-Buenos días.
-Buenos días jefe
-Me dijeron que necesitaba hablar conmigo
-Sí jefe, quería avisarle formalmente que renuncio.
-Ajá… ¿estás seguro de esto?
-Sí jefe, ya lo he pensado con calma y creo que es necesario para mi.
-¿Te queda claro a qué estás renunciando con esta decisión?
-Sí. Renuncio a esta vida, a esta realidad, a estos pecados, a estas virtudes, a mi ignorancia, a mi mortalidad, a mi ceguera, a mi indolencia. Renuncio a todo lo que me hace ser lo que soy.
-Pero falta lo principal, aquello que tú y yo sabemos que dejarás de lado por tu renuncia. Si no eres capaz de decirlo, no podré aceptártela.
-Pero jefe…
-Dilo, sino no estaré seguro que estás renunciando de corazón a este proyecto.
-Jefe…
-Dilo.
-Está bien… renuncio a mi esencia…
-¿Y?
-… renuncio… renuncio a mi alma.
-… está bien, acepto tu renuncia.
-Yo… yo no…
-No te preocupes, es tu libre albedrío. Vete rápido.
-Gracias…
-No agradezcas nada. Cuando nos enfrentemos en Megido no dudaré en aplastarte sin misericordia…