Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, febrero 29, 2012

Medium

El cartero iba en su destartalada bicicleta por la vereda haciendo su ruta de siempre. Los tiempos habían cambiado bastante y el oficio de cartero no había quedado ajeno a dichos cambios. En la era del correo electrónico la correspondencia estaba reducida a cuentas, promociones, revistas, suscripciones y una que otra carta de persona a persona, cosa que no se veía a veces en meses. Pero además la imagen del cartero estaba mal considerada, ya no era respetada como antaño; dos días atrás un par de jóvenes con poleras de club deportivo le preguntaron por una dirección, y en un descuido lo derribaron y le quitaron su bicicleta, y ahora tenía que usar una que tenía en desuso en su casa.

El cartero iba dando la vuelta en una esquina no muy concurrida. Justo cuando pasaba al lado de un frondoso árbol de grueso tronco y de enormes raíces que ya estaban levantando el pavimento, un sujeto de dimensiones descomunales se cruza en su camino y lo derriba. El miedo se apodera del cartero cuando ve que el individuo monstruoso saca una cuerda amarilla con una marca roja; sin mayor esfuerzo el gigantón estira al cartero en el suelo cuan largo es, y pone la cuerda sobre su cuerpo: luego de eso, simplemente lo deja en el suelo y sigue su camino. El cartero queda casi petrificado en el suelo sin saber qué pasó. De pronto ve aparecer un carabinero que venía hacia ellos, al parecer sin haber notado lo de la agresión. El cartero ve desde el suelo que el tipo, sin mediar provocación, toma del cuello al policía y lo azota contra el suelo, luego de lo cual vuelve a sacar la cuerda con la marca: al ver que la estatura del carabinero medio mareado corresponde exactamente con la marca roja, descarga un certero puñetazo en su frente que azota su cabeza contra el piso aturdiéndolo. Mientras el cartero se pone de pie, es testigo de un espectáculo macabro: de entre sus ropas el tipo saca una especie de espada de forma extraña, y la pasa por el cuerpo del policía de la cabeza a los pies, dividiéndolo en dos mitades. Casi al borde de los vómitos el cartero ve que de pronto aparece una camioneta en la cual el gigante lanza las dos mitades del cadáver del desafortunado policía. Cuando el tipo se aprestaba a huir con sus cómplices, se da vuelta y mira al cartero, luego de lo cual se sube, desapareciendo en el vehículo a una altísima velocidad. El cartero estaba en shock: la muerte del carabinero lo descompensó, pero la imagen del asesino, cuya mitad derecha era diferente a la izquierda, lo dejó paralizado.

miércoles, febrero 22, 2012

Operativo

El policía tuerto llegó al sitio del suceso. El living del departamento estaba totalmente regado de sangre, la cual había sido absorbida en parte por la vieja alfombra, que para mala suerte de los herederos del occiso, era blanca. El caso parecía pertenecer al mismo modus operandi de la seguidilla de asesinatos que él y su compañero estaban siguiendo hacía meses: hombre de mediana edad, contextura física normal, cadáver degollado, y la marca característica del eventual psicópata: se había llevado los ojos.

El policía seguía en servicio activo pese a haber perdido un ojo. En una persecución le dio alcance a un traficante menor, y mientras forcejeaba con él uno de los soldados del cartel le golpeó la cabeza con un palo, y aprovechando que se lo quebró del golpe y que el resto del madero quedó astillado, se lo ensartó en el ojo izquierdo reventándoselo. Un par de segundos después se sintieron dos disparos de su compañero quien ultimó a su agresor y al traficante que intentaba huir, lamentablemente no a tiempo como para haber alcanzado a salvar el ojo de su amigo. El alto mando, una vez se hubo recuperado de sus heridas, le permitió seguir dadas sus capacidades investigativas y para no perjudicar su pensión de vejez que estaba a cortos años de empezar a recibir.

