Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, mayo 25, 2011

El griego

La muchacha apuntaba a la cabeza del cazador. Luego de semanas de ser perseguida por el cazador de humanos, de haber visto cómo mataba a toda su familia y a varios de sus amigos, de hacerla perder por ende su trabajo y todo su entorno social, el maldito desgraciado había cometido un error y ahora estaba a merced suya. El revólver calibre 45 estaba cargado, el cazador estaba desarmado e indefenso, arrodillado a sus pies esperando su destino. Sabía que el tipo era el mejor sicario de la mafia, sabía que además de cazador de humanos le decían “el griego” pese a su pálida tez, ojos celestes y pelo casi albino; sabía que nadie se había salvado con vida de su persecución, sabía también que era su culpa el estar en esa situación por haberle robado drogas y dinero al capo de la mafia y por haber matado a su hijo (pese a ser en defensa propia, cosa que por supuesto a nadie importaba). Y ahora sabía que por fin terminaría con el reinado del más temible sicario del que se tenía conocimiento, reventando su cabeza con una bala del 45, y que no sabría jamás por qué le decían el griego. También sabía que probablemente ese sería el penúltimo acto de su vida, y que el siguiente sería reventar su propia cabeza con otra de las balas del revólver: ya sin familia, amigos, trabajo ni vida, parecía no valer la pena seguir gastando el aire del resto. Además, cuando la mafia supiera que había sobrevivido y muerto al griego, la persecución se convertiría en un martirio, y su muerte sería lenta y dolorosa.

La muchacha apuntaba a la cabeza del cazador. Sin pensarlo dos veces amartilló el arma y descerrajó un tiro en la frente del griego; luego de verlo caer de lado y sangrar profusamente volvió a amartillar el revólver y puso la bala que seguía en su propia sien. Un par de minutos después el cazador de humanos reaccionó y se puso de pie, secando la sangre de su cabeza mientras el agujero se cerraba por sí mismo. Con la misma calma de siempre recogió su arma, botó los dos casquillos e inició el retorno a su hogar. Tal como todas sus víctimas, la pobre desgraciada nunca supo que le decían el griego por la mitología, y que el centro de su vida no estaba ni en su corazón ni en su cerebro, sino en su hígado...

miércoles, mayo 18, 2011

Pasos

Sus pasos sonaban con eco. El golpe de los bototos en el agua retumbaba en las paredes del túnel subterráneo. El alcantarillado no era un sitio agradable para trabajar, pero tal y como decía su padre, alguien tenía que hacer el trabajo sucio. Los años trabajando en la oscuridad, la humedad y los malos olores ya lo tenían curtido. Además de lo propio de encontrar en una alcantarilla, a veces aparecían cosas que no debían estar ahí; para eso estaba contratado, para sacar de ese lugar todo aquello que no correspondiera. Dinero, drogas, armas, cadáveres de humanos y animales eran frecuentes de hallar en algunos de los túneles, y su labor era sacar aquellos que podía, y avisar a la policía respecto de los que pudieran ser ilegales.

Esa tarde había sido otra aburrida jornada de trabajo, pues no había aparecido nada especial. Obviamente eso era bueno pues significaba menos esfuerzo y en algunos casos, menos problemas. Faltando una hora para terminar, no veía que nada pudiera alterar ese grato aburrimiento. Mientras caminaba de vuelta hacia la salida a la superficie escuchó una gotera. Para cualquiera sin experiencia el ruido de una gotera no se diferenciaba de cualquier otra, pero para él si había una diferencia: el eco. Para lo fino de las gotas, el eco que provocaban era inmenso. Al iluminar el lugar de donde provenía el eco, no logró ver nada. Las gotas caían en el piso del túnel, y desaparecían sin dejar rastro ni formar posa. Era inverosímil ese ruido sin haber gotas gruesas ni agua aposada. Lo más seguro es que debajo del túnel hubiera algún viejo forado, como recuerdo de alguna galería o acueducto en desuso. Al acercarse vio que los adoquines estaban levemente separados, y sin pensarlo dos veces les dio un brusco pisotón.

