Antejardín
La dulce ancianita regaba las plantas de su antejardín. Todas las mañanas y por ya más de sesenta años se levantaba al alba, y antes de desayunar tomaba la envejecida manguera llena de minúsculas filtraciones y empezaba con su querido ritual de regar las plantas. Nada había para ella más grato que regar esas floridas plantas que alegraban y adornaban su jardín, dándole un marco de bellos y frescos colores a la desgastada fachada de su ya desvencijada casa. Junto a ella su viejo perro le daba de vez en cuando algún tirón a la manguera para hacerse notar; en la puerta de la casa la vieja y amarillenta gata simplemente miraba a ambos y se acicalaba con el mismo cuidado y pulcritud de siempre.
Tal como todas las tardes la ancianita, su perro y su gata entraban temprano y cerraban todo con llave para pasar el resto de la vida de cada día juntos al interior del hogar. En la acera del frente el joven vecino miraba la escena con nerviosismo. Sabía que en el barrio todos adoraban a la ancianita, y que si alguien llegaba a saber que intentaría entrar a robar, lo más seguro es que lo matarían en el acto; de hecho él mismo quería y respetaba mucho a la ancianita, pero una semana sin cocaína ya lo tenía al borde de la desesperación, y al no haber nada para robar en casa de sus padres, debía echar mano a algo simple de conseguir y vender. Recordaba haber entrado alguna vez a la casa de la viejita de visita con su madre, y ver con asombro un juego de cubiertos de plata; seguramente su venta le aseguraría una cantidad suficiente de dosis como para no volver a delinquir en una semana.
De madrugada, cuando ya no había almas en la cuadra en vigilia, puso manos a la obra. Sin mayor problema pasó la reja de la casa, que estaba cubierta de una gruesa y tupida enredadera florida. Al dar el primer paso en el jardín algo se levantó con fuerza en el suelo, lanzándolo contra la enredadera de la reja. Al intentar enderezarse, notó que las ramas de la enredadera lo envolvían con fuerza y rapidez; una mueca de espanto se dibujó en su rostro cuando las blancas flores se abalanzaron contra sus carnes.
La dulce ancianita se levantó temprano como siempre a regar sus bellas plantas junto a su perro y su gata. El avanzado deterioro de su vista le impidió ver que las blancas flores que cubrían su reja habían tomado un bello color carmesí…
Tal como todas las tardes la ancianita, su perro y su gata entraban temprano y cerraban todo con llave para pasar el resto de la vida de cada día juntos al interior del hogar. En la acera del frente el joven vecino miraba la escena con nerviosismo. Sabía que en el barrio todos adoraban a la ancianita, y que si alguien llegaba a saber que intentaría entrar a robar, lo más seguro es que lo matarían en el acto; de hecho él mismo quería y respetaba mucho a la ancianita, pero una semana sin cocaína ya lo tenía al borde de la desesperación, y al no haber nada para robar en casa de sus padres, debía echar mano a algo simple de conseguir y vender. Recordaba haber entrado alguna vez a la casa de la viejita de visita con su madre, y ver con asombro un juego de cubiertos de plata; seguramente su venta le aseguraría una cantidad suficiente de dosis como para no volver a delinquir en una semana.
De madrugada, cuando ya no había almas en la cuadra en vigilia, puso manos a la obra. Sin mayor problema pasó la reja de la casa, que estaba cubierta de una gruesa y tupida enredadera florida. Al dar el primer paso en el jardín algo se levantó con fuerza en el suelo, lanzándolo contra la enredadera de la reja. Al intentar enderezarse, notó que las ramas de la enredadera lo envolvían con fuerza y rapidez; una mueca de espanto se dibujó en su rostro cuando las blancas flores se abalanzaron contra sus carnes.
La dulce ancianita se levantó temprano como siempre a regar sus bellas plantas junto a su perro y su gata. El avanzado deterioro de su vista le impidió ver que las blancas flores que cubrían su reja habían tomado un bello color carmesí…
4 Comments:
Donde venden de esas? Necesito unas asi para que no me entren a robar a la casa.
Saludos
uf! qué buen cuento... inesperado totalemnete
saludos!
y que tengas un 2010 plenos de buenos cuentos como este
un abrazo
Que sutil, muy bonito... Una planta como esas le pondria candado a la puerta giratoria...jejej
Weno, sigue así estos post me agradan!
Bechosss<3
Amigo, la distancia nunca es tanta y vengo a desearte un feliz año 2010!!!!!, en que espero nos volvamos a reunir... total el año es lo bastante largo o no???????.
Abrazos!!!
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