Era una tibia mañana de marzo en el hemisferio sur. Pese a estar empezando el otoño la temperatura era aún bastante agradable, en especial para sus plantas. La joven tenía un vivero al fondo de la casa de sus padres, donde pasaba mucho de su tiempo libre. Las relaciones familiares no eran de lo mejor: ella era una mujer que había pasado ya los treinta años y seguía soltera. La tradición familiar era de matrimonio antes de los veinte, por lo que no era bien mirada ni por sus padres ni por sus hermanas, que contaban cada una con 4 o 5 hijos a su haber. Era una joven retraída, casi introvertida, con escasa vida social y nula vida sexual. Había dedicado su juventud a estudiar botánica, pero como sus padres tenían un buen pasar, no necesitaba trabajar para subsistir; pese a los cuestionamientos sobre su soltería, igual era querida. La situación económica de su familia era tal que cuando quiso diseñar su vivero, el padre contrató una empresa que lo tuvo listo para funcionar en menos de una semana, y le dio fondos suficientes para que recorriera el mundo entero seleccionando los especimenes que deseara.
Esa semana su familia viajaría a Europa durante un par de meses. Ella estaba incluida en los planes del viaje, pero a última decidió quedarse: una amiga le había traído de África una extraña planta de la cual no existía bibliografía, y estaba empecinada en clasificarla lo antes posible, pues cabía la posibilidad que no estuviera aún en ningún registro, lo cual le abría las puertas al éxito profesional a escala global. Luego de las discusiones y recriminaciones correspondientes por su poca sociabilidad, convenció a sus padres que la dejaran continuar con su análisis, con la condición de alcanzarlos en cuanto terminara. Al quedar sola pudo volver al vivero donde tenía la extraña planta. No era parecida a nada de lo que hubiera visto durante sus estudios universitarios, ni en ninguno de sus viajes. Su rápido crecimiento era lo más espectacular: duplicaba su tamaño cada dos días. Eso, la ausencia de flores y frutos y lo voluminoso y grueso de sus hojas, completaba el cuadro. Definitivamente lo extraño de la planta y el compromiso con sus padres la haría quedarse toda la noche revisando las muestras que tomó al microscopio para terminar su trabajo.
Esa noche era el instante preciso para dar el golpe. El par de viejos millonarios y la solterona dejarían la mansión por un buen tiempo, por lo cual nadie notaría el robo hasta que ya estuviera todo reducido, y las obras de arte hubieran dejado el país. Los tres meses de enamorar a la horrible empleada por fin darían sus frutos. El avezado ladrón y sus dos cómplices entraron sin mayor dificultad siguiendo las indicaciones de la empleada sobre donde no había alarmas. Una vez dentro de la casa empezaron a descolgar los cuadros que los coleccionistas habían encargado, mientras el “jefe” revisaba los dormitorios en busca de joyas y dinero. Al mirar por la ventana vio luz en una especie de invernadero al fondo de la propiedad. Sigilosamente se dirigió al lugar, y cuando entró se encontró de frente con la hija de los millonarios. La joven intentó gritar y escapar, pero fácilmente fue reducida por el criminal: comparada con la empleada la joven no estaba nada de mal, y definitivamente se cobraría todo lo que tuvo que aguantar seduciendo a la mujer. La joven gritaba desesperada mientras el ladrón rasgaba sus ropas y la baboseaba; sabía que era casi imposible que alguien la escuchara en tamaño parque…
Los ladrones seguían embalando los cuadros para subirlos a un vehículo y hacerse millonarios en el corto plazo, cuando de pronto un alarido estremecedor los paralizó. Uno de ellos vio luz al fondo y ambos fueron corriendo a ver. Al entrar al invernadero encontraron a una joven con sus ropas a medio romper y pálida. Junto a ella una extraña y gran planta de hojas rojas que goteaban un líquido parecido a la sangre. Al mirar el macetero, quedaron horrorizados al ver una pierna humana despedazada con tela del color del pantalón del “jefe”. En menos de 30 segundos los ladrones desaparecieron sin dejar rastro. Dos meses más tarde, en la más prestigiosa revista de botánica del mundo, aparecía el descubrimiento de una nueva especie africana, bautizada por su descubridora como “Justiciera”…