La
niña miraba la lluvia caer desde la ventana de la sala de clases en
el colegio. La pequeña apenas superaba los siete años, y ya había
aprendido el significado de la palabra melancolía. La lluvia le
generaba agrado pero tristeza. Agrado, por lo grato de sentir la
lluvia sobre la cabeza al caminar sin paraguas; tristeza, al pensar
que había gente pobre que pasaba frío. Su madre le había enseñado
qué significaba la palabra pobre, y para ella era la peor palabra
del mundo.
La
lluvia no cesaba esa mañana. Mientras el resto de los niños tomaba
atención en la clase, la niña seguía mirando por la ventana la
lluvia caer, sin preocuparse por lo que pasaba a su alrededor. Cada
gota era para la pequeña como el péndulo de un hipnotista de
espectáculos: fijaba su atención y no la soltaba hasta que
desaparecía en el suelo, para luego fijar su vista en otra gota,
otra, y así hasta que el tiempo dejara de transcurrir.
A
la hora del recreo la niña se quedó en la sala, pegada a la ventana
mirando la lluvia incesante. Las posas de agua se hacían cada vez
más grandes, y ya asemejaban el tamaño de una piscina. Hacía
tiempo que la niña no iba a alguna piscina; de hecho no le gustaba
mucho, pues en temporada de piscina no llovía, y la lluvia se había
convertido casi en una obsesión para ella, hacía ya un año. Antes
de eso le gustaba la lluvia, pero de un año atrás la lluvia se
había convertido casi en el centro de su vida.
Al
volver del recreo apareció en la sala un hombre mayor vestido entero
de negro; la niña había escuchado de su madre que les decían
curas, que eran líderes religiosos, cosa que no lograba entender.
Grande fue su sorpresa al ver aparecer a su madre junto al cura. La
niña no veía a su progenitora hacía un año, desde que fue
asesinada por un profesor en esa sala de clases, de la cual no podía
salir. El cura, su madre, su profesora y el resto de los niños
encendieron velas blancas y empezaron a rezar: en ese momento una
puerta de luz se abrió frente a ella, que parecía llamarla cada vez
con más fuerza. La pequeña vio la luz; luego giró la cabeza hacia
la ventana para ver la lluvia caer.