No me puedo concentrar. Los estímulos me
ahogan, me bombardean, me atosigan y me persiguen, impidiéndome pensar
dirigidamente en aquello que quiero, pues de tanto en tanto me hacen querer
otra cosa. Así, el tiempo pasa y quedo donde mismo, sin tiempo, sin avances, y
lleno de sueños frustrados.
No me puedo concentrar. Los temores
nacidos en mi cerebro y provocados por la realidad me impiden disfrutar las
cosas buenas que me pasan. No importa lo bien que la vida se porte conmigo, mi
cerebro siempre logra rescatar lo malo y potenciarlo, convirtiendo la
existencia en una tortura ilimitada e interminable.
No me puedo concentrar. Las ideas
abundan en mi cabeza, agolpándose por salir y ver la luz en forma de realidad,
pero soy incapaz de ayudarlas a salir y finalmente se quedan ahí, entrampándose
en su grandeza, ahogándose en su originalidad, y pudriéndose en la pila de
proyectos que no vieron ni verán la luz. Gracias a mi incompetencia y mi
desconcentración, mi mente es ahora una gran fosa común.
No me puedo concentrar. Mi cerebro hace
presión por salir, y mi cráneo lo limita. Las ideas siguen naciendo, siguen
muriendo, se siguen acumulando, siguen haciendo presión por salir, y no logro
concentrarme para poder concretarlas y así bajar la presión. Tampoco puedo
sentirme feliz pese a serlo, la mierda dentro de mi cerebro obnubila la alegría
y sólo deja pasar las sombras de la desesperanza.
No me puedo
concentrar. Pero al menos encontré el modo de bajar la presión dentro de mi
cabeza, y darle una puerta de salida a todo lo que está dentro de mi cráneo.
Dicen que la ventana que abre el calibre .45 libera todo lo que está apresado
en esta caja de hueso…