Mientras examinaban el sitio del suceso, el compañero del policía tuerto vio algo extraño al lado de la pata de un sofá de poca altura: al acercarse se dio cuenta que era uno de los ojos de la víctima. Rápidamente lo tomó con su mano enguantada y lo echó a la bolsa plástica que llevaba en el bolsillo, donde guardaba el otro: desde que su compañero perdió el ojo por su culpa, él se había encargado de matar y quitar los ojos a todos los traficantes de los que tenía noticias. Cuando su amigo se jubilara le entregaría la bolsa con todos los ojos congelados, para que los tuviera para su vejez...

miércoles, febrero 15, 2012

Indio

El sargento Necuñir estaba muy enojado, odiaba cuando lo enviaban a alguna misión simplemente por su apellido. Durante los ocho años de su carrera militar siempre había tenido que lidiar contra los prejuicios de su entorno, y ahora que por fin había logrado el reconocimiento y el grado que merecía, sus superiores seguían tratándolo como una raza más que como una persona: el indio.

Necuñir tenía el peor estigma que puede tener un chileno: ser mapuche. Discriminado y prejuiciado por todo y por todos, el pueblo mapuche siempre ha sido mal mirado en el país. Desde niño Necuñir debió aprender a defenderse de los chilenos, a los que su gente llamaba huinca, palabra que tampoco le gustaba porque sabía que eso no era más que discriminar pero para el otro lado. Día tras día, año tras año, tuvo que aguantar y lidiar contra compañeros de colegio y de liceo que le decían indio a cada rato. Con el paso del tiempo la situación se complicó cuando salió del colegio y decidió que su futuro estaba en el ejército. Luego de tener que convencer a su familia que eso era su futuro y no otro, y de tener que pasar por una loca ceremonia inventada por una tía solterona que decía ser machi, donde lo encomendó a los pillanes para que lo protegieran y le regaló un colmillo perforado colgando de una tira de cuero que hacía las veces de amuleto, logró pasar las pruebas de ingreso. En la escuela de suboficiales siguió su lucha: indio, borracho, flojo, panadero, eran epítetos a los que tenía que hacer frente u obviar dependiendo de quién vinieran. Pese a todo logró graduarse, y luego de un incidente fronterizo con unos cuatreros internacionales, fue por fin ascendido a sargento. Los años de sufrimiento por fin se veían coronados con el signo del triunfo en su brazo.

El sargento Necuñir estaba muy enojado, odiaba cuando lo enviaban a alguna misión simplemente por su apellido. Inteligencia estaba revisando una información acerca del eventual paso de espías desde la frontera argentina, y que se escondían en una vieja y gran caverna conocida como la Cueva de la Serpiente. Como el nombre de la cueva estaba basado en una vieja leyenda mapuche, fue él el elegido para ir a investigar junto con diez soldados a su cargo. Nuevamente el indio tendría que agachar la cabeza y obedecer una orden que tenía que ver con prejuicios más que con capacidades. Cuando ya habían avanzado cerca de trescientos metros en los jeep sin encontrar nada sospechoso, de pronto el vehículo en que él encabezaba el grupo cayó en un hoyo lo suficientemente grande como para romper una de las ruedas delanteras y apagar los focos. Un extraño gruñido provocó la huida de su tropa; cuando logró encender su linterna se encontró cara a cara con un gigantesco ojo que lo miraba con odio y decisión. Instintivamente Necuñir se llevó la mano al cuello para aferrarse al colmillo ritual que lo protegería de Caicaivilú, encontrando en su lugar sólo su placa de identificación militar.

miércoles, febrero 08, 2012

Imaginación

La pequeña jugaba feliz con sus padres en el living del departamento. Con cuatro años podía disfrutar de la compañía de sus progenitores todas las tardes de vuelta del jardín infantil cuando ellos habían terminado su jornada laboral. Si bien es cierto tenía muchos juguetes y le encantaba cantar y bailar con los programas infantiles de moda, sus padres la hacían jugar con algo propio: su imaginación. Al menos durante media hora diaria la hacían sentarse en la gastada alfombra al medio de los sillones con los ojos cerrados, le empezaban a contar una historia y ella tenía que decorar en su mente todas las imágenes. Así, la pequeña era capaz de crear mundos enteros sin nada a su alrededor.

