Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

jueves, marzo 23, 2017

Encargo

—Abre los ojos.
—No quiero.
—Abre los ojos te dicen, mierda… ¿me reconoces?
—Claro, reconocí tu voz desde el principio.
—Sabes lo que quiero, entonces.
—Sí.
—Bien, entonces dime dónde está y esto acabará de inmediato.
—¿Qué harás conmigo, me matarás acaso?
—Eso no te incumbe… ya, dime dónde está y terminemos con esto de una vez.
—No.
—Entonces te torturaré hasta que me lo digas.
—¿Qué es eso que tienes en la mano…?
—No quisiste hablar por las buenas, ahora hablarás por las malas.
—No, espera… ¡espera! Te lo diré, pero no me hagas daño… está acá, debajo de la silla hay una puerta, ahí está escondido.
—Deja ver… sí, acá está… por fin…
—¿Qué harás conmigo ahora?
—Nada, me das lo mismo, sólo necesitaba el objeto. Eres libre.
—¿Así de simple? ¿No harás nada, no me golpearás, nada?
—No, ahora que tengo lo que necesito me voy. Suerte en todo.
—Espera… ¿para qué quieres el objeto?
—Es un encargo, alguien me lo pidió, y me pagó bien por conseguirlo.
—¿Para qué alguien podría necesitar los restos de la primera hostia consagrada?
—Ni idea, supongo que para nada bueno.