El
anciano escuchaba aburrido la llamada telefónica de su hija. La
mujer ya parecía su madre, preguntándole acerca de todo en cada
llamada: que si se había bañado, que las pastillas, que el
desayuno, que las compras, que el descanso. Cada detalle era
inquirido por la mujer, lo que ya tenía cansado al hombre, que
anhelaba recuperar su libertad y tranquilidad de siempre, y que había
perdido desde que había enviudado tres años atrás. El hombre
echaba de menos a su mujer, quien había sido su compañera durante
más de cincuenta años, y que se preocupaba de él pero sin
acosarlo como ya se había hecho costumbre en su hija.
Esa
mañana su celular no sonó. El hombre se preocupó al no recibir
noticias de su hija. A mediodía, y luego de revisar nuevamente el
teléfono, decidió llamar a la mujer para saber qué le había
pasado; extrañamente no encontró el contacto de su hija en el
directorio de su celular. De pronto recordó que tenía una vieja
libreta con el teléfono de la mujer: el hombre marcó el número, y
del otro lado de la línea una grabación le dijo en cinco ocasiones
que ese número no existía. El hombre se preocupó, tomó un taxi y
se dirigió al lugar donde trabajaba la mujer. Al preguntar por ella,
le respondieron que nadie conocía a alguien de ese nombre. El hombre
luego tomó otro taxi a la casa de su hija: al llegar al lugar tocó
la puerta, y salió una mujer desconocida quien le dijo cortésmente
que ella no vivía en ese lugar, que no conocía a nadie con ese
nombre ni descripción, y que esa casa la había comprado hace más
de veinte años.
El
anciano volvió a su hogar sin entender nada: su hija parecía
haberse desvanecido de la faz del planeta. Finalmente el anciano
deicidio llamar a su hijo menor: al preguntarle por su hermana, el
hombre le dijo que era hijo único, y que le preocupaba esa pregunta.
El hombre se encerró en el departamento en que vivía para tratar de
entender. De pronto sonó el timbre: al abrir la puerta se encontró
con su hijo y varios desconocidos que lo miraban preocupados.
El
hijo del anciano llamó al hospital geriátrico contando la historia
de lo sucedido con su padre, y decidieron trasladarlo para examinarlo
y ver qué le había provocado la demencia tan aguda. El anciano no
entendía por qué lo querían trasladar, hasta que de pronto vio
algo que le hizo entender que era mejor ir con esa gente. Detrás de
todos los visitantes estaban el alma de su esposa y de su hija, quien
desapareció de la realidad luego de los ruegos del hombre y la
intercesión de la esposa fallecida. Los médicos se encargarían de
interpretar lo que pasaba en el cerebro del hombre, mientras el alma
del hombre intentaría empezar a lidiar con las consecuencias de sus
ruegos.