No escucho nada, luego del estruendo parece que mis oídos quedaron bloqueados…¿qué fue?, ¿una explosión, un accidente, un meteoro, un ataque enemigo?
Luego de que deja de zumbar mi cabeza y todos mis sentidos vuelven a mí, sigo sin escuchar nada. Es raro, no sabía que el silencio podía ser tan ruidoso. O tan placentero. O tan espeluznante. De hecho no recuerdo haber tenido tanto miedo en mi vida, aunque en realidad…no, no estoy asustado, es algo peor: tengo incertidumbre. No sé qué pasó, porqué, dónde, cuándo.
Camino por lo que fue mi ciudad alguna vez. Hoy sólo quedan escombros. Hace un par de horas (o días, ya no sé) esto bullía de gente corriendo por todos lados, haciendo miles de cosas que en conjunto llamábamos vida: comer, defecar, conversar, discutir, pagar, deber, pedir, comprar, vender, vendernos… ahora que todo está reducido a nada, y que la gran mayoría de aquellos que estaba a mi alrededor ya no existen, empiezo a entender lo que en verdad podría significar la palabra vida…
Los ojos me pican, la piel me arde y duele, siento que sangro pero muy levemente, la luz del sol que pasa entrecortada por el polvo que flota en el ambiente es distinta a la de antes, parece brillar mucho más. El mismo polvo que altera la luz hace difícil respirar, pero no imposible. Todo esto es esperable, hasta comprensible, pero el silencio… no hay llantos, quejidos, sonidos de cosas caer, viento, insectos, nada, ausencia total de cualquier sonido. Cuando desperté llegué a pensar que no había atmósfera, y por eso no había ruidos: mientras tanto el gil seguía respirando “sin atmósfera”…
Sigo avanzando y el panorama no cambia: destrucción, caos y silencio. En el camino a ninguna parte palpo mis orejas para saber si sangran o si algo fluye de ellas pero nada. Al hacerlo, escucho el tictac de mi reloj (de algo sirvieron las 200 lucas que tanto me reprocharon): ahora sé que no soy yo, lo cual me deja ¿tranquilo?
Durante varios tramos de mi marcha vuelvo a escuchar mi reloj, es lo único que suena en este antro que quedó del antro llamado Tierra. ¿Es que acaso no hay nada que suene?
Al fondo de lo que era una calle aparece un edificio, que extrañamente parece entero: claro, es de los antiguos de concreto, no de fibra ni vidrio ni policarbonatos ni esas cosas de nombre raro, simplemente concreto y metal. Al entrar… nada . ¿Acaso no hay una endemoniada puerta que cruja, una bisagra que se pegue, algún maldito metal que chirríe?
¿Es que no hay nada, aparte de mis pisadas y este puto reloj que suene en lo que quedó de esta mierda de planeta? ¿Acaso los malditos bastardos que crearon esta realidad y la destruyeron, no pensaron en los desgraciados que nos salvaríamos de su vorágine de sangre y aniquilación y no nos dejaron algo para terminar de reventar nuestros tímpanos? ¿Dónde chucha quedaron los 100 o 200 decibeles que debíamos mamarnos todos los días desde el despertar hasta el pseudodormir? ¡¡¡Porqué cresta nada suena!!!
Estoy llegando al último piso de esta mugre, el reloj lo tiré a la mitad de las escaleras, y sigo sin escuchar nada. La azotea, al fin, corro hacia el borde y sin dificultad sigo de largo; al fin escucho el aire correr a mi alrededor, y no logro controlar la ansiedad por sentir el dulce ruido de mi cráneo en el pavimento…
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