La
añosa mujer estaba sentada en la barra del bar bebiendo un whisky
doble sin hielo. A su lado dos muchachas bebían tragos de coctelería
con jugos de fruta. Más allá un hombre de mediana edad bebía una
cerveza. Mientras tanto, el bartender miraba a sus clientes en
silencio.
Dos
horas más tarde la mujer añosa y el hombre seguían bebiendo la
tercera ronda de sus respectivos tragos; las muchachas se habían
ido, y en su lugar cuatro jóvenes bebían cerveza mientras bromeaban
acerca de los comensales del bar. Para ellos, la señora añosa era
la “vieja borracha” o la “vieja ruda” y el hombre era el
“maricón borracho” o el “niñita”; ninguno de los dos tomaba
en cuenta a los jóvenes.
Una
hora más tarde los primeros comensales ya iban empezando su quinta
ronda, mientras que los jóvenes estaban tomando su tercera cerveza,
completamente ebrios. De pronto uno de ellos se puso de pie y empezó
a molestar abiertamente a la anciana, quien simplemente giró su piso
para no tomar en cuanta al muchacho ebrio; éste, sin embargo se
volvió a parar frente a la mujer. En ese momento el hombre se puso
de pie; antes de poder avanzar notó que la manga de la anciana se
subió un poco, dejando ver un tatuaje que de inmediato reconoció.
El hombre sonrió, miró el rostro de la anciana, y se volvió a
sentar. Por su parte el bartender vio la escena, y se sentó en su
piso a ver el espectáculo que estaba por empezar.
El
muchacho siguió importunando a la anciana; en ese momento la mujer
se puso de pie, se sacó el chaleco dejando ver una espalda bastante
ancha y voluminosos brazos. En su brazo derecho tenía tatuado un
ancla delante de un corazón, y una frase en latín. Los amigos del
muchacho, al ver lo que hizo la señora también se pusieron de pie;
uno de ellos tocó el tatuaje del brazo de la mujer, terminando en el
suelo con la nariz quebrada por un poderoso gancho de izquierda. En
ese momento los amigos del ebrio se lanzaron sobre la señora,
terminando todos en el suelo con los rostros hinchados y dientes
menos. Al terminar la pelea, el hombre de la barra y el bartender se
pusieron de pie, tomaron a los muchachos y los lanzaron fuera del
bar.
Cuatro
de la mañana. El cocinero del bar estaba aburrido de esperar. En la
barra, la mujer añosa, el hombre y el bartender conversaban animados
acerca del pasado. Todos estaban con los brazos descubiertos dejando
ver el mismo tatuaje. El problema era que el cocinero ya había visto
hace años el tatuaje del bartender, lo buscó por internet y
descubrió que era un tatuaje de la marina de inicios de la Primera
Guerra Mundial, y que todos quienes lo portaban habían muerto cuando
el barco fue hundido a principios de 1917. El cocinero de pronto
escuchó un barullo; al asomarse vio que los dos hombres se pusieron
de pie y se cuadraron ante la mujer, quien respondió el saludo,
luego de lo cual los tres se desvanecieron en el aire. El cocinero
empezó a buscar los candados pues esa noche él debería cerrar el
bar, sin olvidar que al día siguiente no debería hacer ninguna
pregunta cuando apareciera de nuevo el bartender.