El
conductor llevaba media hora cabeceando sentado al volante de su
vehículo, esperando la llegada de su cliente de esa tarde. Después
de almorzar era habitual que le diera sueño, pero en general a esa
hora nadie lo llamaba; sin embargo esa tarde un cliente lo llamó
para un viaje hasta el aeropuerto, le dio la ubicación, y le pidió
que lo esperara hasta que llegara para hacer el viaje.
Una
hora más tarde el cliente aún no llegaba y el conductor seguía
dormitando. De pronto se abrió la puerta trasera del automóvil, y
una mujer joven se sentó trayendo consigo una maleta pequeña de
mano. El hombre no entendía pues quien lo contactó era un hombre;
la mujer lo miró, sacó su teléfono, y puso una grabación con la
voz que él había escuchado. Al parecer la mujer usaba un
modificador de voz para hacerse pasar por hombre y despistar a la
gente. El conductor se desperezó, miró a la mujer por el espejo
retrovisor, y simplemente inició el camino al aeropuerto.
Media
hora más tarde el hombre estaba metido en un embotellamiento enorme,
tanto así que nuevamente empezó a quedarse dormido. El conductor
empezó a soñar con su pasado. Cuando tenía diecisiete años le
sacó el auto a su padre para ir a una fiesta. En el lugar se
emborrachó, y pese a ello se ofreció para acercar al domicilio a
quien quisiera; nadie quiso al ver lo ebrio que estaba. Sin embargo
una muchacha se le acercó y le preguntó si podía manejar, pues
ella vivía lejos. El adolescente le dijo que sí, y la muchacha
subió confiada al asiento del copiloto sin abrocharse el cinturón.
El joven empezó a manejar; a los quince minutos de conducción
perdió el control del vehículo en un puente chocando con la
baranda, haciendo que su pasajera saliera despedida por la ventana
cayendo a un torrentoso río. El muchacho no se dio cuenta y siguió
manejando hasta su hogar, donde su padre escondió el vehículo para
enviarlo a reparar sin saber lo que su hijo había hecho.
El
conductor despertó sobresaltado con un bocinazo; de inmediato
reinició la marcha y miró por el espejo para disculparse con su
pasajera. Al mirar no había nadie dentro del auto: en ese momento
pasó por un puente, perdió el control y cayó a un canal de regadío
muriendo por la fuerza del impacto. Al salir el alma del cuerpo se
encontró con el alma de su padre quien había muerto diez años
atrás, y que llevaba todo ese tiempo en una suerte de purgatorio
pagando por ocultar el homicidio de su hijo: había llegado la hora
que el padre siguiera su camino en el más allá, y que el verdadero
culpable empezara a purgar su deuda con la eternidad, y con el alma
de la inocente muchacha.