En la tenue penumbra del amanecer una menuda silueta avanza iluminada por la luna. Su absoluta indiferencia al caminar por la vacía calle a esas horas de la madrugada daba a entender una suerte de desapego a la vida o a la integridad física. Ese barrio era el más conflictivo de la ciudad, y pese a ello nada parecía inmutar al dueño de la silueta. Ataviado con ropa y zapatos de marcas caras de última temporada, reloj multifuncional de oro, teléfono móvil que servía para casi cualquier cosa además de su función original (también con carcaza de oro), y con sendas cadenas de oro macizo, parecía estar tentando al destino con su caminata de madrugada en dicho lugar.
Un par de adolescentes que se prostituían por lo que fuera para conseguir dinero para droga se acercan sugerentes al menudo individuo para ofrecer sus servicios, sin que él siquiera las notara. Su marcha parecía estar guiada a distancia, pues nada parecía inmutarlo, ni siquiera los insultos de las adolescentes privadas de su adicción.
Al llegar a la esquina más oscura del barrio, dos hombres se acercan armados para asaltarlo; a esa hora y en ese barrio no se ocultaban las armas, así que el menudo individuo los vio aparecer mucho antes que llegaran donde él. Pese a las amenazas el menudo hombre no se inmutó, y siguió caminando. Uno de los ladrones lo tomó por el hombro, y fue lo último que hizo en vida; su compañero huyó aterrorizado no sin antes maldecir la suerte de su amigo y al menudo hombre.
En la tenue penumbra del amanecer una menuda silueta avanza iluminada por la noche. Aparte de todas las joyas con las que inició su caminata, ahora cargaba sobre sí un nuevo brazalete de oro macizo, que llevaba grabada por dentro la imagen del asaltante que lo tocó. Con los siglos, Midas había aprendido a controlar y modelar su extraño don…