de una ciudad en proceso de autogestión, de expansión, con un gobierno establecido, y en un instante en que no había tantos riesgos como antes de volver y encontrar escombros. Dado que su aspecto físico no había variado mucho, las posibilidades de pasar por un descendiente quince o veinte años después eran altísimas; en el peor de los casos, si no lo aceptaban cuando volviera, podía empezar de nuevo donde fuera, lo único que necesitaba era libros y humanos…

miércoles, agosto 04, 2010

Historia de Sangre: Viaje

Historia de Sangre ©2007 Jorge Araya Poblete
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Capítulo XIX: Viaje

Una noche Blood va en busca del anciano más joven del pueblo. La decisión implicaba hacer todo bien, para que su ausencia no significara una debacle a futuro, tanto para él como para el pueblo. La idea era simple: dejaría al anciano más joven a cargo de los destinos de la población, quien formaría un consejo con otros sabios para que lo asesoraran, mientras él recorría el mundo recolectando conocimientos útiles para el desarrollo del pueblo y su futura conversión a ciudad. Los adultos más jóvenes, hombres y mujeres solteros que así lo desearan, también saldrían a recorrer el mundo por su parte para crecer y en lo posible volver con su crecimiento para compartirlo con el resto. La idea final era una: mantener el pueblo como una isla de conocimiento capaz de absorber lo útil de la vida en el exterior, sin dejarse contaminar por sus defectos. Era casi una quimera, pero se podía hacer un buen intento. Ya por varias décadas se había logrado; ahora que habría apertura el riesgo era mayor pero controlable. Y obviamente, los beneficios eran muchísimo mayores que los riesgos. Esa misma noche Blood partió su viaje de sabiduría, siguiendo transversalmente el eje del sol, que en la noche se correspondía con el de una de las lunas. Por primera vez en lo que recordaba de su existencia, sentía algo que cabía en la definición que había visto en uno de sus diccionarios de la palabra “emoción”…

Su marcha no era similar a la de las cacerías, iba caminando con tranquilidad a través del bosque, en paralelo a los montes que noche a noche cruzaba para ir a cazar. Entendía bien que este viaje iba a cambiar muchas cosas, y necesitaba meditar bien los pasos a seguir. De partida debería tener cierta vida social. Si bien es cierto no era difícil contactarse con los humanos en el pueblo, allá él era el señor; fuera de su castillo y de su pueblo, sería sólo un alguien más. Si su objetivo era aprender, debía estar el tiempo justo en cada lugar, lo suficiente para ganar la confianza de quienes lo rodearan para que compartieran con él sus conocimientos, pero no tanto como para no despertar sospechas con su casi nulo envejecimiento, y con sus hábitos alimentarios. Ese era otro problema grave: era muy probable que durante grandes períodos de tiempo tuviera que renunciar a matar y comer humanos… no podría relacionarse bien con ellos si estuviera conversando con eventuales víctimas; además, debía controlar sus reacciones, su fuerza y su velocidad. Por otro lado, había visto en los otros pueblos, aquellos que visitaba de noche, huellas de conflictos y agresiones entre humanos. Al parecer el ambiente entre ellos se estaba haciendo bastante denso; por lo que lograba escuchar, y por los comentarios de algunos de los habitantes del pueblo que tenían conocidos en otros lados, fuera de los límites de su escondite no primaba el raciocinio ni el conocimiento, sino la ignorancia y las creencias sin fundamento. Al parecer quienes guiaban espiritualmente a los humanos no eran hombres de espíritu limpio, poseían conocimientos pero los ocultaban, y dejaban ver sólo lo que a sus ambiciones convenía. Al parecer en todas las escuelas de creencias era así, por lo tanto la ignorancia producida artificialmente por quienes debían propiciar paz era suficientemente fuerte como para gatillar conflictos entre los humanos. Al parecer los únicos ganadores terminarían siendo quienes propiciaron dichos conflictos, pues ellos nunca pelearían, y pese a perder mantendrían sus privilegios. Al parecer ya no era tan buena idea salir a buscar conocimientos, por lo menos para él.

