Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, julio 13, 2025

Rostro

Las gotas de lluvia golpeaban con fuerza el parabrisas del taxi. La conductora, mujer de treinta y siempre años, buscaba pasajeros en los mojados transeúntes que a esa hora de la mañana avanzaban hacia sus trabajos como podían en medio de la maraña de paraguas de todos los portes y colores. Otros caminaban sólo con parka o impermeable, y los menos previsores caminaban bajo la lluvia sin nada esperando que un milagro los secara. Desde la aparición de las aplicaciones de transporte de pasajeros la clientela había disminuido ostensiblemente, pero ella seguía saliendo en busca de aquellos que aún gustaban de los clásicos vehículos negros de techo amarillo.

Un brazo se alza a mitad de cuadra. La mujer hace cambio de luces y se detiene al lado del pasajero quien entra raudo al vehículo. El hombre no dice nada. La mujer de la nada sabe dónde debe ir e inicia el viaje. La mujer se detiene. El hombre sin mirar el taxímetro le entrega el dinero justo de la carrera. El hombre se baja. La mujer, confundida, empieza a buscar otro pasajero.

Al día siguiente a la misma hora la mujer se encuentra manejando en la misma calle y la rutina se repite. Terminada la carrera la mujer mira su mano con el dinero justo mientras el hombre desaparece a la distancia. Aún no logra ver su rostro, pues nunca había mirado por el retrovisor cuando el hombre subía.

Dos meses después la rutina ya era costumbre. De lunes a viernes a la misma hora y mismo lugar, mismo pasajero, mismo viaje, mismo pago, mismo pasajero sin rostro.

Esa mañana la mujer estaba decidida a ver el rostro de su pasajero. A la hora de siempre y en el lugar de siempre estaba él con el brazo alzado. La mujer se detiene y lo deja subir. En vez de seguir manejando se da vuelta a mirarlo. Donde debía estar su rostro había un espacio negro, de una oscuridad que jamás había visto en toda su existencia. En ese momento se escuchó el derrape de frenos del camión blindado que no alcanzó a notar la presencia del taxi sino hasta demasiado tarde. La taxista murió instantáneamente. El ser con rostro de infierno, conocido por muchos como Muerte, esperaba en otra esquina a otro taxista al que quedara poca vida para empezar a preparar su destino cruel.