ACTUALIZACION: Estimados lectores, antes de dejarlos con el cuento de la semana, quiero invitarlos a conocer mi nueva sección : Relatos de Sangre, Podcast de Terror, que aparece en la sidebar a vuestra derecha. En ella pueden escuchar algunos de mis cuentos relatados con mi dulce voz. Espero que los disfruten. Ahora sí, los dejo con el cuento...
Carroñeros.
Vuelan cabezas… se azotan contra el suelo, algunas suenan sólidas, otras huecas... ruedan por el piso, algunas uniformes, otras dan botes con sus narices... algunas dejan rastros de saliva, otras no dejan rastros, pero de sangre... nada. Mientras tanto el asesino se aleja, todavía arrastrando su hacha... limpia de sangre. El borde de la hoja se desliza por el pavimento, dejando una huella cubierta de chispas y un surco tras de sí. El cansancio se dejaba ver en la cara del hombre: el número de cabezas y el peso del hacha hacían mella en él, pero lo que más lo cansaba era el ritual...
El asesino venía de una familia de expertos en el uso del hacha, cerca de 20 generaciones lo precedían. De hecho su arma, fabricada de una sola pieza de acero que conformaban mango y hoja, tenía más de 500 años y nunca había salido de la familia. Su niñez había sido normal, salvo por el hecho que todas las noches debía "jugar" con un hacha, guiado por su padre. Para él era un juego más, en el que se hacía noche a noche más diestro.
Cuando llegó a la adolescencia, en su cumpleaños 14, su padre lo llevó a un lugar extraño, donde todos vestían igual, de modo casi divertido. Allí, lo hicieron combatir con un hombre mayor, obviamente más hábil que él, quien lo venció sin mayor dificultad. Terminado el combate, le pusieron una de esas tenidas divertidas. Un anciano se adelantó, le hizo beber un líquido viscoso... y se encontró al día siguiente en su cama, con un terrible dolor de cabeza, y a sus pies, el hacha de la familia.
Esa tarde su padre lo sacó a pasear, y a comprar ropa en la tienda de moda. Mientras caminaban y su padre le explicaba la tradición familiar y el objetivo de la ceremonia de la noche anterior, un hombre de la mano de una mujer pasa al lado de ellos y los mira con temor. Al mirarlo, el joven ve a su alrededor un extraño halo negro, y una sensación de odio irrefrenable lo invade. Su padre lo contiene, y le cuenta el secreto final; su familia pertenece a un linaje de "carroñeros": asesinos encargados de matar asesinos sin alma... y sin sangre. El brebaje que le dio el anciano activó en su vista la capacidad de distinguir a estos seres...
Veinte años habían pasado desde su iniciación, y su currículum era extensísimo. Estaba considerado como el mejor de los mejores, y por ello el anciano le encomendó una especial misión. Los asesinos sin alma se iban a juntar en su propia ceremonia de iniciación, y era la oportunidad de liberar al planeta de cientos de ellos de una sola vez. Ya antes se había intentado, pero extrañamente la ceremonia se suspendió el mismo día, como si alguien los hubiera delatado.
Pero esa noche nadie los delató. El asesino con facilidad dio cuenta de los guardias, y entró al lugar elegido. Cual tromba se lanzó a decapitar a todo aquel que se interpusiera frente a él, hombres, mujeres, niños, todos asesinos sin alma. El festín de cabezas y cuerpos cayendo era dantesco. Al llegar adelante fijó su vista en el aura negra del líder, que estaba de espaldas y arrodillado. Al levantarlo para ver sus ojos en el instante final, su corazón casi estalla de dolor al reconocer a su padre.
-Termina tu labor, y limpia el nombre de la familia que yo ensucié...
Con sus ojos llenos de lágrimas giró bruscamente con el hacha en ristre, y limpió el nombre de su familia para siempre...