El viento soplaba con fuerza en su rostro. Su larga cabellera ondeaba libre llevada por la corriente que Eolo creaba sólo para ella. Libertad… era en realidad una sensación maravillosa, que recién con 15 años podía empezar a disfrutar.
Mientras el viento hacía ondas con su pelo, recordaba su niñez. Su madre hacía ondas con su pelo, ayudada de un gran peine. Ella era la princesa de mamá, y debía lucir siempre como tal. No importaba si estaba enferma, con sueño, cansada o aburrida: debía lucir como princesa a como diera lugar. Muchas veces su madre llegaba llorando, con la cara roja o morada donde ella, a veces inclusive hasta con sangre saliendo de su boca, y empezaba a peinarla, hora tras hora…
Mientras el viento irritaba su vista y la hacía llorar, recordaba su niñez. Su padre no era un hombre bueno, la hacía llorar a cada rato. Si su madre le decía princesa, él le decía bruja fea; si su madre peinaba su pelo, él lo tironeaba. En una ocasión, cuando su madre la bañaba, él entró a ayudar y sacó a su madre. Mientras la jabonaba, empezó a acariciarla de un modo extraño, incómodo y hasta doloroso. Al decírselo, y como él no la escuchó, llamó a su madre: eso lo enojó y le dio una golpiza tal que llegó a perder el conocimiento. Al despertar estaba en un hospital, su madre la acompañaba con la cara nuevamente hinchada y sangrando; desde esa vez, su padre nunca más apareció…
Mientras el viento levantaba su falda, recordaba su juventud. Ella era bastante tímida pero muy atractiva para los hombres. De hecho siempre la seguían, la acompañaban a todos lados, se peleaban por ella. Y cada vez que estaban con ella terminaban levantando su falda… lo cual la hacía recordar la última vez que vio a su padre, y alejar a sus furtivos acompañantes. Ya casi no veía a su madre que debía trabajar para mantenerlas, las otras niñas no le hablaban por su popularidad, y los hombres sólo querían subir su falda. Estaba prisionera de sí misma y de su pasado…
Y ahora que había cumplido sus 15 años en soledad, había logrado su libertad. Y el viento la acompañaba en su viaje, lejos de todo y de todos. Así, mientras caía del piso 30, el viento soplaba su todo, tratando tal vez de sacar su alma antes del final del camino…