Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, noviembre 23, 2025

Baile

La melodía de la última canción que había escuchado aún resonaba en su cabeza, haciéndola tararear el coro repetidas veces. La estudiante avanzaba lentamente camino a la universidad para su primera clase de ese día, que estaba programada para las nueve de la mañana. A las ocho y media estaba a dos cuadras de la sede por lo que no tenía mayor apuro en llegar.

La lista de reproducción le entregaba canciones al azar de sus artistas favoritos, dándole una atmósfera entretenida a su caminata matinal. De hecho mientras avanzaba veía la forma de caminar de la gente en la calle y los imaginaba bailando frente a ella. La muchacha se reía al imaginar a cada persona siguiendo el ritmo según sus edades. De pronto un bocinazo la volvió a la realidad, haciendo que se fijara por donde caminaba.

La estudiante llegó a la puerta de la universidad y saludó al portero quien pareció ignorarla; la muchacha se encogió de hombros y siguió caminando hacia la sala. En ese momento vio a compañeros de universidad corriendo hacia la calle con rostros desfigurados. La muchacha se preocupó, y saló tras ellos a ver qué sucedía.

Al llegar a la esquina había un vehículo detenido con el parachoques abollado y rastros de sangre. Cinco metros más atrás la gente rodeaba algo en el suelo: al acercarse, la muchacha quedó paralizada. En el suelo yacía alguien igual a ella, pero con sangre saliendo de la cabeza y de la nariz, y con el cuello en una posición imposible: sólo cuando una persona atravesó su cuerpo se dio cuenta que era ella quien había muerto atropellada minutos antes. Al instante recordó el bocinazo, y todo se vino a su memoria.

El alma de la muchacha estaba estupefacta. De pronto se dio cuenta que aún llevaba sus audífonos y que la música seguía sonando. Lentamente otras almas desencarnadas de distintos tiempos empezaron a acercarse a ella, sorprendidos por poder escuchar la música que la reciente difunta escuchaba en sus audífonos. La muchacha miró a las almas, se fijó en un hombre joven vestido con una especie de terno más largo que lo habitual y peinado con algo que mantenía su pelo tieso, se acercó a él, tomó una de sus manos y empezó a guiarlo en un improvisado baile, que hizo que el resto de las almas se empezaran a sumar al baile. El alma de la muchacha no sabía qué pasaría ni cuándo, así que aprovecharía el tiempo que le quedara bailando, hasta que pasara lo que tuviera que pasar.