Por
fin, la noche esperada. Estoy libre otra vez. Un maldito año encerrado
esperando la única noche en que quedo en libertad absoluta de rondar
como y donde quiera. A menos que ella aparezca…debo darme prisa, si
salgo rápido de la tumba tal vez no lo note, y pueda hacer de las mías
por esta sola noche en el año.
La
ciudad luce igual, quizás más iluminada pero sólo eso… las mismas
calles, los mismos cuellos, los mismos huesos… ¡ah, qué festín me daré!,
ríos de sangre y entrañas bañando las alcantarillas, alaridos de dolor
apagados por falta de garganta, mirada de incertidumbre e incredulidad
en las cabezas que ruedan por los suelos, hedor a muerte por doquier…
-Adolfo…- ese nombre, en la penumbra, retumba junto a un batir de alas
-Adolfo…-
su voz, malditamente tierna, dolorosamente dulce, endemoniadamente
acogedora. No, maldición, no otra vez. Ese engendro de luz que sale a
cazarme cada vez que logro escapar de la cárcel de la perfección. Su
vuelo me sobrecoge, el pensar en que me busca sólo para...¿protegerme?
¡Maldita sea, cree que me busca para protegerme!
Sigo
avanzando, al correr de las horas mis alimentos empiezan a intentar
volver a sus casas. Esta vez trataré de ser más fino, de no dejar
huellas, de dejar pocos restos y tan irreconocibles, que la comida del
próximo año no tenga pie para sufrir por los que ahora saciarán mi
apetito.
¿Qué
hay en el menú? Ancianos…no, poca sustancia, poca sangre, y quedo con
mucha sed. Hombres… de pronto alguno opone resistencia, creo que no,
estoy algo agotado esta noche. Mujeres…sino gritaran tanto serían un
buen plato. Niños…hay que comer muchos para saciarse, y a esta hora ya
están escondidos en sus guaridas…. creo que este año serán…
-¡Adolfo!-
no puede ser, me encontró. Su sola presencia me ciega, su luminosidad,
su bondad, su amor… ¿porqué no me odias para poder destrozarte?, ¿porqué
no me atacas para defenderme? ¡Responde, ángel del bien, no me mires
con tu nauseabunda bondad, no abras tus endemoniadas alas blancas para
cubrirme del viento…deja de sonreír!
-Adolfo…-
tu pálida mano se acerca a mi remedo de piel, sé que si logras tocarme
habrá acabado todo; tu asquerosa ternura terminará por prender la chispa
de la dulzura en mi ser, y me quemará desde dentro, acabando con todo
el espanto que he logrado. Los espectros que debían protegerme huyeron,
saben que tu cercanía es sinónimo de ascensión, y sólo quieren
descender.
Ya
no queda más que esperar el desenlace: maldito ángel, esperaste el
lugar propicio, me seguiste sin dar señales de vida y luego me
arrinconaste… llegó la hora, tu prístina piel se acerca a mi cianótica
carne y gris esqueleto, y no puedo huir… por favor engendro celestial,
hazlo rápido para no sufrir, para no sentir tanto bien en mi ausencia….
-Adolfo,
amor, despierta. De nuevo te quedaste dormido en tu computador. Ya,
vaya a disfrazarse, rapidito para ir a pedir dulces mira que tus amigos
están por llegar.
-Sí mamá….