Otra vez en los sótanos de la ciudad, en espera de la nueva presa de la noche. La noche parece más oscura que de costumbre… eso es bueno, así no se darán cuenta de qué fue lo que les pasó. Ya es hora, debo salir de mi escondite para empezar la cacería.
Extrañamente a esta hora las calles están llenas de potenciales víctimas; eventualmente es un día de descanso, no lo sé ni me interesa, sólo se que el hambre empieza a arreciar y que la sed de sangre y matanza ya se hacen incontrolables. De todos modos se que no me debo descontrolar, pues tarde o temprano la comida llegará a mis manos, y por ende, a mis dientes.
Han pasado ya dos horas, y nada. Estos malditos humanos no tienen intenciones de facilitarme las cosas, al parecer deberé cambiar mi táctica y salir a buscar las presas, en vez de esperar a que lleguen donde yo estoy. Como siempre lo haré entre las sombras, entre sótanos y subterráneos, por alcantarillas y túneles; todo sea por evitar el contagio con la comida.
Recorro sigilosamente los rincones de la ciudad, en espera de ver aparecer alguien en mi camino para empezar a calentar motores, pero nada... qué más da, voy a salir, el hambre y la ansiedad son mayores que el temor al contagio humano. Primero camino apegado a las paredes, luego entre sombras, finalmente bajo los focos, y nada... meto mi cabeza por las ventanas de sus cuevas fabricadas, y no encuentro a nadie. ¿Qué se ha hecho mi comida? No lo comprendo, a menos que...
Recuerdo que mientras descansaba, un fuerte ruido acompañando un temblor me volvió en mi. Al abrir los ojos una cegadora luz lo envolvía todo, y un poderoso calor abrasaba hasta el aire que me rodeaba. Supuse que nuevamente soñaba con el infierno, así que no le di importancia y cerré nuevamente mis ojos para seguir descansando; al volver a abrirlos, unas horas más tarde, todo había vuelto a la normalidad...
Ahora que lo pienso, estos humanos usan bestias menores como juguetes o compañía (es la única raza animal que adopta otras razas de animales para hacerse compañía), que generalmente son bastante ruidosas, y en ocasiones intentan defender a sus humanos de mi cacería; estas bestias tienen mejores sentidos que los humanos, y cuando aparezco empiezan a avisar mi presencia. Esta noche ningún ruido me acompaña; el silencio, que en otras circunstancias es mi compañero favorito, hoy significa sólo una cosa: inanición…
Recuerdo que hace un tiempo, antes de matar y devorar a un loco que encontré vagando por un pasaje, el tipo gritaba algo acerca del fin de los días. Pero no como un rezo o una amenaza, sino como una convicción. Si el desgraciado tenía razón….
Han pasado ya cinco días con sus noches… he recorrido en todo horario este planeta inmundo… salvo plantas e insectos, ya no hay seres vivos… nunca pensé que el final iba a ser tan vergonzoso…. por… hambre…