Despierto algo agitado, sudoroso, tembloroso tal vez. No había tenido una pesadilla tan terrible hace años, desde que era niño y sufría esas terribles crisis de fiebre. En esa época las pesadillas eran con monstruos (ahora no me gusta el cine fantástico), animales salvajes persiguiéndome (odio el zoológico), ahogándome sin nadie a mi alrededor que me pudiera sacar (tal vez por eso nunca aprendí a nadar), alejándome de mi familia...
La de anoche... realmente perturbadora. Recuerdo haber comido liviano y temprano la tarde de ayer, y haberme acostado a una hora prudente. Al rato de quedarme dormido, empezó...
Es de noche, despierto sobresaltado por un ruido en el primer piso. Me levanto algo aturdido para ir a ver qué es; llevo conmigo un bate que compré luego de los continuos apedreamientos de vidrios durante el mes: lo más seguro es que nunca lo use, pero por lo menos los “niñitos” al verme se asustan. Termino de bajar la escalera y recién mi vista se logra acostumbrar a la penumbra. Traté de bajar lo más sigilosamente posible, si es que hay alguien no quiero que me vea ni me sienta... A estas alturas de mis sueños generalmente despierto para ir al baño, pero ahora no fue así.
De pronto una cegadora luz se cierne sobre mis ojos y acto seguido, un brusco dolor en mi sien derecha. Caigo al suelo sin saber bien qué pasó, y porqué un sueño duele tanto... a los pocos minutos reacciono (que sueño más vívido) y veo a alguien con el rostro cubierto, un revólver en una mano y mi bate en la otra. Sin ver su cara logro percibir sus malas intenciones. Intento hablarle, decirle que se lleve todo, que no intentaré nada, que miraré para otro lado para no reconocerlo, pero antes de abrir la boca empieza la golpiza... Primero con el bate, luego con el arma, finalmente a patadas, pero todos los golpes van a mi columna, uno tras otro y sin parar... logro pararme dos o tres veces, pero solamente para volver a caer presa del dolor y de la violencia de los golpes... el desgraciado se detiene sólo cuando logra partir el bate en mi espalda, cuando la empuñadura del arma está cubierta de sangre, cuando ya no tolera el dolor de sus pies y teme que le cueste escapar...
Me siento cada vez más débil, parece que la pérdida de sangre fue mucha, y este maldito dolor, es insoportable... intento incorporarme pero el cuerpo no responde, de hecho, mis piernas... maldición... no las siento... no las muevo...no....
Despierto algo agitado, sudoroso, tembloroso tal vez. No había tenido una pesadilla tan terrible hace años, desde que era niño y sufría esas terribles crisis de fiebre. Pero por fin despierto. Seco mi transpiración, me acerco al borde de la cama, atraigo la silla de ruedas para poder subir en ella... aborrezco soñar que camino...
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