-Se está acercando el tiempo.
-¿Cuál, el del cumplimiento de los plazos?
-Sí, ese tiempo en que hemos de mirarnos en el espejo de la verdad y ver más allá de nuestros esqueletos.
-¿Crees que hemos de ganar algo con ello?
-Sí, sufrimiento, dolor, soledad: esos son los frutos de la verdad cuando nos decidimos a encararla.
-Sí, también lo he vivido. ¿Y por qué suele ser de ese modo y no otro más normal?
-Ese es el modo normal cuando obramos de forma normal: mal. Si fuéramos sinceros siempre no existiría el espejo, o tal vez estaría en algún museo.
-¿Acaso eso implica que no somos sinceros?
-¿Te cabe alguna duda acaso? La sinceridad no es un bien mercantil, y al no valorarse en dinero cada día que pasa pierde valor.
-Mira, un perro. Me agrada hacerles cariño a los perros callejeros.
-Sí, es agradable.
-¿Ellos no tienen espejo?
-No lo necesitan, no saben mentir. Si quieren morder muerden, si quieren que los acaricien se te acercan cabizbajos.
-¿Eso los hace más felices?
-No lo sé, pero sus vidas son mucho más simples que las nuestras.
-¿Cómo será mi espejo?
-Como el de todos, suficiente para que alcances a ver todo lo que debes ver.
-Ah… ¿y cómo será el tuyo?
-Yo no tengo espejo mi amigo, no tengo nada que reflejar…