Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, octubre 29, 2014

Calabaza

El afilado cuchillo entraba con extrema facilidad a través de la delgada cáscara de la calabaza. Pese a no ser una festividad de su total agrado, la noche de brujas había entrado con fuerza en las maleables mentes de los niños, obligando al padre a jugar el juego de los dulces y los adornos para complacer a sus hijos, de siete y cinco años, que alucinaban con el día de disfrazarse y salir a pedir golosinas por el barrio. Si bien era cierto el joven padre era capaz de transar respecto de la festividad, en lo que no cejaría era en su intento por evitar el comprar todo listo para ser instalado: no soportaba los adornos plásticos y los disfraces comprados, si es que él, su esposa y sus hijos eran capaces de hacer todo con sus propias manos, a la medida, y a su propio gusto.

Para esta ocasión, a él le había tocado hacer los adornos para la casa, y a su esposa los disfraces de todos, para poder salir a buscar dulces en familia y pasar un rato agradable; sus hijos, por su lado, estaban adornando las bolsas que esperaban llenar de golosinas la anhelada noche. Luego de armar guirnaldas, calaveras y fantasmas de papel, el hombre había empezado con el trabajo más delicado: tallar las calabazas a la usanza de las películas de terror, y una vez ahuecadas, colocar dentro de ellas sendas velas negras que las iluminaran de modo tal que causaran verdadero temor.

De pronto, un fuerte y ahogado grito lo asustó, corriendo hacia la habitación en que se encontraba su esposa: la mujer se distrajo un segundo mientras cosía, atravesando sin querer su dedo índice con la aguja, sin atreverse a quitarla al ver que la punta había salido por el otro lado del dedo. El hombre tomó con cuidado el dedo de su esposa, y con un alicate logró sacar la aguja sin mayores lesiones, mientras un pequeño chorrito de sangre cayó dentro de la calabaza que el hombre no alcanzó a soltar al ir en auxilio de su esposa.

Esa noche la familia estaba lista para salir a cazar dulces. Ataviados con sus disfraces y bolsas adornadas, todo estaba dispuesto para disfrutar la fiesta en familia, y luego repartir los dulces entre todos para fomentar en sus hijos el sentido de la generosidad. Antes de salir, el padre encendió las velas dentro de las calabazas a las afueras del hogar, para luego unirse a su familia en la entretenida noche de recolección que tenían por delante.

Una hora después, las bolsas de ambos niños estaban repletas de golosinas, casi a punto de reventar. Camino a casa padre, madre e hijos comieron unos cuantos dulces, para repartir el grueso del tesoro en el hogar. La algarabía de la repartición de los dulces dio paso a la modorra, luego de la larga caminata y el exceso de azúcar y chocolate consumidos esa larga noche. Sin que fuera necesario presionarlos ni convencerlos, los niños partieron casi aturdidos a sus dormitorios a dormir, luego de un necesario paso por el cepillo de dientes.

A la mañana siguiente, los abuelos de los niños llegaron de visita al hogar, a traer más golosinas y a compartir una jornada familiar que ya se había convertido para ellos en una tradición. Los padres de ambos padres se encontraban en la puerta de la casa, bellamente decorada con sendas calabazas talladas a mano; luego de tocar el timbre en varias ocasiones sin obtener respuesta, uno de los adultos mayores decidió golpear la puerta, la que se abrió de inmediato, dejando a vista de los cuatro ancianos el cuadro más horroroso que hubieran podido imaginar: en el suelo yacían los cuerpos de ambos padres y sus hijos, con las caras talladas cual calabazas, y con dichos agujeros labrados en sus irreconocibles rostros repletos de los dulces recolectados la noche anterior. En el jardín, y al lado de la calabaza alimentada con la sangre de la herida del dedo de la mujer, y traída a la vida por la llama de la vela negra, se encontraba enterrado el cuchillo con que le habían dado forma, y con el cual había devuelto el favor a los humanos.  

miércoles, octubre 15, 2014

Espectro

El espectro esperaba pacientemente a que llegara la hora en que José despertaba. Sentado en el borde de la cama, sabía que la hora de despertar era cuando más débil e indefenso se encontraba, por lo que poseer su cuerpo se hacía una tarea extremadamente fácil. De pronto vio que el teléfono se iluminaba antes de empezar a sonar como alarma, señal precisa para preparar su entrada: en cuanto José volteó y abrió los ojos, el espectro se lanzó con violencia hacia su nariz, entrando por completo y dejando a José con una extraña sensación.

