"Debe ser bonito tener amigos"
La frase retumbaba en su cabeza una y otra vez, haciendo eco dentro de su cráneo. Retumbaba, sí, tanto más fuerte que cada disparo que salía de su M4. Retumbaba, más fuerte aún que las cabezas de sus compañeros de colegio cuando rebotaban contra el frío piso de cemento que daba sustento a la multicancha, luego de haber sido atravesados dos o tres veces en el pecho o en la espalda. Retumbaba, sí... pero no tanto como las frases de desprecio y discriminación que había debido soportar desde niño. Luego de 9 años aguantando, su ser dijo basta... en una sociedad de apariencias, él parecía pobre y poca cosa; en una sociedad consumista, el sólo consumía té y pan como dieta diaria; en una sociedad de cuerpos perfectos, él era otra desgracia de la naturaleza; moreno, pequeño, pelo negro y ojos café, lo más alejado de los estándares de belleza...
Desde niño sabía que todo habría de terminar violentamente. Nunca tuvo amigos, y siempre fue víctima de bromas pesadas e insultos. Pero a los 9 algo pasó: una voz en su cabeza empezó a sonar, con la maldita frase "debe ser bonito tener amigos". Al principio ocasional, más tarde recurrente, al final constante, y cada vez más y más fuerte, que casi no lo dejaba escuchar sus pensamientos... A los 14 descubrió una "cura": cuando alguien insultó a su madre (que lo abandonó al nacer) su instinto lo hizo devolverse y golpear al que lo hizo... en ese instante la frase calló, reapareciendo al día siguiente. Así, cada vez que quería tranquilidad, golpeaba a alguien y la frase dejaba de sonar.
Al pasar el tiempo, su fama de matón era temida, y cada vez el silencio esperado duraba menos. Ahora con 15, luego de la última golpiza a un “gracioso” y su posterior expulsión, tomó una decisión: debía acallar la voz para siempre. Robó de una armería un fusil M4 y varios cargadores.
Así, mientras avanzaba por los pasillos del colegio matando niños, la voz crecía en vez de acallar. De pronto, tres fuertes y ardientes golpes en el pecho lo derriban. A los pocos segundos un policía le apunta a la cabeza, mientras la voz lo ensordecía. Su mirada se clavó en la del policía, y por un instante el hombre escuchó la voz gritando en la cabeza del niño, y pudo sentir el dolor y la soledad en su alma. El sería su amigo... le sonrío, pasó la bala en su pistola, y calló la voz en la cabeza de su amigo para siempre...
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