Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, agosto 10, 2025

Libro

El hombre fumaba su pipa en la biblioteca de la casa; mientras hojeaba un libro, veía el humo salir de la pipa y el vapor de la taza de café que descansaba en el arrimo de la habitación. De la nada sintió una especie de empujón en el brazo izquierdo; en ese momento despertó en el bus mientras la pasajera que iba sentada a su lado lo despertaba para poder bajar en el paradero. El muchacho se desperezó, le dio la pasada y sujetó firmemente su vaso de café con una mano y el libro que estaba leyendo antes de quedarse dormido con la otra. El muchacho pensó en lo que estaba soñando, sonrió, y abrió el libro en la página que tenía marcada.

Media hora más tarde el muchacho volvió a despertar, se había pasado quince cuadras de su destino. El joven se bajó a la carrera, botó el vaso de café y empezó la caminata hacia el trabajo, pues no le alcanzaba el presupuesto para pagar un pasaje de más por el exceso de sueño al no haber dormido adecuadamente la noche anterior por haberse quedado leyendo hasta demasiado tarde. Mientras caminaba pensaba en el sueño, en tener una biblioteca en la casa, pero más que nada tener los medios para trabajar menos horas a la semana para tener más tiempo para leer.

El muchacho caminaba lentamente al trabajo, pues iba leyendo en el trayecto. El joven ya conocía a su jefe, y sabía que con el retraso que llevaba le descontaría el día completo, por lo que no valía la pena apurarse para llegar antes a una jornada económicamente perdida. Además, el libro estaba llegando al climax, y no podía esperar para saber el desenlace de la novela de acción.

El joven cruzó despreocupado la calle, sintiendo un bocinazo tras de sí, y un golpe seco luego del bocinazo. En ese instante los transeúntes se dirigieron corriendo hacia el vehículo; la curiosidad pudo más que el libro y el joven se dio vuelta. Dos metros más allá estaba el auto con el capó abollado; a los siete metros había un cuerpo botado en el suelo, y un libro ensangrentado. El muchacho se acercó al cadáver, y al mirar el rostro del accidentado se reconoció inmediatamente; al ver su libro vio que las páginas estaban cubiertas de sangre, tal como el libro físico. El alma del joven sonrió amargamente: la sangre en su libro le impedía saber el desenlace de la historia. El joven había muerto por su amor a la literatura, y gracias a su sangre jamás sabría cómo terminaba la historia que le quitó la vida.