Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, diciembre 25, 2013

Juguete



El pequeño niño lloraba desconsolado. El juguete que más quería estaba a punto de ser quemado, y ni siquiera sus padres parecían tener intenciones de querer salvarlo. A sus seis años, era la pena más grande que le había tocado vivir, desde que tenía uso de razón.

El niño era el hijo único de una joven pareja de practicantes religiosos, que lo habían traído al mundo porque era ley de dios mantener poblada la tierra. El niño nunca se había sentido querido por sus padres, así que buscaba en la naturaleza el amor que no recibía de parte de sus progenitores. Así, el pequeño pasaba el día recolectando insectos y gusanos, que se convertían en sus incidentales compañeros de juego hasta que alguno lo picaba y terminaba aplastado, o hasta que se aburriera y los dejara volver a sus particulares existencias.

Un día de festividad religiosa, en que se instalaban vendedores itinerantes formando una feria que ayudaba a los fieles a mantener las largas jornadas de penitencia y oración, el niño y sus padres paseaban entre las mesas mirando lo que había y que pudiera servir para seguir rindiendo culto del modo más pío posible, evitando los puestos de juegos de azar y banalidades. Entre todas las mesas, la madre del pequeño encontró una que vendía maderas aromáticas para quemar las ofrendas; en la mesa de al lado, una vieja mujer vendía muñecos con formas de animales, lo que de inmediato llamó la atención del pequeño, quien empezó a pedir a sus padres que le compraran uno, siendo ignorado por ambos. Justo antes de irse del lugar, la vieja se compadeció del niño y le regaló un pequeño juguete con forma similar a la de un oso.

Desde ese día el niño dejó de jugar con insectos, y dedicó su vida al muñeco. Todas sus energías se destinaban en mantener al oso entero y lo menos sucio posible, para que su madre no se enojara con ellos. La vida del pequeño se hizo un poco más feliz, y la de sus padres algo más tranquila, al no tener que lidiar con las picaduras en la piel de su hijo, y los insectos aplastados en su cama.

Un par de semanas después, mientras se encontraba jugando fuera de la choza de sus padres, un gran barullo se apoderó del lugar, que provenía de casi toda la gente del pueblo, que parecía marchar en dirección al templo de oración. Algunos minutos más tarde, sus padres, su oso y él se sumaron al grupo. Cuando llegaron al lugar, a las afueras del templo había un gran poste de madera enterrado verticalmente, rodeado de pedazos de madera de todos los tamaños en su base, y con una mujer atada a él. El pequeño con alegría reconoció el rostro de la mujer amarrada: era la vieja que le había regalado su juguete amado.

Luego de un rato en que todos vociferaban y la mujer parecía haberse quedado dormida, el líder del templo llegó con una antorcha y encendió los palos en la base del poste, para que la amable vieja se empezara a quemar. De pronto el hombre vio en los brazos del niño el juguete, ordenándole a sus padres que se lo quitaran para lanzarlo al fuego junto con su creadora. Sin que sus fuerzas sirvieran de nada, el juguete le fue arrebatado de las manos y entregado al líder religioso.   

El pequeño niño lloraba desconsolado. El juguete que más quería estaba a punto de ser quemado, y ni siquiera sus padres parecían tener intenciones de querer salvarlo. Justo antes de caer en la hoguera, el demonio que poseyó el cuerpo de la vieja, y que había ocupado por algunos minutos el maltrecho juguete, se apoderó del cuerpo del niño, salvándose nuevamente de volver a su hogar antes de tiempo. Esa noche se encargaría de degollar a todos en el pueblo, y probablemente dejaría algún muñeco con forma de oso en el abdomen abierto del líder religioso, o tal vez ocupando el lugar de sus genitales, sólo para reírse un poco del nuevo fallido intento.

miércoles, diciembre 18, 2013

Compañero



En su lecho de muerte, que no era más que la piedra donde había caído luego de cinco o seis golpes de espada, el joven guerrero esperaba el instante en que su alma se deshiciera de una vez por todas del cuerpo maltrecho de veintitrés años, que apenas le había servido para luchar por siete años para su rey, y en contra de aquellos otros muchachos que estuvieran del lado del rey rival del suyo, para iniciar el camino hacia el paraíso prometido a todos los guerreros que murieran en batalla, o en nombre de quien habían jurado defender.

