Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, julio 27, 2025

Café

La oficinista tomaba un café caliente antes de empezar la jornada laboral. Lejos de las tiendas de moda de café que venden café con nombres rimbombantes y en vasos de algún tipo de plástico, ella era de café en taza, con platillo y cuchara, sin cremas, saborizantes ni ningún adorno: ella sólo tomaba café del que llaman expresso, en alguna cafetería clásica o simplemente en la casa o en la oficina. Esa mañana el café parecía saber mejor que de costumbre, pese a ser la misma marca de siempre, y con la misma cantidad de azúcar que siempre (porque para ella el café se tomaba con azúcar y no con endulzante).

A media mañana la joven mujer sintió la necesidad de tomar un nuevo café. Luego de terminar un informe se sirvió un nuevo café, el cual disfrutó de principio a fin. Media hora más tarde su cuerpo le pidió otro café, el cual se arregló para poder tomar con tranquilidad. La mujer no entendía el por qué, pero esa mañana parecía necesitar más café.

A mediodía la mujer ya llevaba nueve tazas de café, y seguía con ganas de tomar más café. La mujer no entendía lo que pasaba, pero sólo se preocupaba de calmar su pulsión. De pronto, al terminar de almorzar y tomarse la décima taza de café, empezó a tener extrañas visiones que nada tenían que ver con su vida.

En sus visiones la mujer se veía como obrera de una construcción, acarreando sacos de cemento al hombro, y subiendo con ellos corriendo por una rampa de madera. La mujer se sentía cansada con el trabajo, pero lo podía seguir haciendo. De pronto en una de las subidas se tropezó, cayó al suelo desde cerca de un metro de altura, y uno de los sacos cayó pesadamente sobre su pecho, generándole un gran dolor y limitando su respiración. En ese momento la visión terminó y se hizo presente la realidad, que la dejó perpleja y con ganas de volver a la visión.

La mujer se vio botada en el suelo, con la blusa abierta y con un hombre apretando su tórax. De pronto se escuchó el sonido de una sirena: una ambulancia llegó al lugar y se hizo cargo de su cuerpo. Cincuenta minutos más tarde pararon de hacer cosas y se escuchó otra sirena: era un vehículo policial del cual bajaron tres carabineros, los que luego de conversar con la gente de la ambulancia cercaron el sector con cintas plásticas de color amarillo y cubrieron su cuerpo con una lona plástica. La mujer en ese instante entendió el efecto del café en su cuerpo, justo cuando llegaba un tercer vehículo al lugar: el servicio médico legal había llegado para recoger su cuerpo para definir la causa de su muerte esa tarde de invierno.