Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, julio 20, 2025

Lluvia

La niña miraba la lluvia caer desde la ventana de la sala de clases en el colegio. La pequeña apenas superaba los siete años, y ya había aprendido el significado de la palabra melancolía. La lluvia le generaba agrado pero tristeza. Agrado, por lo grato de sentir la lluvia sobre la cabeza al caminar sin paraguas; tristeza, al pensar que había gente pobre que pasaba frío. Su madre le había enseñado qué significaba la palabra pobre, y para ella era la peor palabra del mundo.

La lluvia no cesaba esa mañana. Mientras el resto de los niños tomaba atención en la clase, la niña seguía mirando por la ventana la lluvia caer, sin preocuparse por lo que pasaba a su alrededor. Cada gota era para la pequeña como el péndulo de un hipnotista de espectáculos: fijaba su atención y no la soltaba hasta que desaparecía en el suelo, para luego fijar su vista en otra gota, otra, y así hasta que el tiempo dejara de transcurrir.

A la hora del recreo la niña se quedó en la sala, pegada a la ventana mirando la lluvia incesante. Las posas de agua se hacían cada vez más grandes, y ya asemejaban el tamaño de una piscina. Hacía tiempo que la niña no iba a alguna piscina; de hecho no le gustaba mucho, pues en temporada de piscina no llovía, y la lluvia se había convertido casi en una obsesión para ella, hacía ya un año. Antes de eso le gustaba la lluvia, pero de un año atrás la lluvia se había convertido casi en el centro de su vida.

Al volver del recreo apareció en la sala un hombre mayor vestido entero de negro; la niña había escuchado de su madre que les decían curas, que eran líderes religiosos, cosa que no lograba entender. Grande fue su sorpresa al ver aparecer a su madre junto al cura. La niña no veía a su progenitora hacía un año, desde que fue asesinada por un profesor en esa sala de clases, de la cual no podía salir. El cura, su madre, su profesora y el resto de los niños encendieron velas blancas y empezaron a rezar: en ese momento una puerta de luz se abrió frente a ella, que parecía llamarla cada vez con más fuerza. La pequeña vio la luz; luego giró la cabeza hacia la ventana para ver la lluvia caer.