El espectro se acomodaba en el cuerpo de José, empujando de su sitio el alma del hombre sin mayores contemplaciones: el espectro tenía claro que no pasaría muchas horas en el lugar, por lo que debía aprovechar cada segundo para hacerse de la mayor cantidad de energía, y así poder volver, tal como cada mañana, a invadir el cuerpo de su víctima y perpetuar el martirio de esa alma inmortal encarnada. Así, el espectro empujaba y arrinconaba el alma, y se hacía cada vez más y más grande, capturando toda la energía del cuerpo y dejando al alma propietaria en un extraño estado de inanición, que lograba aturdirla el tiempo necesario para lograr su cometido.

José se movía lento por la ciudad. Hacía varios días que se sentía hinchado, con una sensación como que en cualquier momento iba a estallar, pero sin presentar problemas digestivos ni de apetito. La extraña mezcla de sensaciones físicas que lo invadían estaban llevando su vida a un estado lo suficientemente desagradable como para que le fuera incómodo enfrentar el día a día, llevándolo inclusive a pensar en consultar, a ver si existía alguna pastillita que alejara ese cúmulo  de cosas raras que le impedían ser quien sentía que siempre había sido.

Con el paso de las horas, José parecía estar algo menos incómodo. Luego del trabajo de la mañana, y de almorzar sin sentirse mal, José empezó lentamente a olvidar esa sensación de estallido, y sin sentirse pleno, al menos podía funcionar a un ritmo un poco más adecuado a las necesidades de su vida diaria. De pronto y casi sin darse cuenta, la sensación de plenitud había desaparecido, y hasta era capaz de reírse de las molestias de cada mañana.

El espectro batallaba denodadamente con el alma de José. En el transcurso del día, el alma lograba capturar la energía que el espectro no era capaz de consumir, y así recuperaba fuerzas para dar la batalla y recuperar el control del continente que le pertenecía por derecho propio y orden divina. Pasadas las horas, y gracias a vibrar a la misma frecuencia que el cuerpo, el alma de José lograba expulsar al espectro, pudiendo volver a ocupar su continente con comodidad, y a reencauzar el cuerpo por su camino natural y su plan de vida.

El espectro esperaba pacientemente a que llegara la hora en que José despertaba. Su labor era día tras día más difícil, pues el alma de José retomaba lentamente el control. El espectro sabía que debería luego buscar otro cuerpo que ocupar, para seguir nutriéndose de su sufrimiento, pues el tiempo estaba pasando y su influencia era cada vez menor en la vida de José. El tiempo, el sempiterno Cronos, era el único capaz de alejar el espectro de la angustia de las almas atormentadas.

miércoles, octubre 08, 2014

Ideal

Por en medio de la acera Joaquín caminaba arrastrando su bate de madera por el suelo. La tristeza y la desilusión eran tales, que los gritos de quienes circulaban a esa hora por la calle le eran indiferentes, llegando a costarle escuchar más allá de su cabeza sus propios gemidos de dolor. De improviso dos patrullas policiales se detuvieron bruscamente, una delante de él y otra atrás, desde donde bajaron ocho policías que en el acto apuntaron sus armas a su cabeza y le gritaron a viva voz que se rindiera, o lo matarían. Era tal el sufrimiento, que de inmediato el rendirse dejó de ser una alternativa.

Joaquín estaba enamorado. Esa tarde se encontraría de nuevo con su amor, aquella joven que había conocido por internet y que le había abierto su corazón y su vida a través de la pantalla. Luego de semanas de conversaciones día y noche, Joaquín supo que estaba enamorado, y que necesitaba conocer en persona a ese avatar y esas frases que le habían permitido soñar nuevamente con la felicidad. La joven era todo lo que él podía esperar, imperfecta como todas, pero que expresaba a cada rato que su único norte era ser feliz, sin importar lo que rodeara aquella confusa definición; Joaquín sabía que en cuanto se vieran sería amor a primera vista, y que cualquier barrera quedaría de lado entre ellos en el acto.

Cuando se conocieron, Joaquín quedó sorprendido. La foto de la muchacha era muy parecida a ella, pero no era fiel representación de su imagen. Su voz no era la que había creado para ella en su cabeza, sus gestos no se parecían a los íconos que generaba a cada rato en la pantalla, y sus expresiones le eran desconocidas; Joaquín sabía que ella era la mujer que había conocido por internet, y pese a sentir que sabía todo de ella, ahora creía estar hablando con una desconocida.

