Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, octubre 15, 2014

Espectro

El espectro esperaba pacientemente a que llegara la hora en que José despertaba. Sentado en el borde de la cama, sabía que la hora de despertar era cuando más débil e indefenso se encontraba, por lo que poseer su cuerpo se hacía una tarea extremadamente fácil. De pronto vio que el teléfono se iluminaba antes de empezar a sonar como alarma, señal precisa para preparar su entrada: en cuanto José volteó y abrió los ojos, el espectro se lanzó con violencia hacia su nariz, entrando por completo y dejando a José con una extraña sensación.

El espectro se acomodaba en el cuerpo de José, empujando de su sitio el alma del hombre sin mayores contemplaciones: el espectro tenía claro que no pasaría muchas horas en el lugar, por lo que debía aprovechar cada segundo para hacerse de la mayor cantidad de energía, y así poder volver, tal como cada mañana, a invadir el cuerpo de su víctima y perpetuar el martirio de esa alma inmortal encarnada. Así, el espectro empujaba y arrinconaba el alma, y se hacía cada vez más y más grande, capturando toda la energía del cuerpo y dejando al alma propietaria en un extraño estado de inanición, que lograba aturdirla el tiempo necesario para lograr su cometido.

José se movía lento por la ciudad. Hacía varios días que se sentía hinchado, con una sensación como que en cualquier momento iba a estallar, pero sin presentar problemas digestivos ni de apetito. La extraña mezcla de sensaciones físicas que lo invadían estaban llevando su vida a un estado lo suficientemente desagradable como para que le fuera incómodo enfrentar el día a día, llevándolo inclusive a pensar en consultar, a ver si existía alguna pastillita que alejara ese cúmulo  de cosas raras que le impedían ser quien sentía que siempre había sido.

Con el paso de las horas, José parecía estar algo menos incómodo. Luego del trabajo de la mañana, y de almorzar sin sentirse mal, José empezó lentamente a olvidar esa sensación de estallido, y sin sentirse pleno, al menos podía funcionar a un ritmo un poco más adecuado a las necesidades de su vida diaria. De pronto y casi sin darse cuenta, la sensación de plenitud había desaparecido, y hasta era capaz de reírse de las molestias de cada mañana.

El espectro batallaba denodadamente con el alma de José. En el transcurso del día, el alma lograba capturar la energía que el espectro no era capaz de consumir, y así recuperaba fuerzas para dar la batalla y recuperar el control del continente que le pertenecía por derecho propio y orden divina. Pasadas las horas, y gracias a vibrar a la misma frecuencia que el cuerpo, el alma de José lograba expulsar al espectro, pudiendo volver a ocupar su continente con comodidad, y a reencauzar el cuerpo por su camino natural y su plan de vida.

El espectro esperaba pacientemente a que llegara la hora en que José despertaba. Su labor era día tras día más difícil, pues el alma de José retomaba lentamente el control. El espectro sabía que debería luego buscar otro cuerpo que ocupar, para seguir nutriéndose de su sufrimiento, pues el tiempo estaba pasando y su influencia era cada vez menor en la vida de José. El tiempo, el sempiterno Cronos, era el único capaz de alejar el espectro de la angustia de las almas atormentadas.