Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, febrero 23, 2011

Bunker

Encerrado en el bunker de su mente el escritor logra escribir. Luego de años luchando contra la avalancha de estímulos que lo bombardean desde los medios y de su familia, se dio cuenta que la suya era una batalla perdida, y que el único modo de estar aislado de todo y todos era encerrándose en su mente. Así, mientras el resto sigue haciendo su vida, él puede parecer que está con ellos pero en realidad logra liberar su pasión en sus escritos.

Sentado en la soledad de su refugio, 50 metros bajo la superficie de su cerebro, el escritor crea sus ideas. En la semioscuridad que da la trama de su cerebro, e iluminado por sus ideas antiguas, logra crear cosas que no existen más que ahí, hasta que él decida traspasarlas a la memoria de su computador, o al papel. Y esas mismas ideas dadas a luz generan la luz suficiente para poder seguir creando y eternizando el proceso creativo.

Encerrado en el bunker de su mente el escritor logra escribir. De pronto un poderoso estruendo resuena y con espanto ve cómo las paredes de su bunker caen demolidas por aquella tenebrosa bomba perforante llamada cotidianeidad, que lo lleva a salir nuevamente y como tantas veces, y que lo obligará a rehacer su refugio creativo para poder escapar de su peor enemigo: la realidad.

miércoles, febrero 16, 2011

Noche de bar

-¿Qué quieres?
-Nada.
-¿Por qué estás aquí?
-No sé, simplemente vi el bar, me llamó la atención y entré.
-¿Y quieres que crea que no me viste?
-No, me interesa muy poco lo que creas. No te vi pese a lo que creas o dejes de creer.
-¿Piensas que siendo agresivo va a cambiar algo de nuestra historia?
-No, nada. Soy agresivo, contigo y con todos.
-¿Y qué haremos ahora?
-Yo no haré nada.
-¿Nada? ¿Sabes lo que eso significa?
-No.
-Yo no salgo por nada. Si tú no haces nada deberé hacerlo yo.
-Está bien. Total, ya he hecho mucho por ti, ahora te toca devolverme la mano.
-¿Me estás diciendo que te debo algo acaso?
-Por supuesto. En todos estos años de sicario te he dado una gran cantidad de muertos. Llegó la hora que me compenses.
-Está bien, si no vas a matar a nadie esta noche y es eso lo que deseas, te llevaré a ti.
-Gracias, amiga Muerte…

miércoles, febrero 09, 2011

Poeta

Sentado en la terraza mientras la lluvia moja todo a su alrededor, el viejo poeta piensa en su vida. A sabiendas que el tiempo está por alcanzarlo, intenta ordenar sus ideas, creencias y pensamientos para poder explicarle a la inmortalidad el por qué de las decisiones que tomó en su vida y que lo llevaron a estar, a su 89 años, sentado en esa terraza con la lluvia mojando todo a su alrededor.

El viejo poeta alguna vez fue joven. En aquel entonces la poesía no era más que una idea que le hacía pensar en aburrimiento, por lo cual nunca pensaba en ella. Montado en su moto no había límites para él, con 19 años tenía toda una vida por delante para disfrutar sin temor a equivocarse varias veces en el camino. Junto con su novia recorría la ciudad y sus alrededores sin mayores preocupaciones, más que el combustible y el alcohol. Debía eso sí conducir con cuidado, ese mes se había presentado extremadamente lluvioso, y el riesgo de accidentarse era enorme. Una noche, luego de una salida en que la conversación los hizo perder el sentido del tiempo y al notar el retraso, decidió llevar a su novia a su casa por un atajo para que sus padres no se enojaran con ambos. La oscuridad y el alcohol le impidieron ver el hoyo cubierto de agua a mitad de la calle; cuando se dio cuenta, estaba botado en el suelo con el brazo muy adolorido. Metros más allá yacía su novia, sangrando profusamente por su abdomen.

Cuando llegaron al hospital en la ambulancia el diagnóstico fue lapidario: la chica moriría inexorablemente esa noche. El joven, preso de la angustia, salió corriendo de la sala de espera de la urgencia sin saber qué hacer ni cómo avisarle a los padres de la muchacha. Sentado al borde de la acera con la cabeza entre las manos, siente de pronto que alguien se le acerca por la espalda. Al voltear, un hombre sin semblante ni expresión le entrega un amarillento papel. Luego de mirar el papel miró al hombre, quien ahora tenía extendida la mano con una lapicera entre los dedos; sin pensarlo dos veces firmó el papel. En ese instante el hombre sin semblante ni expresión da media vuelta y desaparece bajo la lluvia. El joven se levanta lentamente, entra a la urgencia, pide ver a su novia, y sin mediar palabras la besa en la frente. En ese instante la muchacha recobra el conocimiento y empieza a sanar sus heridas.

Sentado en la terraza mientras la lluvia moja todo a su alrededor, el viejo poeta piensa en su vida. Una semana atrás había dejado a su joven novia en la urgencia completamente sana, luego de firmar un pacto que le devolvería la salud y la vida en siete días, por cada uno de los cuales él pagaría con diez años de su existencia. No se sabía capaz de pensar, sentir y escribir tan rápido como para terminar un poemario en una semana. Ahora sólo quedaba esperar al final del día a que lo vinieran a buscar para empezar a recorrer en su moto los caminos del infierno.

miércoles, febrero 02, 2011

Nueva

La muchacha coqueteaba con el adusto hombre de negocios en el bar. Mientras ella usaba todos sus encantos para llamar su atención, él simplemente miraba por la ventana hacia la calle; luego de su última aventura y sus consecuencias, sólo deseaba estar solo un tiempo. Para la muchacha ese hombre era interesante, alguien que cabía a primera vista en la categoría de señor. Ropa bien cuidada, perfectamente afeitado, cabello entrecano y ojos oscuros enmarcaban una presencia seria pero afable. Para el hombre la muchacha era una tentación. Joven, voluptuosa, ropa ceñida al cuerpo muy llamativa, pelo largo color azabache, piel tostada.

Pasado un par de horas el alcohol ya había hecho el efecto que la muchacha esperaba, logrando que el hombre conversara con ella. Una hora después el hombre se dejó llevar por sus instintos y llevó a la muchacha a su departamento. Al parecer esa noche no estaría solo; ya habría tiempo luego de hacerse cargo de las consecuencias.

El despertar del hombre fue como de costumbre, con un terrible sentimiento de culpa y dándose cuenta del error cometido; ahora sólo quedaba asumir la responsabilidad de las consecuencias. Luego de levantarse, bañarse y vestirse con ropa cómoda, tomó el cuerpo de la muchacha para subirlo al portamaletas del auto y deshacerse de él. Ya vería durante la tarde dónde dejar la cabeza; probablemente debería guardar las más antiguas en la bodega para dejar espacio a las nuevas.