El
muchacho había subido esa tarde al octavo bus a rapear para
conseguir algo de dinero. El quinceañero carecía de talento, tenía
una voz aguda y muy desafinada hasta para hablar; sus letras no
rimaban y su métrica era peor. Luego de terminar su pseudo show no
consiguió ni siquiera una moneda de diez pesos, tal y como le había
ocurrido en las otras siete máquinas. Desanimado, hizo parar un bus
que lo acercaba a su casa, le pidió permiso al chofer para viajar
sin pagar, y pese a su negativa, el muchacho se instaló en un
asiento a esperar llegar a su casa.
A
las diez de la noche el bus recién llegó al paradero que le servía
al muchacho. Luego de intercambiar insultos con el conductor el
muchacho empezó a caminar desganado a su casa, mordiendo la rabia
por no haber conseguido ni un solo peso en su aventura. Lo peor era
que había faltado al colegio para hacer el circuito, y lo más
probable era que al llegar al hogar su abuela, la mujer que lo criaba
y lo cuidaba, lo regañara por no ir a clases y por no llevar dinero
a casa. El muchacho estaba agobiado por su mala suerte: justo en ese
momento vio aparecer dos sombras delante de él, y al mirar a su
espalda vio aparecer otra más que le cortaba el paso a una eventual
huida.
Los
tres hombres rodearon al muchacho. Los tres sacaron armas blancas
tipo daga de doble filo, apuntando a la cabeza del adolescente, quien
temblaba de miedo. Los tres mantuvieron sus armas paralelas al suelo
sin tocar a cabeza del muchacho, mientras recitaban una especie de
rezo en un idioma extranjero que sonaba raro, como antiguo o en
desuso. Luego de terminar de recitar los hombres guardaron las armas
y desaparecieron en las sombras.
Dos
años después el muchacho se había convertido en un rapero de fama
internacional. Con dos discos editados a su haber, había amasado una
suficiente fortuna para ayudar a su abuela, sus padres que
aparecieron luego de haberlo abandonado de pequeño, y a decenas de
familiares que aparecían casi de la nada. El muchacho se había
convertido en un triunfador luego del episodio con los hombres, lo
que pese a no lograr entender, agradecía cada noche en sus intentos
de oraciones.
Esa
tarde el rapero subió a un bus, más que nada para recordar viejos
tiempos. Dos cuadras después subió un joven dos años menor que él
a rapear para conseguir dinero. El joven tenía el mismo talento que
él hasta antes del episodio; el rapero se puso de pie, sacó un fajo
de billetes y le pagó una fuerte suma de dinero al conductor para
que bajara por la fuerza al joven que lo incomodaba por su falta de
talento.
El
rapero bajó del bus y empezó a caminar por un parque. En ese
momento tres sombras lo rodearon: el muchacho reconoció a aquellos
que dos años atrás lo habían sacado de la pobreza; cuando el
rapero se disponía a darles las gracias, los hombres sacaron sus
dagas y las enterraron en puntos vitales del artista, acabando con su
vida en el acto. En cuanto el alma se desprendió del cuerpo y vio a
los seres, entendió que simplemente le estaban cobrando por su
ceguera al no ayudar al muchacho del bus a emprender su mismo camino.