Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, octubre 06, 2024

Temperatura

La muchacha caminaba tranquilamente esa mañana hacia su colegio. Ese era el día más pesado de la semana, con las clases más tediosas y los profesores más insoportables, pero no tenía de otra si es que quería en algún momento de su vida entrar a la universidad para poder tener un buen pasar una vez independizada de sus padres. El esfuerzo era grande pero el objetivo final era mayor aún, por lo que valía la pena cualquier sacrificio.

Esa mañana estaba bastante helada. Sus delgadas piernas tiritaban a cada paso, y su velocidad de marcha no era suficiente para calentar sus extremidades, por lo que a cada paso el frío la invadía un poco más. Las estrictas reglas del colegio establecían una falda sobre la rodilla como uniforme y no permitían medias opacas, por lo que las medias normales que usaba no eran suficientes para paliar el frío de esa mañana. Definitivamente el día estaba empezando mal, y probablemente terminaría peor.

Cinco cuadras más adelante y el frío parecía estar empeorando. Su parka forrada tampoco era capaz de mantener su cuerpo caliente, y pese a llevar una primera capa gruesa y en suéter enorme, el frío ya le estaba provocando dolor. De pronto la muchacha empezó a fijarse en el resto de la gente que caminaba a esa hora por la calle: grande fue su sorpresa al darse cuenta que la gente no andaba tan abrigada como ella y nadie parecía estar sufriendo el mismo frío que ella. De hecho a la cuadra siguiente se cruzó con un adulto que apenas andaba con una delgada polera, y con una mujer con mini falda sin medias ni frio.

Dos cuadras más de marcha y la muchacha ya no podía caminar. Al seguir avanzando se cruzó con dos o tres jóvenes de su edad con tenida de colegio que se veían tanto o más congelados que ella. El dolor de todo su cuerpo ya era intolerable, y no sabía a quién pedir ayuda. Cincuenta metros más allá no pudo seguir avanzando; justo en ese momento se cruzó con un muchacho de su edad quien se acercó a ella para abrazarla y ver si así podrían tolerar un poco más el maldito frío que los envolvía. Los muchachos alcanzaron a sentirse algo mejor, pero no por más de diez segundos.

Los estudiantes se quedaron congelados en la calle. La pareja abrazada contrastaba con otros tantos que estaban botados en el suelo enrollados sobre sí mismos, o que habían quedado congelados de pie. Mientras tanto los adultos disfrutaban de una mañana primaveral. De sus mentes se habían borrados los menores de dieciocho años: hijos, hermanos, sobrinos, había desaparecido de sus memorias y de sus vistas, pues los cuerpo congelados eran invisibles para los ojos de los adultos. La deidad había decidido resetear a la humanidad, eliminando las almas jóvenes y dejando sólo a las almas mayores, que a partir de ese momento habían además quedado estériles: en algo menos de cien años la raza humana desaparecería del planeta, quedando a disposición de otra raza para aprovechar el planeta. Luego la deidad decidiría qué hacer con las almas que casi destruyeron su mejor creación.