Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, abril 20, 2025

Carta

La secretaria digitaba el texto a toda velocidad. Como buena representante de la vieja escuela, la mujer estaba formada en taquigrafía por lo que podía escribir textos sin mirar el teclado del computador o en su momento de la máquina de escribir mecánica o eléctrica: su vista estaba fija en el papel manuscrito que debía transcribir, saltándose todas las palabras tarjadas y corregidas para tener listo el resultado lo antes posible. Tras de ella, el hombre con el fusil la miraba con algo de curiosidad.

El hombre del fusil vigilaba el trabajo de la secretaria. El hombre, un exmilitar condecorado por hacer nada durante su carrera, estaba entrenado en el uso de armas largas y de puño, las cuales nunca había usado contra alguna persona o animal. Ahora se desempeñaba como mercenario, y en ese momento su misión era vigilar que la secretaria terminara de transcribir el texto a computador. El hombre no entendía cómo la mujer era capaz de escribir sin mirar el teclado, ni de digitar tan rápido como lo hacía; sin embargo ello no importaba, en la medida que la mujer terminara de digitar el texto.

La mujer ordenaba los papeles para terminar lo antes posible su trabajo. El hombre la miraba nervioso al ver que se tardaba en ordenar los papeles; finalmente la mujer logró darle el orden lógico a cada página manuscrita y pudo volver con su trabajo. El hombre respiró tranquilo al ver a la mujer volver a su trabajo.

La mujer terminó de digitar el texto; de inmediato se puso de pie, se dirigió a la impresora, imprimió el documento en un tamaño de letra lo suficientemente grande para que cualquiera pudiera leerlo, lo corcheteó, y se lo pasó en la mano al hombre armado, para luego volver a sentarse, esta vez mirando la pantalla. El hombre dejó el legajo sobre un escritorio, sacó su arma de puño del cinturón, colocó al cañón en la nuca de la mujer, cerró los ojos y haló el gatillo. Luego tomó el legajo y lo llevó a su destinatario.

El secretario general de las Naciones Unidas inició una cadena mundial de radio y televisión. Frente a todos los habitantes del planeta leyó la carta de rendición de la humanidad ante las fuerzas extraterrestres que rodeaban con sus naves al planeta. Diez segundos después de terminar la lectura, una luz invadió la pantalla. Un minuto más tarde empezó la destrucción del planeta a manos de los alienígenas. Mientras tanto en lo profundo del bunker en que se digitó la carta, el cuerpo de la mujer se retorcía por la impericia del militar que la dejó agonizando, en espera de morir luego a manos de los invasores para terminar con su sufrimiento.