Esa tarde sus padres le dijeron que le contarían una historia distinta, y que tenía que hacer lo posible por imaginarla. La pequeña se acomodó en el suelo y cerró sus ojos. Su madre le empezó a contar un cuento acerca de un valle alrededor de una hermosa cascada tornasol, donde las flores danzaban en torno a ella en una especie de ronda multicolor. De pronto y sin mediar relato algunas nubes empezaron a cubrir el cielo opacando los colores del agua y haciendo que las flores dejaran de bailar y se empezaran a marchitar. En medio de esa escena se escucha la voz de su padre que le dice que debe mover las nubes para que todo vuelva a la normalidad. Con sus párpados cada vez más apretados lucha por mover las nubes, hasta que de pronto imagina un torbellino que se las lleva lejos; sin embargo y de la nada el agua empieza a tomar un horrible tinte negro, ante lo cual la pequeña imagina una nube rosada que deja caer lluvia de dicho color hasta que todo queda teñido de su tono favorito y de a poco empieza a recuperar sus colores originales. A los pocos segundos un enorme monstruo de piedra aparece en escena para empezar a romper la vegetación. Desesperada, la pequeña echa mano a toda su imaginación y logra crear un gigante de árboles, flores y nubes, que guía el agua de la cascada y logra derribar al monstruo destructor, recomponiendo su valle de ensueño.

La pequeña jugaba feliz con sus padres en el living del departamento. Luego del extraño cuento que se armó en su cabeza abrió sus ojos algo cansada, con mucha hambre y ganas de comer helado de colores. Su madre y su padre la abrazaron y la llevaron al refrigerador para que comiera directamente de la caja todo lo que se le antojara. Una vez que la pequeña se durmiera tendrían tiempo de descansar y de recuperar fuerzas luego del salvaje combate mental que habían tenido con su hija, a sabiendas que el futuro de los magos del bien estaba asegurado gracias a los poderes de su primogénita.

miércoles, febrero 01, 2012

Hermana menor

La marea subía y subía rápidamente, no dando tiempo a nadie de intentar salvar sus vidas o pertenencias. El puerto a esa hora de la mañana se encontraba atestado de turistas hambrientos listos a desembolsar su dinero para obtener pescados y mariscos frescos y de buena calidad; por su parte los pescadores artesanales tenían sus botes en la arena y los usaban como verdaderos puestos ambulantes de venta. Todo iba bien, cuando de pronto alguien notó que estaba pisando agua en vez de arena: cuando dio la voz de alerta, todos notaron que el borde costero estaba cien metros más adentro de lo normal. El miedo se apoderó de quienes estaban en el puerto, llevándolos a desatar casi una estampida para escapar lo más pronto posible a tierras más altas y seguras; pero en la medida que avanzaban, el mar lo hacía más rápido, enlenteciendo y complicando su huída.

Después del último gran maremoto, las mareas habían estado muy desordenadas. Cada vez que empezaba a subir descontroladamente, los pescadores buscaban en el cielo a la luna, que casi siempre se veía enorme cuando el mar se desordenaba. Pese a ser de día, los pescadores y muchos turistas buscaron la luna en su huída, viéndola por el oriente de un tamaño descomunal. En esos momentos ya estaba desatada la histeria, pues en el último maremoto la luna se vio también de día y del mismo tamaño.

La marea subía y subía rápidamente, no dando tiempo a nadie de intentar salvar sus vidas o pertenencias. De improviso, y cuando ya muchos empezaban a dejar de huir y se daban por vencidos esperando a que la muerte los envolviera lo más rápido posible en su oscuro manto, la marea empezó a bajar y el mar retornó suavemente a su lugar. Sólo uno de los pescadores alcanzó a notar la presencia de la pequeña luna fantasma, formada por los restos del nacimiento de la luna conocida, que equilibró las mareas desatadas por la luna real apareciendo fugazmente por el poniente, desapareciendo luego gracias a su atmósfera color cielo después de compensar a su veleidosa y temperamental hermana mayor.