El
hombre miraba nervioso e teléfono fijo de su oficina, pues esperaba
una llamada importante que no llegaría por su celular. La llamada
era importante dentro de su trabajo pero no tanto dentro de su vida
personal; sin embargo desde pequeño su familia le había inculcado
la responsabilidad como valor central en su existencia, por lo que la
llamada en ese momento era casi imprescindible para él.
Dos
horas más tarde el hombre seguía mirando el teléfono. El aparato
tal y como siempre seguía inerte sobre la mesa listo a funcionar
cuando correspondiera. La ansiedad estaba empezando a mellar el ánimo
del hombre quien necesitaba la llamada para terminar con una de sus
tareas asignadas; uno de sus mayores temores era que su jefatura le
exigiera esperar la llamada hasta que llegara y ello prolongara su
estadía en el lugar de trabajo y atrasara su vuelta a casa para
poder compartir el tiempo que le daba a su esposa e hija.
Media
hora faltaba para la hora de salida y la llamada aún no llegaba. El
hombre seguía mirando nervioso el aparato, el cual ya parecía tener
vida y estar mirándolo risueño, agradado tal vez por verlo sufrir
en espera de una llamada que había llegado hace horas pero que el
teléfono no había querido dejar pasar. La mente del hombre se
estaba convirtiendo en su peor enemiga, haciéndolo pensar cosas que
racionalmente sabía que no podían suceder.
La
hora de salida había llegado, y el aparato no sonaba. El hombre
miraba resignado el teléfono esperando una llamada que jamás
llegaría. Una semana antes el hombre estaba esperando la misma
llamada, la cual llegó y le ordenó armar las cabezas nucleares y
lanzarlas contra el enemigo. El hombre se negó, y su compañero de
trabajo la voló la cabeza de un balazo, para luego saber que se
trataba sólo de un simulacro. Desde ese momento su alma quedó
estancada en el lugar esperando ahora la llamada de la eternidad para
abandonar el lugar y seguir su camino; sin embargo, del otro lado de
la línea pretendían dejarlo esperar algún tiempo para que
entendiera lo que le faltó por hacer antes de seguir con el camino
natural de su alma.