A los dieciséis años, el entrenador de los muchachos decidió que su cuerpo ya estaba listo para ser liberado en el campo de batalla; desde ese instante, su vida se transformó en una vorágine de sangre, matanzas, violaciones, y pérdida de todo lo que pudiera en su momento considerarse humanidad. En su segunda batalla, el muchacho medio decapitó a un viejo guerrero que usaba mal su escudo y no sujetaba su espada; cuando el joven se acercó al cuerpo agonizante del anciano, descubrió que entre sus ropas llevaba a un perro, el que estaba sujetando para salvarlo de morir en medio de la batalla. Sin pensarlo dos veces, el joven adoptó al perro como su compañero.

Cuando el muchacho llegó al campamento, le dio parte de su comida al animal, e hizo lo único que sabía hacer: empezar a golpear al perro, tal como a él lo habían golpeado desde los siete años, para enseñarle a pelear a su lado. Así, día tras día, el joven y el perro adquirían cada vez más fuerza y más furia para luchar en batallas que les eran ajenas, pero que al fin de la jornada justificaban la comida, el agua, el calor y la ropa.

Pasados los años, ambos guerreros aprendían el uno del otro a combatir como un todo, ayudándose, protegiéndose, y conformando algo parecido a lo que las personas que no vivían de la guerra llamaban vida. El hecho de llegar vivos y enteros al final de la jornada era suficiente para sentirse felices, y compartir una caricia con el otro.

En la fatídica batalla final, joven y perro avanzaban con fiereza entre las tropas rivales, que los superaban en número y preparación, haciendo hasta lo imposible para sobrevivir y lograr hacer mella en sus rivales. De pronto un soldado montado a caballo cargó en su contra, y justo cuando estaba por ser aplastado por el corcel, el caballar recibió una poderosa dentellada en una de sus patas traseras de parte del perro, quien casi al instante murió a ser coceado por la otra pata del enorme animal, que le dio de lleno en la cabeza. El joven desesperado apuñaló con su espada al caballo, quedando su espada atrapada en la musculatura de la bestia, lo que facilitó que su jinete le propinara los cinco o seis golpes de espada que lo dejaron al borde de la muerte.

El joven seguía tendido en la piedra, desangrándose lentamente, en espera que la dolorosa espera por la Parca durara el menor tiempo posible. De pronto frente a su nublada vista apareció la imagen de su perro. El joven intentó levantar la mano para acariciar al animal: en ese instante el espíritu de su compañero le mordió el cuello para destrozarlo de una vez, y poder por fin irse juntos al paraíso de la guerra, en las tierras de Hades.

