Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, octubre 05, 2025

Paciencia

La mujer escuchaba pacientemente la llamada telefónica. Su interlocutor, un ejecutivo bancario, le explicaba latamente acerca de un seguro de salud que la protegía hasta de abducciones extraterrestres, y que ya estaba decidida a rechazar pero por un asunto de respeto prefería escuchar toda la perorata del hombre pues entendía que ese era su trabajo y eso lo respetaba. Luego de quince minutos de llamada la mujer le agradeció el producto pero le dijo que al menos en ese momento no lo quería contratar. Desde la puerta de la oficina su jefe la miraba con desdén.

Cerca de la hora del almuerzo una llamada de un proveedor la mantuvo conectada por más de veinte minutos. La mujer con su paciencia de costumbre escuchó todas las explicaciones que le dieron por el retraso en una entrega, para luego agendar una nueva fecha de despacho. Su jefe la seguía mirando, y luego de terminada la hora del almuerzo y antes de empezar la jornada de la tarde la llamó para decirle que admiraba su paciencia, pero que debería empezar a acortar y acotar las llamadas a la información precisa y a tiempos más normales, independiente de quién la llamara. La mujer asintió algo incómoda, pues no le gustaba acortar las llamadas, pero la conversación con su jefe dejaba claro que era más una orden que una simple charla.

Media hora más tarde su teléfono volvió a sonar. La mujer miró preocupada el teléfono, lo tomó, contestó y antes de escuchar la respuesta dijo de inmediato que estaba corta de tiempo y que por favor hablara rápido: cinco segundos más tarde del otro lado se escucharon tres palabras: voy para allá. La mujer no entendió el mensaje pero se quedó tranquila al ver que su frase funcionaba. Luego de tres llamadas la mujer se dio cuenta que era más fácil de lo que pensaba lograr llamadas breves. La mujer sonrió para si, y su jefe la miró satisfecho desde la puerta.

Una hora más tarde la mujer se disponía a ir a descansar a su domicilio. Luego de mirar su teléfono lo guardó en su bolso y se dispuso a ir a marcar la salida. De pronto sintió una extraña sensación en la cabeza y perdió el conocimiento. Al recobrarlo vio su cuerpo botado en el suelo y a sus compañeros de trabajo tratando de reanimarla. A su lado había una entidad vestida con una sotana con capucha que cubría su cabeza: en su mano izquierda que parecía ser de hueso llevaba en teléfono en cuya pantalla aparecía su nombre; en la derecha sostenía una enorme guadaña.