Luego de caminar media noche a través del bosque, dio con un camino. Estaba bastante bien cuidado, se notaban huellas frescas de caballos y carruajes, aparentemente pesados o en gran número por la profundidad de las marcas. Extrañamente se veía muy claro para la hora que era, Blood esperaba esa luminosidad algunas horas más tarde, y no saliendo por ese lugar. En ese instante su curiosidad se abrió paso a través de su prudencia, y corrió para llegar luego a la fuente de la claridad. Algunos cientos de metros más allá, se detuvo abruptamente donde se veía a lo lejos el origen de dicha luz: una gran ciudad, de más del triple de la superficie de la suya, con varios castillos en su interior y completamente amurallada, ardiendo en casi su totalidad. A su alrededor, portentos de madera y metal movidos por cientos de animales de gran envergadura, frutos del ingenio mal guiado y mal gobernado del humano, arrojando masas de fuego y combustibles por sobre las murallas, y atacando las puertas para ingresar a ellas y seguir arrasando lo que el fuego pudiera dejar en pie. A lo lejos, un grupo de arqueros excelentemente bien entrenados y organizados atravesando a cuanto ser vivo saliera de los límites de dicha muralla con sus certeras flechas, cargadas de odio y muerte. Los atacantes enarbolaban señales que los identificaban, que les daban identidad de grupo, que adornaban sus estandartes y escudos. Los lucían con orgullo. Los defensores poco se preocupaban de sus señales, su único objetivo era sobrevivir. Para el vencedor, era el triunfo de sus ideas sobre las del otro; para el perdedor, era la victoria de la intransigencia y la ignorancia sobre la verdad…

Qué alejada estaba dicha realidad de la de su pueblo; todo lo que no se explicaba por la razón era simplemente descartado, previa explicación y discusión. Por supuesto que al no haber mayor contacto con el exterior las posibilidades de choques de ideas eran menores. Pero si no eran ideas sino fanatismo ciego guiado por líderes inteligentes que gobernaban gracias a mantener la ignorancia, el riesgo era inmenso. Y ese riesgo podía significar destrucción. Había visto el poderío militar de los humanos. La gente de su pueblo carecía de ejército, y las armas que usaban eran netamente de caza. Sus conocimientos se limitaban a lo que habían leído o escuchado. Él podía luchar por ellos, ahora que su secreto se sabía abiertamente, pero jamás había peleado contra hordas organizadas de humanos, de día y de frente. Tenía grandes poderes físicos, pero no eran ilimitados, y nunca los había llevado a su límite. La única pelea a su haber que había librado por algo que no fuera comida, y en la cual usó todas sus fuerzas fue contra la joven bestia, pero él no era humano, y apenas duró un golpe. Por otro lado, en la eventualidad de ser capaz de vencer a un pequeño ejército, las posibilidades de que el segundo ataque fuera con un despliegue de fuerzas ostensiblemente mayor aumentaban… De hecho bastaba simplemente afirmarse en la historia para comprobar esta teoría; sin ir más allá, la ciudad que había visto arder hace poco rato podía ser reflejo de ese triste destino… Mientras divagaba seguía avanzando, no podía detener su avance bajo ninguna circunstancia. Había que ganar tiempo, pues los sucesos que vio tenían una gran connotación para su decisión final. Por fin a lo lejos se veía luz de verdad, de naturaleza y no de incendio de humanos. Por fin el sol salía para dar luz de vida y no de muerte. Por fin el sol iluminaba todo a su alrededor, como la inteligencia y el raciocinio iluminaban a su pueblo. Por fin volvía a ver los límites de su aldea, donde ya se agrupaban aquellos que pensaban seguir su ejemplo saliendo a buscar sabiduría y no esperar a que simplemente les llegara a sus puertas… Al parecer había llegado a tiempo para detener el principio del fin de los únicos humanos que no le importaban como alimento. Definitivamente el viaje que empezó y terminó dicha noche fue de gran sabiduría…