La delgada rubia se acerca con coquetería y delicadeza al portamaletas de su convertible. No era frecuente ver una mujer así. Angelical sonrisa, armónica y bella figura sin excesos por ningún lado. Su rubia cabellera y azules ojos, tal como el resto de su cuerpo, eran completamente de ella; no había sido nunca teñido, cubierto, operado, masajeado, estirado ni comprimido. El elegante vestido corto dejaba ver la perfección de sus piernas y sus estilizados brazos; la excelente calidad de la tela y el corte permitían resaltar sus formas. Mientras se acercaba al portamaletas de su auto, luego de salir de una tienda de regalos para hombres, fue presa de todo tipo de miradas, tanto de hombres como de mujeres: fogosas, incitantes, envidiosas, asombradas, complacientes. A todos ella pagaba con una perfecta sonrisa, donde sus blancos y alineados dientes destacaban enmarcados en unos delgados labios tenuemente maquillados. Entre esa sonrisa y sus azules ojos, una pequeña y respingada nariz completaba el conjunto de perfección estética que dicha joven representaba.
Cuando estaba a no más de tres metros del vehículo, saca de su pequeña cartera de mano, diseñada exclusivamente para ella por el más famoso de los artistas de la moda del mundo y obviamente a tono con el conjunto, las llaves del auto. Desactiva la alarma y con el mismo control libera la puerta del portamaletas.
De pronto, una mal agestada figura, que difícilmente podría llamarse "femenina" llega corriendo su lado. De entre su sucio chaleco saca una escopeta recortada y sin mediar provocación, descerraja en la cara de la joven los dos disparos, destrozando todo lo que había sobre el cuello. Ante el estupor de todos por la incomprensible bestialidad cometida, la mujer bota la escopeta y saca una pequeña ametralladora con la que apunta a todos lados, mientras con la otra mano recoge la cartera de la dueña del auto. De ella extrae la pieza faltante del detonador de la bomba nuclear que se encontraba en el interior del vehículo. Nuevamente el ángel guerrero había abortado los planes de los enviados del Averno, retrasando (o poniendo en su exacto tiempo) el principio del fin...