Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, octubre 01, 2014

Templario

Los autodenominados monjes guerreros habían pasado la noche en la capilla profanada velando sus armas, junto con su líder, y con las mujeres que habían elegido como sus compañeras de vida. Era extraño ver sobre el altar mayor de la iglesia pistolas, fusiles, lanzagranadas y proyectiles varios, mientras en un rincón un cáliz abollado y deslucido no era capaz de reflejar la luz del foco halógeno a baterías que iluminaba exageradamente la estructura en demolición. Ninguno de quienes estaban en el lugar había respetado su fe ni sus votos, y ahora presos de ambiciones de poder y fama, se preparaban para librar una inexistente guerra santa.

El líder de los guerreros era el único que había guardado el voto de castidad, luego de decidir que el camino de la iglesia estaba contaminado y errado, y que el mal estaba en todas partes, y en todas partes debía ser combatido, sin fijarse si en el proceso morían justos o inocentes. El camino de la iluminación había sido abierto para él, y ya no quedaba tiempo de cumplir ritos ni reglas: había que acabar con el mal del modo que fuera, y encomendar a dios las almas de quienes perdieran sus vidas por error.

Había llegado el momento, los guerreros del templo profanado debían iniciar su marcha para cumplir el destino que su líder había visto para ellos. Mientras se preocupaban de cargar sus armas y despedirse de sus mujeres, el líder salió del lugar para revisar por última vez los vehículos en los que se desplazarían para distribuirse por la ciudad y cumplir el plan establecido. En cuanto abrió la puerta la luz del sol lo encandiló, y no fue capaz de anticipar lo que venía.

Una silueta alta y delgada, vestida de riguroso vestido negro con capucha, se recortaba frente al sol y a sus ojos. En cuanto descubrió su cabeza, una llamarada roja semi ondulada lo hipnotizó, dejándolo paralizado y sin conciencia ni voluntad. De inmediato recordó el pecado que había ocultado por años, y que ahora venía por él. Siendo un sacerdote recién ordenado, una mujer triste y apesadumbrada por las malas decisiones en el amor acudió al confesionario a contarle sus males del alma, y a buscar su auxilio y consejo; era tal la belleza de la muchacha, que el deseo y el instinto pasaron por encima de sus votos, y haciendo uso de su capacidad de convencimiento, poseyó a la joven tantas veces como quiso, hasta que fue sorprendido y reprendido por su superior, quien le permitió seguir ejerciendo su ministerio si no la volvía a ver.

El ex sacerdote miraba con temor a la ahora mujer, que frente a él impedía que siguiera su camino. El autodenominado guerrero intentó esquivarla, y al no lograrlo, y pensando en la importancia de su santa cruzada, la empujó. En ese momento sus manos empezaron a arder, siendo consumido por las llamas en pocos segundos, las que de inmediato invadieron la edificación, destruyéndola a los pocos minutos y acabando con todos quienes estaban en ella. La mujer de cabellos de fuego, nacida como Lilith, había cumplido la misión que le encargara el Altísimo, no para congraciarse o lograr su perdón, sino porque simplemente así lo había querido