Historia de Sangre ©2007 Jorge Araya Poblete
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Capítulo I: Génesis (primera parte)En el principio de los tiempos la tierra parecía un horno incontrolable. Explosiones y movimientos de gigantescas masas de roca ígnea reinaban por todos lados y modificaban a cada instante el paisaje. Dentro de la tormenta de fuego, lava y destrucción constructiva, una isla algo más estable empezó a navegar por el océano de magma. Pese a los embates a los que era repetida y constantemente sometida, la isla mantenía su forma y tamaño incólumes, y su avance se hacía cada vez más y más lento. Luego de semanas de ir y venir, se estableció al lado de un trozo que más adelante formaría un continente. Su forma estaba definida, y su destino también.Miles de años más adelante, la isla ya estaba rodeada de mar, y algunas trazas de vegetación la empezaban a cubrir. Estaba a corta distancia del continente, pero se notaban las diferencias: su superficie era más dura que la de tierra firme, la vegetación cubría sólo las zonas cercanas a la incipiente playa, quedando el centro descubierto, de roca sólida. Ese núcleo era el que había soportado toda la creación física, y el que más adelante sería elegido para soportar más y más embates. Una vez la vegetación hubo tomado forma casi definitiva tanto en el continente como en la isla, un violento cataclismo modificó una vez más el paisaje, convirtiendo las plantas y árboles en abono, y la isla en parte permanente del continente. Lo único que quedó tal y como milenios atrás fue el centro de roca de la ya desaparecida isla.Cientos de miles de años después, luego que la tierra empezara a parecer más planeta que laboratorio del experimento más grande de ese rincón de la galaxia, una vez que los animales tomaran forma moderna, y la semilla de la humanidad fuera plantada en tierra firme, la roca seguía en su lugar. Mientras el mundo seguía su curso y crecimiento, el humano empezaba a nuclearse en clanes. Y esos clanes empezaban a crecer, a luchar, a contener unos a otros, a aparecer y desaparecer. Con el paso de los siglos los clanes se hicieron naciones y sus miembros, ciudadanos. En una de esas naciones incipientes, dentro de esos clanes de ciudadanos, nació un niño… distinto. Era notoriamente más grande que el resto al nacer, su apetito era voraz, y su desarrollo acelerado y excepcional. Nació en una tribu normal, de una familia normal, con hermanos menores y mayores absolutamente normales. La ignorancia de la época despertó en quienes lo rodeaban miedo: miedo al más grande, miedo al más rápido, miedo al más hambriento, miedo al… distinto. Y el miedo despertó el instinto de conservación, la pulsión de eliminar a la potencial amenaza del orden aún no establecido… una noche fue quitado del seno de su familia, separado del entorno que lo protegía de las miradas de curiosidad y odio, y fue lanzado fuera de los límites del territorio de la tribu, no sin antes golpearlo brutalmente para asegurarse que no se devolviera y de paso, si había algún depredador rondando, darle la posibilidad de desaparecer definitivamente de sus vidas. Sin embargo, la golpiza no surtió efecto: pese a ser aún un niño, su cuerpo soportó sin gran dificultad la tortura infringida. Pese a que podía ver con facilidad de noche y sentir el olor de su familia, decidió seguir camino hacia el lado opuesto. No sabía lo que el futuro le podía deparar (de hecho ni siquiera manejaba conceptos vagos como “futuro”) pero lo que fuera debía ser lejos de quienes amaba y odiaba. Luego de cinco días de marcha, sus pasos lo guiaron a una planicie sin vegetación, rodeada de algunas plantas y con un bosque cercano plagado de animales. La roca desnuda se veía inhóspita, la presencia de carnívoros complicaba su seguridad y entorpecería su descanso, la lejanía de agua dulce definitivamente se convertiría en un obstáculo, pero una extraña sensación, indescriptible en ese instante para él, le hizo decidir que ese lugar era el más adecuado para quedarse. Simplemente se botó en el suelo, exhausto, hambriento, sediento y con los pies adoloridos, y durmió su primer sueño luego de la marcha que cambiaría el curso de su vida para siempre…