Sus pasos sonaban con eco. Era lo único de él que sonaba en el mundo real luego de atravesar el portal hacia la dimensión paralela aquella fatídica tarde camino de vuelta a la superficie. Su pisotón lo hizo pasar y lo dejó encerrado para siempre en un túnel eterno y sin fin que recorría el mundo entero, y que sólo dejaba pasar el eco de sus pasos, absorbiendo sus gritos, llantos, alaridos y golpes a la nada. Su única esperanza era que algún otro bobo pisara donde él pisó para reabrir el portal e intentar huir.

miércoles, mayo 11, 2011

Consejo de ancianos

Sentado frente a la nada el más joven de los ancianos no sabía qué hacer. Estaba en la situación más ingrata y complicada que hubiera podido imaginar, y en el momento más inadecuado para vivirla. El hombre era el miembro menos añoso del consejo de ancianos que gobernaba los destinos de la gran tribu del sur del cerro desierto, que se suponía estaba conformado por aquellos nominados por las deidades que les habían dado la vida a ellos y a todo el planeta, pero que en realidad eran nombrados entre ellos y por ellos mismos, ocultos en las sombras de la ignorancia de las gentes de la tribu, obedeciendo a simples criterios de conveniencia económica.

El consejo de ancianos estaba encargado de dictar las directrices de todos los aspectos de la vida en la tribu. Por un consenso tácito era el mayor de los ancianos quien zanjaba las decisiones, luego que cada tema era debatido por los miembros del consejo. Él era el último incorporado a ese grupo de poder, luego de dar a su hija mayor en matrimonio a otro de los miembros del consejo como pago para lograr su nominación (que para la tribu había sido elegido por los dioses). Por tanto, su poder sólo estaba radicado en la posibilidad de tener voz, la más débil dentro de las voces, y donde sólo existía un voto.

Aquella noche se había reunido el consejo a petición del más anciano. No había motivo en especial para reunirse ni temas pendientes que solucionar; pero como fue pedido por el más anciano, fue considerado como una orden por todo el resto de los miembros. Una vez hecho silencio el anciano habló. Dijo que una voz le había hablado en sueños y le había dicho que debía dejar su cargo y entregar su poder al nuevo miembro. Sin dar lugar al debate el más anciano se puso de pie y se retiró, dejando a todos desconcertados y al nominado casi congelado en su puesto. ¿Cómo podría gobernar ese consejo siendo el menor y el más nuevo? ¿Acaso todos acatarían lo que dijo el más anciano, dejando de lado sus ambiciones y envidias por una voz en la mente tal vez delirante de un viejo decrépito?

Sentado frente a la nada el más joven de los ancianos no sabía qué hacer. El consejo aceptó sin reparos su nominación como líder, y ahora el destino de la tribu se encontraba en sus maduras pero inexpertas manos. Tal vez subestimó la influencia del viejo, y no creyó que al ofrecerle a su hija menor las puertas se le abrirían tan fácilmente. Lo que nunca supo es que el saliente líder había negociado que todos aceptaran la voz en sueños, a cambio de compartir a la pequeña niña...

miércoles, mayo 04, 2011

Mediocre

El escritor se enfrentaba a su realidad. Luego de años de escribir y escribir tuvo que reconocer que era un mal escritor. Su curriculum estaba lleno de lugares comunes, personajes copiados, historias repetidas y finales predecibles, y pese a ello era un triunfador. Sin saber cómo, había logrado que las editoriales se pelearan por publicar sus textos, y que cada libro que publicara fuera éxito de ventas en casi todo el mundo. Así, había logrado tener un excelente pasar para él mismo y toda su familia, y con apenas cuarenta y cinco años tenía asegurado el futuro de dos generaciones de su descendencia. Pero un año antes había decidido releer todos sus escritos desde su primera publicación, y luego de terminado el proceso se vio como un mediocre con suerte.

¿Qué se hace cuando la realidad te escupe en la cara a la mitad de la vida? ¿Apurar el fin, cambiar el rumbo, buscar causas, hacerse el estúpido? Las posibilidades podían ser ilimitadas, pero el sufrimiento causado por la verdad era una tortura indescriptible. Para empezar debía contactar a su editor y decirle que ya no escribiría más, mal que mal tenía recursos para hacerlo, e inclusive hasta le alcanzaba para indemnizar a la editorial si es que iban a juicio. Luego de conversar con él y llegar a un acuerdo respecto de las re-ediciones de sus trabajos, se dio la noticia al público. La reacción de la masa fue incomprensible para él: cientos de miles de mails colmaron su correo y el de la editorial, exigiendo que cambiara de opinión. Programas de televisión, reportajes en diarios y revistas, páginas web y cuanto medio de difusión estuviese disponible era útil para que cambiara de parecer y siguiera escribiendo.

El escritor se enfrentaba a la realidad. Mientras empezaba su nueva novela luego de ceder a las presiones de sus fanáticos lectores en todo el mundo, intentaba entender lo que había sucedido. La respuesta más simple era a la vez la más terrible, y posiblemente la única cierta: los escritos de un mediocre con suerte llenaban las necesidades de los millones de mediocres desafortunados.