Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, diciembre 15, 2024

Anciano

El anciano estaba sentado en su escritorio trabajando tranquilamente. El anciano era el sobre nombre que los trabajadores nuevos le dieron a un hombre de cincuenta años que llevaba veinte años en la empresa, que no se había interesado por cargos directivos, y que trabajaba a la par con los empleados nuevos, muchachos veinteañeros que venían de universidades privadas con títulos de ingeniería en algo, pero que en realidad no era más que un título técnico inflado académicamente para poder cobrarles aranceles más altos. El hombre sabía cómo le decían, lo que le causaba risa al mirar que los muchachos eran todos obesos y fuera de forma física, mientras él se encontraba en la mejor etapa de su vida.

Esa mañana el gerente llamó al anciano pues necesitaba conversar con él. El directivo le informó al anciano que la junta directiva había decidido cesarlo en sus funciones; al preguntarle el por qué, el gerente le comentó que los dueños de la empresa eran los padres de los empleados nuevos, quienes veían en él un obstáculo para sus carreras. El gerente le dio el finiquito, le entregó el cheque de la empresa con la indemnización justa por sus años de servicio; además, le entregó un cheque personal de su pecunio pues sólo tenía agradecimientos para con él, y le dolía que hubiera sido desvinculado de sus funciones, pues sabía que sin su experiencia la empresa no volvería a ser lo mismo. El anciano miró los cheques, miró la carta de despido, guardó todo, le dio un sentido abrazo al gerente y fue por sus cosas. Mientras recogía sus pertenencias y se despedía de secretarias y asistentes, miró con desdén a los muchachos que sonreían por su logro.

Una semana después, una carta de gerencia citaba a todos los profesionales nuevos a una reunión en un piso con poco uso a la hora de salida. Los jóvenes miraron con molestia la citación, y mientras subían empezaron a conversar acerca de la posibilidad de presionar para remover al molesto gerente. Al llegar al piso se encontraron con un lugar mal habilitado, que más bien parecía pista de obstáculos de reality de televisión. En cuanto entraron todos se cerró la puerta por fuera, y desde las cuatro esquinas aparecieron llamas. Los jóvenes se desesperaron, y se dieron cuenta que los muebles dispuestos en el suelo parecían armar una suerte de camino; al llegar a cierto punto había una especie de barrera que ninguno de ellos pudo saltar. A la salida del edificio el anciano salía caminando tranquilamente: luego de encerrar a los jóvenes en el circuito de obstáculos con una salida que él pudo sortear sin mayor dificultad, esperando que fueran capaces de hacer lo mismo que él podía hacer con treinta años más. En las alturas de la construcción empezaron a escucharse súplicas por sus vidas y alaridos de dolor al empezar a quemarse y asfixiarse. Esa tarde nadie salió con vida del edificio.