El
hombre acariciaba su canosa barba mientras pensaba. Desde que dejó
crecer su barba adquirió la costumbre de acariciarla cada vez que
pensaba en lo que fuera; parecía que sus neuronas se activaran en
cuanto sus manos resbalaban por los largos cabellos que colgaban de
su rostro. De hecho el hombre no lograba imaginar cómo había sido
capaz de pensar sin su barba, ni cómo podría hacer trabajar su
mente si es que no tuviera dichos cabellos en su mentón. El hombre
sabía que era una estupidez, pero la fuerza de la costumbre
adquirida primaba en ese caso.
El
hombre iba caminando raudo de vuelta del trabajo a su hogar, pues esa
tarde jugaba su equipo de fútbol favorito y esperaba poder ver el
partido en paz.; al doblar la esquina vio a una pareja de abuelitos
desesperados en la calle, mientras eran rodeados por algunas señoras
de distintas edades. Al acercarse al lugar se dio cuenta que la casa
de los ancianos se estaba incendiando; al pasar frente a la puerta
vio cómo la señora se abalanzaba sobre él llorando: su mascota, un
gatito de dos meses de edad había quedado en la casa y no lo habían
podido sacar. El hombre escuchó los maullidos del pequeño animal y
sin pensarlo dos veces dejó su mochila con la gente que estaba en el
lugar y logró entrar a la casa, ubicando al animal a los pocos
segundos y sacándolo de la casa. Al llegar donde los ancianos vio en
sus rostros una mueca de terror: al instante una mujer le lanzó una
fuente de agua al rostro, pues su barba se había encendido en el
rescate.
Cuando
llegaron los bomberos uno de ellos revisó al hombre quien tenía el
rostro chamuscado y había perdido por completo su barba. La revisión
del bombero quien además era paramédico fue lapidaria: las llamas
quemaron le piel del mentón eliminando los folículos pilosos,
dejándolo para siempre sin barba. El bombero curó su rostro, le
colocó un apósito en el mentón y le recomendó consultar un médico
a la brevedad. Una vez terminada la curación el hombre siguió
camino a su casa, caminando casi en modo automático, sin pensar en
lo que estaba haciendo.
El
hombre estaba sentado frente al televisor mirando el partido de
fútbol sin entender lo que estaba mirando, ni saber por qué lo
hacía. El hombre se estaba comiendo una hamburguesa pues su instinto
le decía que debía comer. Después de salir del incendio ninguna
idea más apareció por su mente. Si tal vez hubiera sabido que por
sus venas corría sangre de la estirpe de Sansón, entendería el
porqué de lo que le estaba pasando.