La noche de ese mismo día, cuando se conectó, apareció de inmediato en pantalla el avatar del cual se había enamorado. Bastaron apenas dos líneas de chat para reconocer al amor de su vida, ese que le daba la seguridad y la tranquilidad para seguir viviendo pese a los embates de la existencia, y que definitivamente nada tenía que ver con la mujer que conoció en el mundo real: tal como le habían dicho que sucedería, y como temía que fuera cierto, ideal e irreal tenían rima consonante más allá de la poesía. Pero el amor infinito que sentía lo llevó a descubrir que todo tiene solución en la vida excepto la muerte, más aún cuando ese todo estaba cubierto por el manto de un sentimiento puro y mutuo.

Los policías seguían apuntando a la cabeza de Joaquín, quien parecía no escucharlos. Su bate de madera con varios clavos de seis pulgadas atravesándolo de un lado a otro se veía extremadamente amenazador; pero era la sangre y el pequeño bulto sanguinolento en una de sus puntas lo que tenía ocho armas apuntando a su cabeza. Joaquín entendió que la muchacha era el amor de su vida, pero que su cuerpo y su mente impedían que él pudiera tener ese puro corazón a su lado para siempre; así, no le fue difícil decidir que debía desechar su envoltorio, para llevar consigo, ensartado en una de las púas de acero de su arma, el corazón que tanto amaba, y que ahora deambulaba libre junto a él.

miércoles, octubre 01, 2014

Templario

Los autodenominados monjes guerreros habían pasado la noche en la capilla profanada velando sus armas, junto con su líder, y con las mujeres que habían elegido como sus compañeras de vida. Era extraño ver sobre el altar mayor de la iglesia pistolas, fusiles, lanzagranadas y proyectiles varios, mientras en un rincón un cáliz abollado y deslucido no era capaz de reflejar la luz del foco halógeno a baterías que iluminaba exageradamente la estructura en demolición. Ninguno de quienes estaban en el lugar había respetado su fe ni sus votos, y ahora presos de ambiciones de poder y fama, se preparaban para librar una inexistente guerra santa.

El líder de los guerreros era el único que había guardado el voto de castidad, luego de decidir que el camino de la iglesia estaba contaminado y errado, y que el mal estaba en todas partes, y en todas partes debía ser combatido, sin fijarse si en el proceso morían justos o inocentes. El camino de la iluminación había sido abierto para él, y ya no quedaba tiempo de cumplir ritos ni reglas: había que acabar con el mal del modo que fuera, y encomendar a dios las almas de quienes perdieran sus vidas por error.

Había llegado el momento, los guerreros del templo profanado debían iniciar su marcha para cumplir el destino que su líder había visto para ellos. Mientras se preocupaban de cargar sus armas y despedirse de sus mujeres, el líder salió del lugar para revisar por última vez los vehículos en los que se desplazarían para distribuirse por la ciudad y cumplir el plan establecido. En cuanto abrió la puerta la luz del sol lo encandiló, y no fue capaz de anticipar lo que venía.

Una silueta alta y delgada, vestida de riguroso vestido negro con capucha, se recortaba frente al sol y a sus ojos. En cuanto descubrió su cabeza, una llamarada roja semi ondulada lo hipnotizó, dejándolo paralizado y sin conciencia ni voluntad. De inmediato recordó el pecado que había ocultado por años, y que ahora venía por él. Siendo un sacerdote recién ordenado, una mujer triste y apesadumbrada por las malas decisiones en el amor acudió al confesionario a contarle sus males del alma, y a buscar su auxilio y consejo; era tal la belleza de la muchacha, que el deseo y el instinto pasaron por encima de sus votos, y haciendo uso de su capacidad de convencimiento, poseyó a la joven tantas veces como quiso, hasta que fue sorprendido y reprendido por su superior, quien le permitió seguir ejerciendo su ministerio si no la volvía a ver.

El ex sacerdote miraba con temor a la ahora mujer, que frente a él impedía que siguiera su camino. El autodenominado guerrero intentó esquivarla, y al no lograrlo, y pensando en la importancia de su santa cruzada, la empujó. En ese momento sus manos empezaron a arder, siendo consumido por las llamas en pocos segundos, las que de inmediato invadieron la edificación, destruyéndola a los pocos minutos y acabando con todos quienes estaban en ella. La mujer de cabellos de fuego, nacida como Lilith, había cumplido la misión que le encargara el Altísimo, no para congraciarse o lograr su perdón, sino porque simplemente así lo había querido