miércoles, diciembre 11, 2013

Prueba



—Sujeto de prueba ZH2533, ¿está listo?—preguntó la voz alterada a través del vidrio.
—Sí señor—respondió el soldado voluntario.
—¿Leyó el consentimiento informado, lo entendió, y lo firmó sin estar sometido a ningún tipo de presión de sus superiores, en uso de todos sus sentidos, y en plenitud de sus capacidades mentales?—dijo la voz.
—Sí señor—volvió a responder el soldado.
—¿Las implicancias del consentimiento que firmó no van en contra de su moral, de su juramento de proteger a la patria con su vida si fuera necesario, ni de su religión?—preguntó ahora la voz.
—No señor—contestó en esta ocasión el soldado.
—Bien, empecemos—dijo la voz por el micrófono, para luego cortarlo y dirigirse a sus colaboradores.
—Señores, todo lo que hagamos será grabado por medios audiovisuales convencionales y avanzados. Pese a la complejidad del proceso y al riesgo de caer en manos enemigas, siempre debe quedar registro de cada acción—dijo el oficial—. Ingeniero, active el modificador molecular.
—Modificador molecular activado—dijo el ingeniero, mientras un gran destello luminoso se dejaba ver a través del grueso vidrio de polímero de aluminio transparente—. Modificador molecular completa proceso de disminución de densidad molecular de sujeto de prueba ZH2533. Densidad molecular final, diez por ciento de la original.
—Tenientes, activen las llaves del alterador biológico en tres, dos, uno—dijo el oficial, mientras dos tenientes esperaban en los dos extremos de la gran habitación a girar las dos llaves al mismo tiempo para encender el alterador biológico.
—Alterador activado, señor—dijeron ambos tenientes a coro.
—Ingeniero, proceda a alteración biológica—ordenó el oficial.
—Iniciando alteración biológica—dijo el ingeniero, luego de lo cual una especie de cañón disparó un haz de partículas sobre el sujeto de prueba, quien lanzó un cada vez más agudo y destemplado grito, que fue capaz de traspasar todos los blindajes de la habitación. Cinco minutos después el cañón se apagó, quedando todo en silencio—. Proceso de alteración biológica terminado, pueden retirar las llaves.
—Tenientes, retiren las llaves—dijo el oficial, para luego dirigirse a un hombre añoso de delantal blanco—. Oficial de sanidad, inicie escaneo de sujeto de prueba ZH2533.
—Iniciando escaneo—dijo el médico, activando una especie de tomógrafo de emisión de positrones, que revisó por completo al sujeto de prueba por varios minutos para finalmente informar—. Sujeto de prueba ZH2533 consciente, signos vitales estables, sistemas orgánicos biológicos y neuronales funcionando con normalidad. Densidad actual de su cuerpo, cinco por ciento de la inicial, forma biológica alterada finalizada, dando como resultado el cuerpo de una niña de seis años.
—Señores, terminamos. Comuníquenme con el Jefe del Estado Mayor, debo informarle que terminamos con éxito de fabricar el primer espía fantasma, y que estamos listos para masificar su producción—dijo el general satisfecho, mientras todos en la sala aplaudían y se abrazaban, y el fantasma de una niña los miraba a través del vidrio en posición de firme.

miércoles, diciembre 04, 2013

Muñeca



La pequeña niña avanzaba con miedo en medio de la ciudad en ruinas. Abrazada a la vieja muñeca de trapo que le regalara su padre al cumplir tres años, y que se había convertido desde ese entonces en su compañera inseparable hasta ese momento, en que se empinaba apenas sobre el lustro de vida, la diminuta figura de la pequeña parecía un oasis de inocencia en medio del espantoso entorno de crimen, muerte, decadencia y soledad.  Así, la pareja niña y muñeca era un algo equivocado para esa realidad.

La niña había perdido hacía ya varios días a sus padres, en el principio de todo ese fin de la sociedad humana moderna; ahora la humanidad estaba dividida entre quienes avanzaban en hordas descontroladas tratando de matar y destruir todo lo que estaba a su alcance, y quienes huían despavoridos para no ser alcanzados, y terminar convertidos en las víctimas naturales de los primeros. La niña recordaba que la nana de la casa la lanzó por la ventana, al parecer para que no viera morir a sus padres, sacrificándose para darle la oportunidad a la pequeña de tener un mañana. Luego de cerca de una semana deambulando, la niña y su muñeca intentaban encontrar el camino a casa.

La niña miraba todo a su alrededor, tratando de recordar la fachada de su casa, que cada vez se convertía más en un sueño que en un pasado cercano: ahora todas las rejas, todas las murallas y todos los árboles parecían iguales ante sus inocentes ojos. La pequeña se ilusionaba cada vez que veía algún parque que estuviera medianamente indemne, pues sabía que su casa quedaba cerca de uno de esos parques; lamentablemente ninguno era el suyo, y cada vez que se internaba en el césped terminaba encontrando algún cadáver desangrado, incompleto, o en vías de putrefacción. Lo peor de todo era que le estaba empezando a dar hambre, predicamento por el que no pasaba su muñeca.

La pequeña avanzaba con miedo en medio de la ciudad en ruinas. Sus fuerzas empezaban a menguar, así que ahora su muñeca ya no iba en sus brazos, sino tras ella colgando de una mano; sin saberlo, la niña ayudaba a perpetuar la debacle generada por la liberación del virus que infectaba el cerebro de las personas y las convertía en bestias antropófagas, y que su padre había impregnado en su muñeca de trapo, en venganza por las infidelidades recurrentes de su esposa. Luego de aspirarlo, la pequeña mató y comió algunas partes de su madre, y fue lanzada a través del ventanal por la nana quien trataba de salvar su vida, para luego ser devorada por el padre de la niña. Ahora la pequeña intentaba volver al hogar para comer los restos que había dejado, y no tener que volver a matar para seguir viviendo.