Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, noviembre 18, 2015

Acrónimo

El joven sacerdote revisaba nervioso el antiguo misal que había encontrado esa tarde. Cada letra que sacaba del vetusto libro con la fórmula que acompañaba el hallazgo, se convertía en un eslabón más de una cadena que no estaba seguro de querer alargar, ni menos cerrar.

El sacerdote, que no llevaba más de dos meses de creado, gustaba de juntarse a conversar con los sacerdotes más ancianos de la congregación, dentro de los cuales destacaba uno, el más añoso de todos, quien había sido rector del convento y que hacía dos años había abandonado su cargo por problemas de salud. Ahora el anciano vivía casi enclaustrado en su habitación, saliendo sólo para lo obligatorio del día a día: ir al baño y al comedor. El hombre se notaba simpático, conversador y empático con quienes quisieran acompañarlo en el lugar; sin embargo, en cuanto abandonaba la habitación, se tornaba parco y ansioso, tanto como para empezar a palidecer y marearse, lo que desaparecía en el instante en que retornaba al dormitorio. Así, su vida transcurría en el encierro, la lectura, la meditación, y las conversaciones con el joven sacerdote, quien parecía una verdadera esponja absorbiendo sus experiencias de vida.

Esa mañana el sacerdote había recibido la asignación de su primera parroquia, el logro más importante de su vida, que obviamente quería y necesitaba compartir con su mentor y confidente de esos dos meses. En cuanto llegó a la casa de la congregación se encontró en la puerta de entrada con una ambulancia con todas sus puertas abiertas; el joven sacerdote, temiendo lo peor, se fue corriendo al dormitorio del anciano, quien se encontraba respirando con dificultad, rodeado del personal de rescate y de varios de los sacerdotes del convento, y cubierto de cables y vías venosas por todos lados. Cuando el joven consultó al encargado de la ambulancia, la respuesta fue lapidaria: el sacerdote estaba agonizando, y lo único que podían hacer era apoyarlo para que su deceso fuera en paz.

El joven sacerdote volvió a los pocos minutos, ataviado para dar la extremaunción a su mentor, autorizado por el rector del lugar, quien accedió debido a la cercanía que había entre ambos hombres. Cuando el sacerdote anciano lo vio, empezó a agitar sus brazos y a intentar hablar, sin que pudiera pronunciar palabra alguna. Luego de ungir a su viejo amigo, éste dejó de existir con una expresión de angustia al ver lo que el joven había hecho.

El día de su sepultación fue doloroso para todos en el convento, pues el sacerdote era el más antiguo en el lugar, y nade sabía cómo sería la vida en la edificación sin sus sabias palabras y acertadas reflexiones. Terminado el rito, el joven se dirigió a la habitación del fallecido padre, para tratar de entender su extraña reacción al recibir el último sacramento. Luego de revisar su escritorio, al ponerse de pie se tropezó con una tabla suelta que había al lado de una de las patas del mueble. Su sorpresa fue enorme cuando la levantó con la punta del pie, y se encontró con un espacio ocupado por un antiguo misal con tapas de cuero, y una inscripción grabada a fuego bajo la tabla, que decía “Acrónimo con el inicio de cada párrafo”. El sacerdote tomó el libro, buscó el capítulo 1, y luego de leer las primeras letras de los primeros seis párrafos, se dio cuenta que escondían un mensaje indescifrable sin la indicación bajo la tabla.

El joven sacerdote revisaba nervioso el antiguo misal que había encontrado esa tarde. Luego de transcribir todas las letras iniciales de los párrafos de todo el misal, y de separar lógicamente las palabras, pudo entender la expresión de su apreciado mentor: “si vas a dar la unción al dueño de esta habitación, heredarás su labor de guardián de las puertas del averno, bienvenido a la morada que no puedes abandonar hasta tu muerte, pues tu consagración es la cerradura de esta maldita puerta, amén”