El dulce aroma del perfume inundaba la habitación, cubriendo con su manto cualquier impureza que flotara en el aire. Era increíble notar cómo unas cuantas gotas de una esencia finamente preparada era capaz de impregnarlo todo, y permitía a la mente congelarse algunos segundos y evocar sensaciones o sentimientos en relación a dicho aroma. Las imitaciones eran fácilmente reconocibles, pues el aroma no era el mismo y duraba menos tiempo, lo cual un olfato privilegiado como el suyo agradecía sobremanera.
El dulce aroma del perfume inundaba la habitación. Esas cuatro o seis gotas disueltas en la tina llena de agua impregnaban el baño, y le hacían olvidar el fastidio de mantener la cabeza de la mujer dentro de la tina mientras agitaba, cada vez con menos fuerza, sus delgadas piernas y brazos.