La
fiebre tenía completamente descompensado al escolar esa mañana. La
noche anterior había estado jugando fútbol en la calle con sus
amigos hasta tarde en la noche, había traspirado mucho y no se quiso
bañar en cuanto entró a la casa por lo que se quedó con la ropa
húmeda con el sudor por cerca de media hora. Como era de esperar, a
la mañana siguiente despertó afiebrado y con molestias para
respirar. Su madre al verlo le dijo que lo enviaría igual al colegio
pues todo había sido su culpa la noche anterior. Así, sin piedad
alguna, la mujer lo levantó a la fuerza, lo obligó a bañarse y lo
llevó al colegio tal como estaba.
El
niño no paraba de traspirar, y ya estaba viendo todo borroso. La
fiebre le impedía concentrarse, y casi no era capaz de siquiera
seguir el ritmo de la primera clase de la mañana. El profesor al
darse cuenta le avisó al inspector quien consiguió el número de
teléfono de la madre para que lo retirara y lo llevara al médico.
Grande fue su sorpresa cuando la mujer le dijo que la fiebre era por
irresponsabilidad del niño, que no lo iría a buscar pues debía
aprender a ser responsable, y luego cortó la llamada y apagó el
teléfono. El inspector, al no tener qué hacer, sacó al niño de la
sala para evitar contagios, lo llevó a la sala de profesores y le
dio un té caliente. Cuando el pequeño estaba por tomar la taza no
aguantó más y se desmayó.
El
niño se vio de pronto dentro de un extraño sueño. Veía fuego
rodeándolo por todos lados, el calor aumentaba a cada segundo y el
pequeño se sentía cada vez más mal; de pronto vio que entre las
llamas aparecían seres pequeños de color rojo que se le acercaban y
le movían todo el cuerpo; de pronto y de la nada apareció una mujer
gigante de piel azul, ocho brazos y una larga lengua roja que empezó
a matar a los pequeños seres de color rojo. Luego de algunos minutos
los seres diminutos desaparecieron, y la enorme mujer se fue
caminando lentamente mirando todo a su alrededor. En ese momento el
niño despertó en una cama de una clínica; a sus pies estaba una
mujer de piel mate cuyo rostro se parecía al de la enorme mujer azul
de lengua larga. En ese momento entró a la habitación su madre
asustada; el inspector le dijo que el pequeño empezó a convulsionar
por la fiebre, y que una alumna de intercambio de pedagogía
proveniente de la India la subió a su vehículo y lo llevó a la
clínica para que lo estabilizaran. Cuando la madre volteó para dar
las gracias, la estudiante había desaparecido. Por el espacio de la
puerta cruzó mirada con el pequeño, a quien le guiñó el ojo, y le
mostró su larga lengua. Ese día la muchacha desapareció del
colegio. Nunca más se supo de ella