Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, noviembre 16, 2025

Aseo

El sol entraba furioso esa mañana por la ventana del corredor de la casa. La dueña, una mujer añosa ya jubilada, se paseaba con una taza de té en la mano mientras revisaba que el aseo estuviera perfecto. Desde que dejó la vida laboral, la mujer se obsesionó por mantener la casa casi esterilizada, y cada día usaba casi media jornada en dejar todo como ella quería: completamente libre de cualquier suciedad.

Luego de terminar su taza de té, la mujer empezó a revisar qué se había ensuciado desde la última vez que hizo aseo. Al terminar de recorrer el pasillo no encontró nada sucio, por lo que se dirigió a la cocina a ver qué quedaba por lavar o fregar, luego de haber dejado la taza lavada estilando para que la gravedad la secara. La mujer revisó minuciosamente el lugar y no encontró nada que lavar ni limpiar; al acercarse a tomar la taza para al menos poder terminar de secarla, se dio cuenta que ya estaba completamente seca.

Una hora más tarde la mujer había terminado de revisar completa la casa sin encontrar nada que requiriera de limpieza. La mujer entonces se sentó en el mismo corredor a ver el sol entrar. De pronto un fuerte ruido llamó su atención desde el otro extremo del pasillo: parecía que algo se había caído, por lo que de inmediato s ver qué había pasado. Al llegar al lugar encontró que un trozo de muro estaba en el suelo, cubriendo el piso de polvo y pintura seca. De inmediato la mujer fue al cuarto de aseo a buscar pala y escoba para empezar a limpiar el desastre, sin importarle la causa.

Al volver al lugar escuchó otro ruido fuerte que venía desde su habitación: al dirigirse al lugar encontró tres cuadros botados en el suelo, con los clavos que los sostenían también botados, y que habían arrastrado sendos trozos de muralla con ellos. Al intentar recoger uno de los cuadros escuchó otro ruido al otro extremo de la casa.

Media hora más tarde parecía que un terremoto hubiera acaecido sólo en su casa. Por todas partes había cosas botadas en el piso, con trozos de paredes y de pintura por doquier. La mujer empezó a desesperarse; en ese momento una fuerte opresión en el pecho le avisó que su tiempo en la tierra había acabado. Luego de caer inconsciente al piso y que su alma se liberara de su cuerpo, vio en el suelo su cadáver inerte con expresión de tristeza. A su lado estaba el alma de su marido, fallecido hacía apenas dos meses, quien también había muerto en la casa súbitamente sin recibir ayuda de su esposa quien en ese instante estaba sacándole brillo al piso.